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Viento nuevo

Treinta millones bajo el ala

«Los millones de Bruselas, antes oro de Moscú, viajan más rápido que algunos sueños lentos»

Treinta millones bajo el ala

El secretario general de UGT, Pepe Álvarez y la vicepresidenta segunda del Gobierno y ministra de Trabajo y Economía Social, Yolanda Díaz. | Europa Press

Llora el fular palestino de Pepe Álvarez y enmudece el bigotillo negro. Llora el pelillo cortado a lo cadete de Pepe Álvarez y enmudece la camisa por fuera del pantalón, con los faldones como dos estolas. Lloran las americanas de Zara de Pepe Álvarez, en su dúplex del centro de Barna, y enmudecen los bajos de los pantalones vaqueros, doblados hacia fuera como los llevaba Umbral. UGT y la patronal tendrán que devolver la subvención a dedo de treinta kilos, treinta millones de euros, para sus rollos, en la vieja historia de los cursos de formación, eternos cursos de formación, donde tantos (en la Asturias de Pepe) se hicieron ricos. 

El Tribunal Supremo es garante del Estado, lee con esa lectura comprensiva sin pausas que ahora quieren instaurar en los colegios, y anula el Real Decreto del 20 de diciembre por el que llegaban todos los millones voladores de Europa, los eternos fondos europeos para pocos, el riego de otro cuento que no acaba nunca, el del Plan de Recuperación, cuando pagan otros y soy yo el me harto de comer a dos carrillos. Los ojitos negros de Pepe, humedecidos por el viento leguleyo, son un poema en el dúplex maravilloso, igual cerveza de lata, igual algo de vino negro del país, pero el humo se disipa y vuelve la realidad sólida de la vuelta del pastizal gordo a sus orígenes. Garamendi, suponemos, ni frío ni calor, porque está acostumbrado a cifras mayores, y siempre se ha subido al tren con un pie, el otro fuera, porque no se fía. El Tribunal Supremo mete en la Túrmix la Ley de Subvenciones, dice que esto no va a así, y habla de «circunstancias excepcionales» no acreditadas, lo que nos parece un ejercicio literario impropio de tan alto tribunal, casi una metáfora. 

Pepe Álvarez y Yolanda Díaz, Yolanda y Pepe, ambos tan amigos, ambos tan cerca del mismo bigote de peluchín y fular largo perfumado, en ese paréntesis de dudas para todos y un abrazo entre ellos que hasta la fecha los ha blindado de cualquier asedio. El alto tribunal se ha descojonado con los cursos de formación, nos dicen nuestras fuentes de agua clara. Se alude en las papelas nerviosas, redactadas en las madrugadas de sótanos sin dúplex ni vista panorámica, a la guerra de Ucrania o la pandemia ya olvidada. Tiene gracia, sigue teniendo gracia, sí, mucha, esto de cubrir una papela con un Bic, en dos tragos largos de Mahou, para recibir treinta millones de euros. A doña Celsa Pico Lorenzo, magistrado del Supremo, no le tiembla el boli. Los mismos operadores sociales intentaron idénticas tretas o parecidas en el Real Decreto del 15 de Diciembre. La chapuza sigue acompañando a UGT, y la culpa la tiene el fular palestino que debe ser francés, porque para escribir bien lo fundamental son unos buenos gemelos en la camisa, como dijo Eduardo Mendoza, o unos buenos anillos, porque con anillos se escribe mejor, como escribió el hijo de Haro Tecglen, colgado del jaco, roto el naso. 

Las condiciones bajo pandemia, a la hora de sablear al Estado por guita, no son las mismas que con ese mismo Estado despierto, por culpa de sus tribunales de mayor rango. El alto tribunal declara nulo el decreto presentado por la Confederación Nacional de Pymes y nuestros amigos de UGT. Pobre Pepe Álvarez, hoy con los folios mojados, la tinta del Bic corrida, vuelta a empezar. El mondongo brilla entre las sombras, bajo la luz entera de la noche, mientras llueven zapatos sin cordones: treinta millones de euros a repartir entre dos patronales y una organización sindical. El burle no pasó la aduana. El burle pitó a la primera por el arco de la alarma dormida. El burle no pudo ser más torpe. Debió respetarse la Ley General de Subvenciones, según los magistrados, y en convocatoria pública, con todos sus trámites, sin dedos ni dedazos divinos que señalen a la luna de Bruselas con nombre propio. Los sindicatos siempre tienen prisa por volver al bar y aquí pensaron que esto era un ticket de aparcamiento, poca cosa, baratura y baratija, para risa entera ahora de Garamendi, que siempre está igual, leyéndose las cosas dos veces y creyéndoselas a medias, casi nada, rótulos y eso, en diagonal.

La nulidad de todos los Reales Decretos tiene efectos restitutorios. Hay que devolver la pasta, Pepe. Los treinta kilos bajo el ala, que fueron bulto, ahora son hueco y espacio vacío. La ilusión eterna por la subvención siempre fue así, yo creo. Mucha fantasía, una pizca de realidad, poco futuro. UGT, CEOE y CEPYME tendrán que devolver los treinta kilos apretados y calientes. Realmente, 30.6 millones de euros. Un mes justo para la ejecución de la sentencia. Hay opción entre el sindicato y las asociaciones empresariales de presentar recurso de nulidad o alegaciones, pero mejor no enredar más. Garamendi, listo como él solo, rápidamente, ha dicho que esto era una ayuda, jamás un fondo decisivo del que dependa la actividad común de la CEOE. Tiene gracia ese golpe de muñeca. Los millones de Bruselas, antes oro de Moscú, viajan más rápido que algunos sueños lentos. Pepe Álvarez, entre legañas, ve la letra temblona de sus folios terribles, que ahora son agua, escritos en el agua, no valen ni para limpiar la vitro de la cocina. Pobres treinta kilos. Los millones de Bruselas son regalos envenenados, quitas el lazo y solo queda ese mismo humo de un fuego idealizado. El fular de Pepe es ya un pañuelo para mucho moco verde y líquido. La llorona, sobre los tejados de Barna, pide más vino blanco helado.

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