La batalla contra la leyenda negra
«España ha tenido un papel relevante en la historia de Norteamérica, pero el Hispanismo se encuentra en crisis»
La reciente publicación del artículo «Cuando las Indias cruzaron el atlántico» por Carlos Malamud, profesional de la Historia a quien admiro y respeto, me incita a realizar algunas observaciones o comentarios en relación con su reseña sobre el libro de Mira Carballos El descubrimiento Europa. Indígenas y mestizos en el Viejo Mundo, cuyo texto deseo leer en cuanto llegue a mis manos.
Mis observaciones no tendrían motivo si coincidiera en todo lo que expone Malamud en su interesante artículo y entiendo que nuestras divergencias sobre el tema pueden deberse más a un diferente enfoque que al fondo de la cuestión, en lo que probablemente coincidimos en lo esencial.
En el enfoque de un historiador prevalece, como bien señala el artículo, el ofrecer a sus lectores «fuera de lo estrictamente científico e incluso más allá del debate político, historia y las ciencias sociales» por presentar un relato desapasionado y objetivo del legado de España en América.
El enfoque de un diplomático jubilado con afición por la historia es que es necesario luchar contra una percepción sesgada y negativa de este mismo legado, bien utilizando los medios (más bien escasos) ofrecidos por los gobiernos españoles de diferente signo político y, en su defecto, acudiendo al respaldo de la sociedad civil ilustrada.
En cierta ocasión, el profesor José Varela Ortega —autor de España, un relato de grandeza y de odio—, respondiendo a a mi observación de que en su libro realizaba una respuesta demasiado aséptica o relativista sobre la propaganda antiespañola, me contestó que los profesores de Historia analizaban los hechos con la misma frialdad y objetividad con que los facultativos diagnosticaban la situación del enfermo, embutidos en su aséptica bata blanca. Me impresionó esa metáfora porque, de acuerdo a las experiencias que había tenido en los 42 años de mi vida diplomática, pensaba que en ciertos casos esa bata del facultativo podría estar manchada de sangre.
Esta afirmación pueda parecer exagerada pero con ello intento expresar es que cuando los diplomáticos jubilados o historiadores aficionados intentamos enmendar la versión distorsionada del sistema de colonización que desarrolló España en las dos Américas, en realidad estamos participando en una batalla que ha durado varios siglos, pero cuyas secuelas siguen presentes. Por ejemplo, en la confrontación entre los valores de la comunidad hispano-latina en los EEUU y el intento de absorción e imposición de sus patrones culturales por parte de la comunidad anglosajona.
Quizás hubiera debido empezar este escrito indicando que no estoy de acuerdo con lo que expone Carlos Malamud al principio el suyo: «Uno de los efectos no deseados del procés catalán fue el gran impulso que recibió el nacionalismo español desde las perspectivas más variadas, especialmente más rancio y el más tradicionalista».
Esta afirmación supone ignorar o menospreciar la tarea anterior desarrollada por entidades públicas y privadas para dar una visión más completa y objetiva de la historia, como la exposición Legacy. España y los EEUU en la era de las independencias. (1763-1848) en la National Portrait Gallery de Washington (Smithsonian Institution) en septiembre de 2007. Esta gran exposición fue completada con un simposio celebrado en las mismas fechas y en el mismo marco donde intervinieron historiadores y sociólogos de la talla de Enrique Krauze, Carlos Marichal, Felipe Fernandez Armesto, Emilio Lamo de Espinosa y el fallecido David Weber (último representante de la llamada escuela de la frontera fundada medio siglo antes por H. E. Bolton).
Las ponencias de dicho simposio fueron después publicadas la colección El arquero (Ed.Biblioteca Nueva, 2013) y, por mencionar solo uno de los ensayos, el de Enrique Krauze versaba sobre Puentes culturales entre EEUU y Latinoamérica glosando la conocida novela corta de Herman Melville Benito Cereno para demostrar precisamente que dichos puentes habían sido truncados desde hace tiempo.
Volviendo al tema de la supuesta relación entre el proceso independentista catalán y la publicación de diversas obras que combaten la leyenda negra quizás a Carlos Malamud le convendría saber que Elvira Roca Barea, —citada en su artículo por su éxito editorial del ensayo Imperofobia y leyenda negra—, daba hace pocos meses una conferencia, —patrocinada por la Hispanic Society—, donde trataba precisamente del supuesto paralelismo entre el proceso independentista y la difusión de la leyenda negra. En lo que disiento.
Lo que quizás esboza Malamud, claramente, pero que yo no tengo inconveniente en expresar claramente, es que autores como Elvira Roca Barea o Marcelo Gullo, al no encontrar el apoyo a sus obras en instituciones oficiales del actual gobierno, —supuestamente de izquierdas—, han buscado el respaldo y la promoción en un entorno de derechas. Lo que considero un error, porque entiendo que la defensa y difusión de una versión objetiva y positiva del legado de España en América debería figurar de forma prioritaria en una política de Estado, con absoluta independencia de las ideologías de izquierdas o de derechas.
Por haber estado destinado en tres ocasiones en diferentes puestos diplomáticos en los EEUU (Nueva York, Los Ángeles y San Juan de Puerto Rico) he podido seguir a la evolución de la historiografía del mundo académico y de la opinión pública estadounidense sobre el legado de España en Norteamérica. Y últimamente me preocupa lo que podría considerarse una crisis del hispanismo en los Estados Unidos.
España ha tenido un papel relevante en la historia de Norteamérica, como han reconocido importantes hispanistas americanos como George Ticknor, William Prescott, Charles Lummis. Y en el siglo pasado, el historiador Herbert E. Bolton, creador de la llamada «Escuela de la Frontera Española». Al mencionar la actual crisis el hispanismo hacemos referencia tanto al hecho biológico de la desaparición en tiempos recientes de algunos de los más importantes hispanistas, como Jonathan Brown, el propio David J. Weber y Sir John Elliott, como de una actitud negativa e incluso violenta en ciertos estados contra los monumentos y símbolos del extraordinario legado histórico de España en Norteamérica.
Es indiscutible que estas reacciones sean al menos en parte resultado de la pervivencia de unos estereotipos muy antiguos que se han ido filtrando en la historiografía de raíz anglosajona que conceden relevancia a las raíces de esa herencia cultural y en cambio ignoran o minusvaloran el legado de España en Norteamérica. En ese contexto me parece interesante destacar la relativa falta de conocimiento y reconocimiento de la importante ayuda de la corona española a la guerra de independencia de las colonias contra su metrópoli, cuyo aniversario va a celebrarse en el año 2026.
En mi opinión esa postura podría obedecer tanto a razones de tipo psicológico —la pervivencia de los estereotipos antiespañoles antes citados—, como de tipo objetivo: tras el tratado de París de 1783, dos tercios del territorio continental de los actuales Estados Unidos seguían bajo el dominio al menos teórico de España, lo que convertía a nuestro país de la posición de aliado a rival en la necesaria expansión hacia el oeste.
La penúltima escaramuza de esta batalla podría librarse en relación con un proyecto de la Smithsonian Institution de crear en Washington un Museo Latino —a semejanza de los que se hizo con el Museo Afroamericano—. Existen indicios de que la cultura dominante anglosajona intentaría realizar en ese museo una referencia exclusiva a la aportación de cuño reciente de los «latinos» en EEUU, sin mencionar en absoluto los tres siglos de legado «hispano» en muchas zonas de ese gran país. Con los que se estaría escamoteando la herencia material y espiritual de 60 millones de individuos que constituyen la comunidad de origen hispano.
Volviendo a la idea de que para analizar la historia resultan lícitos y posibles distintos enfoques, entiendo muy bien que los historiadores profesionales —con su bata blanca— intenten eludir estos temas espinosos y dejen a los diplomáticos jubilados y a otros miembros de la sociedad civil proseguir el combate por la defensa y difusión del legado hispano de los EEUU.