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Cataluña nos roba

«El actual sistema de financiación de las comunidades autónomas es asimétrico y caprichoso»

Cataluña nos roba

Pere Aragonès y Carles Puigdemont, en una imagen de archivo. | EFE

Nosotros y ellos. Ellos y nosotros. Los españoles resignados de cualquier comunidad autónoma frente a los nuevos ricos de la trola y el trile. Diversos economistas dibujan esa brecha: la diferencia entre Cataluña y todos los demás. Cada semana sale un dato nuevo sobre los abusones, quienes se comen la merienda del resto en el recreo. El último apunte espeluzna: una financiación extra de 3.000 millones a las regiones pobres españolas solo reduciría la brecha un tercio. Apenas un vaso de agua con mortadela. Los jetas siguen en el banquete de sí mismos, a costa de los demás: resignados, pobres, desamparados. 

El actual sistema de financiación de las comunidades autónomas es asimétrico y caprichoso. Cataluña supera en 730 euros, por habitante, a la región más pobre de España. El oro de los catalanes les sale hasta por el ojo negro. El colectivo Fedea, unos inocentes, hablaron esta semana de poner sobre la mesa 3.000 millones para justo eso, superar diferencias, otra quimera. Los habitantes de las regiones infrafinanciadas sufren por barba 450 euros. La financiación, grosso modo, viene por un lado de la propia comunidad y por otra del estado, dos grifos donde uno no suelta ni gota. Fue una bolsa común que repartía el monto según la población de los lugares y el nivel de renta de los mismos. La distribución debería ser simétrica, cuando no ocurre así: sobrefinanciados frente a infrafinanciados, pura divergencia. Los catalanes son los reyes del pastel pero entre otras regiones bien regadas figuran: Cantabria, Baleares o La Rioja (3.400 euros por habitante). Un poco más abajo pero bien de cara al sol son: Castilla-La Mancha, Andalucía, Comunidad Valenciana, Murcia (2.400 euros por habitante). Si la financiación media es de 100, unos pasan de 120 y otros no llegan a 90. El director de Fedea, Ángel de la Fuente, y otros líricos, sí, pretenden una reforma eterna del crucigrama. La realidad es el menú diario: financiación a la carta, con mantel blanco y caldos caros, sin mayores trances. 

Fedea es una fundación que nos trae el existencialismo: lo primero, según ellos, es analizar el nivel de bienes y servicios públicos de los que uno goza en tal sitio; en segundo lugar, cuál es la financiación de esos servicios para mejorar o mantenerse como hasta la fecha. Por último, una mirada sin ojos, vía espejo retrovisor, a ver cómo están los demás, qué tienen ellos de los que nosotros carecemos. Finalmente, lo acostumbrado, llorar sin lágrimas por los guays frente a los parias de la tierra. La gran nivelación del sistema de financiación territorial –saqueo incluido- viene de urnas y pactos a oscuras. Te doy porque te necesito y, si nada necesitase de ti, ni me conocerías. La redistribución de recursos entre ricos y pobres, con el fin de igualar la capacidad de prestación de servicios, sería el cometido socialista inmediato. A esa enfermedad, los de Fedea, asunto gracioso, imponen una vacuna clásica: subida de impuestos allá donde la luna ilumine los charcos a la hora en que los perros hurgan la basura diaria.

La subida de impuestos, dicen, resolvería la vieja cuestión de los incentivos territoriales derivados de las nuevas inyecciones de recursos estatales, sin coste político para las regiones territoriales. Vienen a decir que lo paguen ellos, muy gracioso, para que luego no venga ninguna quita por parte de los de la manga de riego gorda, pero cómo lo van a pagar, si quedamos que estaban caninos. La economía vuelve a ser la mejor novela de no ficción contemporánea. La nivelación (todas las comunidades iguales) propiciará el florecimiento entero de los rosales: la mayor y mejor cohesión territorial y social, incluyendo en ella a los territorios forales. La descentralización provocará que la brecha sea ya grieta, que la cuneta quede lejos de las principales autopistas, que los olvidos culpables sepulten cualquier esperanza equitativa. La reforma autonómica vendría a ser desenvolver el regalo (los 3.000 millones) y una subida de impuestos donde vamos equiparando a todos con la suma y resta de ese mismo fondo más los ingresos nuevos que llegan al bancal para la siembra. Aquí entra la Fundación de Estudios de Economía Aplicada, junto a la Asociación de Periodistas de Información Económica (APIE), para subrayar esa fiesta. 

El fondo, el mogollón, los tres mil millones, solo sería una medida hasta que se reforme el riego autonómico, luego ya se integraría en el sistema general. El fondo pondría lo que les falta a algunos para sacar la cabeza del barro y ello borraría cualquier diferencia territorial. La reforma del sistema de financiación autonómica lleva vigente desde 2009, pendiente de revisión desde el 2014 y el Gobierno quiere despacharla en esta legislatura. La Fundación de Estudios de Economía Aplicada (Fedea) ha escrito su librito, fiel radiografía de nuestros días: Financiación autonómica y local. Todo muy bonito. ¿Se zampará Cataluña esos tres mil millones con patatas a las finas hierbas y algún rioja de batalla entre reunión y reunión? Seguro. Todo es poco. España nos roba. La gula aumenta con el estómago lleno y el hambre cierra los estómagos vacíos. Fedea, estos chicos tan inteligentes, lo vienen a decir en el librito: la financiación a la carta de Cataluña liquidará la deuda de 22.000 millones que tienen con España. Hacienda debe publicar las balanzas fiscales oficiales (incluido el pacto con Junts). El mantra verdadero es: Cataluña engorda porque nos roba.

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