THE OBJECTIVE
Viento nuevo

Sánchez acierta

«Es el líder absoluto de la izquierda proletaria y sindicalista, mientras que Feijóo padece un cáncer donde no cabe cirugía»

Sánchez acierta

Ilustración de Alejandra Svriz.

Llega el oro en bandeja de plata. Llega el oro en silencio roto, brillante por las curvas, entre relumbros y alamares, al peso neto y a la boca de fresa, trago largo, vita nuova. Del «hoy es siempre todavía» machadiano pasamos al «hoy empieza todo» (indepe, lumpen, marchoso, divertido). Yerra Sánchez en el peaje (la amnistía) pero acierta en el centro de la diana: «Soy el dardo que va a dar a la diana y no se desvía», en plan Castilla del Pino, que daba garrafón de Haloperidol a los malditos mientras él se jumaba con Chivas y levantaba duro el meñique, menudo pájaro. Acierta, acierta Sánchez, y vamos ahora con el despiece cárnico. 

Las brumas de la amnistía pasarán, quedarán afónicos en Ferraz, es la niebla del camino que levanta el sol de los días, el afán presente. Puchi de Waterloo no volverá a hacerlo, esto es un negocio, de lo que se entera nadie, y está más cómodo con la cartera llena, escolta, chófer y alguna novia rubia, de personaje por Ramblas, Gótico y Plaza Real, que haciendo el canelo entre barrotes. La trena de Junqueras ocurre si eres oso y te gusta bostezar, pero Puchi es un vividor, qué coño de urnas, él lleva el voto colgando, ahora toca dolce far niente, apretar al maromo por más pasta.

Sánchez compra un poco de paz, lo que tampoco está tan mal. El Jabo, Jabois, dice lo mismo que Ussía Junior, que esto es una cosa de amnistía pija, de pijos con pasta, a quienes siempre libraron de la lluvia, a quien el paraguas sienta como otro bastón dandy, y seguirán en eso, la pastizara y el pastizara, la trola y el trinque. Tardá tiene toda la razón lírica, son traidores, pero aquí de lo que se trata es de ser ricos, lo otro ya va en segundas. 

En un soberbio manguerazo (de pasta, de euros, de talento) es ya el líder absoluto de la izquierda española: Pedro Sánchez. Ya no hay coletas alrededor, en el correspondiente duelo al natural, y Yolandita, si acaso, pía como mero gorrión sobre el hombro, un pajarito. Pronto habrá nuevas caras ministeriales, lo que siempre renueva la escena y limpia el electorado. Sánchez tiene un interlocutor: el currito al que le sube el salario mínimo, el de la dependencia, el becado y becario, así subirá de los doce millones y medio de votantes a mucho más. El hachazo por arriba, a los bancos y ricos, va en el pastel, y con eso liquida el déficit. El discurso anticrisis, por abajo, no tiene competencia posible. Derechos sociales, ayudas a la vivienda, lucha contra la desigualdad, bono cultural. Se lo dijo la Mertxe Aizpurua y él le guiñó un ojo, por si llegaba de nueva al bar del silencio: «Usted debe gobernar para las clases trabajadoras y populares, que son las que le han votado».      

Feijóo desaparecerá entre los montes gallegos un día de mucho frío. Sánchez le insinuó una verdad palmaria a la que no quiere hacer caso: «Las derechas troceadas jamás gobernarán». Cuando se dirige a un auditorio serio, le llaman blandito, porque son de Vox, y en la calle por mucho que griten fuera y fuera, están encapuchados, y siguen siendo de Vox. Posicionarse contra El Muro (Vox, PP) es astucia, pero detrás del mismo alguien anda tirando los ladrillos del otro, porque no caben ambos en la misma línea.

El negocio territorial se soluciona con cheques: cien kilos por barba, a los vascos para que hablen en vasco, a los canarios para que limpien el volcán, a los gallegos para que beban blanco ribeiro, a los catalanes para que sigan en eso mismo, el dilema, que es una ubre abierta y gorda, parece una polla, siempre con caldo gordo. Lo dijo Pedro Simón: «La política son dilemas». Resolverlos, eso ya no toca, eso es magia Borrás.

«Toda la Ultraperiferia, que recoge cheques y no grita, viene a decir lo mismo: ‘Agradecemos que el Estado nos entendiera y atendiera’. Sánchez no tiene rival»

Resulta entrañable pasar de la calle áspera y violenta («Puigdemont a prisión») a los bares de renta alta y pensión vieja («Puigdemont me sube la pensión»). Esto es un negocio, el de vender la burra de aire y nada, mientras se cobra por adelantado y al contado, un negocio cojonudo. No tiene rival en su sector, Sánchez es el líder absoluto de la izquierda proletaria y sindicalista, mientras que Feijóo padece un cáncer donde no cabe cirugía (Vox). Cómo se los quita de encima, cómo. Alguien dijo que la cirugía era el fracaso mismo de la medicina: cortar o rebanan el brazo que no pueden reparar. Aitor Esteban, con su voz de txacolí, con sus ideas de pacharán, es el mejor: «Espero lo mejor y preveo lo peor». Claro que sí, hombre.

Luego una pregunta en el aire, un dilema, una chuchería de lujo por el aire a ver si salta la foca: «¿Son siempre ilegales, oiga, los tratos con nacionalistas?». Todos pactaron, todos pagaron.  El rollo trumpista («Me han robado las elecciones») aquí tiene poco recorrido porque somos pocos. Pocos y pijos, según el Jabo y el Ussía. El rollo plurinacional consiste en pagar y mirar un rato al techo, sin más pronunciamiento, hasta que el otro sonríe y te la chupa. Dice Néstor Rego, galleguiño en vaqueros: «El trato igualatorio es la condonación de la deuda». El trato igualatorio es pagar. Para partirse el culo, vamos.

Toda la Ultraperiferia, que recoge cheques y no grita, viene a decir lo mismo: «Agradecemos que el Estado nos entendiera y atendiera». Sánchez no tiene rival. Un atisbo, quizá, de nerviosismo, que ellos mismos puedan romper el cesto, pero es poco probable. El teatrillo, el Congreso, pasa pronto a los copazos a dos euros, mientras las lecheras se congelan fuera y los voceras van a los figones de montaditos a reponer fuerzas. Los enemigos –dijo Churchill- son los de la propia bancada y los rivales en frente.  

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