No te quedes en casa. Nos jugamos la democracia
Hay que mantener la cabeza fría y tomar las calles de forma pacífica y democrática. No hemos de rendirnos ante el golpe
La España del 78 vive su momento más oscuro. El acuerdo de cuatro páginas entre el PSOE y Junts es una aberración y una traición a los principios democráticos de España. Nuestra democracia está en manos de un prófugo de la justicia al que el Estado le va a pedir perdón por sus gravísimos delitos. El pacto incluye propuestas como una ley de amnistía para los delitos relacionados con el procés, la creación de comisiones para investigar el lawfare y la intervención de una figura internacional en el conflicto Cataluña-España como si fueran dos naciones distintas. Además, representa una violación de la separación de poderes y una amenaza a la democracia española.
El acuerdo preludia futuras concesiones aún más controvertidas, como la cesión total de la recaudación de impuestos a Cataluña y la celebración de un referéndum de independencia. Por eso es importante un llamado generalizado a la resistencia y la acción por parte de todos los sectores democráticos de la sociedad española, incluidos los jueces, asociaciones, políticos, empresarios, medios de comunicación y ciudadanos de a pie, para defender los valores democráticos frente al autoritarismo al que nos estamos deslizando.
Es normal que la incertidumbre conduzca a la desesperación. «¿Y qué puedo hacer?», se preguntarán muchos. Muy sencillo. Manifestar tu descontento, plantarle cara a la infamia. Sin embargo, la resistencia debe ser activa y continua, pero no violenta. La violencia solo engendra más violencia y caos. No resuelve problemas. Las protestas y manifestaciones pacíficas han de ser nuestra forma de expresión fundamental, y los ciudadanos comprometidos con la democracia y el Estado de Derecho hemos de aferrarnos a ellas. Debemos expresar nuestro descontento en las calles y en las plazas, llamar la atención sobre cuestiones importantes sin desviarnos con consignas que no proceden y presionar a los líderes políticos, a los medios, a las instituciones y asociaciones civiles para que tomen medidas o escriban artículos y comunicados.
A lo largo de la historia, muchas protestas han desempeñado un papel clave en impulsar cambios sociales y políticos. No es cierto que no sirvan para nada. Muchos son los ejemplos de protestas que han cambiado el curso de la historia. Me viene a la cabeza el movimiento por los derechos civiles en Estados Unidos en las décadas de 1950 y 1960, crucial en la lucha contra la segregación racial y la discriminación, con la famosa Marcha sobre Washington, donde Martin Luther King pronunció su famoso discurso «I Have a Dream». Todas esas reivindicaciones fueron clave para la aprobación de leyes como la Ley de Derechos Civiles de 1964 y la Ley de Derecho al Voto de 1965.
También podríamos hablar de las protestas contra la Guerra de Vietnam que acabaron jugando un papel muy importante, cambiando la opinión pública sobre la guerra, y contribuyendo a la decisión de Estados Unidos de retirarse del conflicto. Otros ejemplos podrían ser el Movimiento Solidaridad en Polonia en los años 80 del siglo pasado, el movimiento Anti-Apartheid en Sudáfrica con Nelson Mandela, la Revolución de Terciopelo en Checoslovaquia o la Revolución rumana que puso punto final al régimen despótico de Ceaușescu y su señora.
Las protestas pueden generar una amplia cobertura mediática, que ayudaría a sensibilizar a la prensa extranjera y a los líderes europeos. «El jefe de Justicia de la UE advierte a España sobre el acuerdo de amnistía catalán. En una carta, Didier Reynders dice que hay ‘serias preocupaciones’ sobre un pacto de gobierno que otorgaría amnistía a los separatistas catalanes», destaca Politico Europe, uno de los diarios políticos más leídos por los europarlamentarios en Bruselas.
«Pedro Sánchez selló el jueves un acuerdo para extender la amnistía a los separatistas catalanes a cambio de su apoyo político, lo que probablemente le permita permanecer en el poder, pero causará agitación en toda España, dudas en Europa y dudas sobre la estabilidad del país», sentenciaba ayer el New York Times. Necesitamos que los medios internacionales se hagan eco de los planes autoritarios de Pedro Sánchez. «Inundemos la Comisión Europea con denuncias y cartas de los ciudadanos que defendemos la democracia constitucional y el Estado de Derecho. Yo ya lo he hecho», declaraba Guadalupe Sánchez en Twitter (X). Aquí el enlace.
Manifestaciones, cartas, artículos, manifiestos, denuncias… La razón está de nuestro lado. Los demócratas ya hemos recibido el apoyo del Consejo General del Poder Judicial (con los votos de su presidente, Vicente Guilarte, y de cinco vocales, dos de ellos propuestos por el PSOE: Roser Bach y Mar Cabrejas), del ilustre Colegio de la Abogacía de Madrid, de la Asociación de Fiscales, de las asociaciones de jueces (incluida la de los jueces y magistrados progresistas de Juezas y Jueces para la Democracia, cofundada por Cándido Conde-Pumpido), del Ilustre Colegio Nacional de Letrados de la Administración de Justicia, de la Asociación Profesional del Cuerpo Superior de Inspectores de Hacienda del Estado, del Sindicato de Inspectores de Trabajo y Seguridad Social…
La senda antidemocrática que Pedro Sánchez ha decidido recorrer hay que pararla con protestas, cuantas más mejor, pero insisto, hay que mantener la cabeza fría y tomar las calles de manera pacífica y democrática. No hemos de rendirnos ante el golpe. Hay que perseverar y seguir apretando. Las protestas continuas y sostenidas tienen más probabilidades de lograr un cambio que las acciones aisladas o de corta duración. Estas convocatorias masivas también podrían ejercer presión sobre los políticos socialistas para que reconsideren las nefastas consecuencias de su interesada felonía. Nadie da un duro por ellos, pero quién sabe si García-Page y un puñado de patriotas terminan cambiando de opinión.
No te quedes en casa. Nos jugamos la democracia.