Cuando la IA es más inteligente y menos artificial que una presentadora de televisión
«Algunos temen que una IA nos quite el trabajo, pero en este caso se lo ha quitado a Suescun y a Rivas: nos hace un favor»
Alba Renai, como otras influencers de moda, da el salto a la televisión y presentará en Mitele los Supersecretos de Supervivientes, el reality estrella de Telecinco. Pero, a diferencia de sus compañeras en las redes sociales que han querido probar fortuna en un medio que algunas consideran decadente, Alba no pisará los platós de la cadena. Ni siquiera pasará por el arco de seguridad del edificio central de Mediaset, tampoco pisará los míticos pasillos de la sede de Fuencarral que tantas veces vimos de refilón en las aventuras vespertinas de Sálvame ni se tomará un café con los compañeros de redacción. Alba nunca probará el menú de la cafetería. No es que sea una elitista que rehúya el contacto con la gente, no es eso, es que la chica no existe: tan solo es una creación de inteligencia artificial.
Alba no tiene pasado, solo un presente entrenado por el ordenador que se encarga de concebir un día a día que encaje en el target comercial al que se dirige su perfil: apenas 3.900 seguidores se entretienen con sus posts y sus stories. No he querido seguirla porque, la verdad, me da un poco de vergüenza, pero me ha dado por echar un vistazo a lo que escribe en su cuenta para sentir solo vergüenza ajena: Alba hace cosas que no entiendo, como celebrar el Día Internacional de la Mujer en una pizzería y decir algo tan profundo como «cada una de nosotras es única y valiosa, como los diferentes sabores que ofrece este lugar». Nunca se me habría ocurrido comparar una mujer con una pizza, pero, qué demonios, ¿qué sabré yo si no soy una inteligencia artificial?
Alba, como buena influencer, no hace nada en la vida: un desayuno sano por aquí, un posado frente al espejo por allá, que si un total look para que veamos lo mona que va esta chica siempre, algo de yoga para lucir tipito y turisteo variado para lucir palmito. Alba también va de modelo y nos hace ver que se sube a la pasarela en Milán (ojo, que hay gente se lo cree). Para ganarse nuestros corazones, Alba abre su corazón digital y hace confesiones: «Yo tengo tres lunares como marca de la casa. No solo iluminan mi rostro, también mis emociones. ¿Sabíais que cambian de brillo en función de cómo me siento?». Me ha dado un poco de pena. O miedo. No sé si Alba es como un Nexus 6 y acabará una retransmisión diciendo eso de que sus lágrimas se perderán como lágrimas en la lluvia. Pero también puede ser que se convierta en una suerte de Hal 9000, el ordenador de la nave Discovery de 2001, una odisea en el espacio y acabe con todos los concursantes del reality. Porque, además, es una provocadora: «Me encanta el deporte, pero me faltaba incluir el running en mi rutina. ¿Creéis que lo conseguiré? ¿Consejos para una principiante?». A ver, Alba: no lo vas a conseguir, no tienes piernas.
Darle tanta responsabilidad a esta IA es un poco precipitado. Más que nada, porque la tecnología no está lo suficientemente desarrollada: que se lo digan a Kate Middleton, que ya ha aprendido que todavía es incapaz de controlar bien los dedos de los seres humanos. De hecho, en la promo del programa, Alba apenas enseña las manos. Por si acaso. Tampoco puede cerrar la boca. El efecto es raro de narices. Ella habla y habla, pero los labios no llegar a cerrarse jamás mientras parece que la saliva se va acumulando en su sonrisa eterna. Y eso que al menos han evitado los extraños espasmos de cuello y cadera que padece en los vídeos de su cuenta mientras hace entrevistas. En movimiento, Alba es más falsa que las mascarillas del caso Koldo. Pega un cantazo brutal, porque la mirada tampoco acompaña: su cuerpo va a Londres y sus ojos, a California.
Algunos ponen el grito en el cielo porque una IA viene a quitar el trabajo a la gente. Pero, en este caso, se lo ha quitado a Sofía Suescun y a Alexia Rivas, así es que, si me apuran, nos ha hecho un favor: es más inteligente y menos artificial que sus predecesoras. La cosa se pondrá interesante dentro de unos años, cuando en lugar de suplantar a los presentadores, la IA le quite el puesto a los consejeros delegados de Mediaset.