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Opinión

Presupuestos participativos: una burla al contribuyente

«Los “presupuestos participativos”, facilitan, a costa del contribuyente, que los políticos se congracien con grupos de presión organizados»

Presupuestos participativos: una burla al contribuyente

Budget. | Freepik

Los “presupuestos participativos”, cada vez más comunes en ayuntamientos de toda España, pretenden ser una forma de democratizar y hacer más transparente la gestión de los recursos municipales. Los mismos consisten en destinar una parte de esos recursos a financiar proyectos que decidan “los vecinos”. Para ello, los ciudadanos presentan sus iniciativas y, según determinados procedimientos, se seleccionan los que se consideren mejores hasta cubrir el presupuesto asignado.

Una de las cosas que más me llama la atención es que haya gobiernos municipales que admitan abiertamente que usarán una parte de sus recursos en proyectos no prioritarios o incluso superfluos. Porque si da lo mismo utilizar una parte del presupuesto en una u otra cosa, es lógico deducir que no se trata de un gasto necesario.

Si la cuestión fuera decidir el destino de una donación, podría tener algún sentido: “nos han regalado este dinero; ¿en qué preferís que lo gastemos?”. Pero el caso es que los recursos que se destinarán a cualquier cosa no surgen de una donación, sino de los impuestos que pagan los vecinos con una parte del fruto de su trabajo

El procedimiento respetuoso con el contribuyente sería la determinación de los proyectos más urgentes, mediante un análisis de rentabilidad económica y social, dentro de un presupuesto siempre austero, y a eso aplicar los recursos disponibles. Si los ayuntamientos se nutren de la confiscación de parte de las rentas y patrimonios de los vecinos (los impuestos), es razonable exigirles una continua austeridad. 

«Si da lo mismo utilizar una parte del presupuesto en una u otra cosa, es lógico deducir que no se trata de un gasto necesario»

Los “presupuestos participativos” subvierten esa lógica. Primero, se confisca a los vecinos una parte de lo que es suyo. Luego, se decide qué hacer con el dinero. Y cuando sobra, como es el caso de las partidas asignadas a los “presupuestos participativos”, se invita a “los vecinos” a “debatir” en qué gastarlo. De paso, se da una pátina de “transparencia” y “democracia” a lo que en verdad es una burla al contribuyente: si le han confiscado más de lo necesario, lo único coherente con la libertad y el derecho de propiedad es que le devuelvan el exceso. La única excepción sería aplicar ese exceso de recaudación (lo asignado a los “presupuestos participativos”) a la amortización de la deuda municipal.

Ni lo uno ni lo otro entran en el marco mental socialdemócrata que permea la lógica de nuestra clase dirigente, que sigue pensando que el dinero público “no es de nadie”: prefieren despilfarrar lo que han arrebatado de manera ilegítima al contribuyente antes que devolverlo o amortizar deuda. La razón es simple: el gasto público es una herramienta de poder. Cuantos más colectivos sean agraciados con las dádivas del poder, en este caso municipal, mayor sería la rentabilidad electoral del gasto. Por eso, incluso, puede argumentarse que, lejos de ser una herramienta de participación ciudadana, los “presupuestos participativos” adulteran la democracia, al condicionar el voto.

La participación ciudadana es, en todo caso, marginal. ¿Quién tiene tiempo, información y los conocimientos necesarios para proponer de manera seria un proyecto de gasto municipal? Los “presupuestos participativos”, entonces, facilitan, a costa del contribuyente, que los políticos se congracien con grupos de presión organizados.

Además, al desligar la discusión del gasto municipal del tema de la obtención de recursos, se promueve la idea de que el gobierno “da” y la sociedad “recibe”, cuando lo cierto es que el gobierno solo entrega lo que antes arrebató a esa misma sociedad.

Tenemos municipios excedidos en gastos y funciones (el alcalde que diga que todos los gastos de su municipio son imprescindibles, que tire la primera piedra), que lejos de pensar en optimizar el uso de sus recursos, deciden que una parte se gaste en lo que sea. ¿Transparencia, democracia y participación? Para mí se parece mucho más a un atraco.

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