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Opinión

Alemania: la gran ola nacional

«El éxito nacionalista de Alternativa por Alemania es la punta del iceberg de un cambio generacional que afecta a la UE»

Alemania: la gran ola nacional

Simpatizantes de AfD en el estado de Turingia (Alemania). | EFE

¿Por qué vuelve a arraigar el nacionalismo, tanto entre los jóvenes como entre las jóvenes naciones centroeuropeas, esto es, con menos de 100 o 150 años de historia? Uno de cada cinco alemanes ha votado por una fuerza, hasta hace poco, indeseable: Alternativa por Alemania (AfD). Ultras y antisistema, envalentonados, ahora con 150 escaños en el Parlamento federal, están pidiendo ya el fin del clásico Brandmauer, el cortafuegos que protegía la centralidad consensual del sistema alemán desde 1945.

¿Qué hacer? Aunque democristianos y socialdemócratas mantendrán el statu quo, el partido de Alice Weidel ha duplicado sus votos, sacando fuerzas a izquierda y derecha (a la propia Unión Democristiana, ganadora, le ha seducido un millón de votantes). El 70% de los alemanes no quiere nada con una fuerza que considera una amenaza dañina; pero como también argumentaba en TV desde Sajonia (AfD, 37%) el alcalde oriental Mirko Geissler, «o bien se les pone a prueba en el gobierno o crecerán hasta un 40% y 50%».

Culturalmente, el problema con las prohibiciones es la rebeldía connatural a la gente, que va en aumento cuando es intergeneracional: Alles für Deutschland (todo por Alemania) uno de los viejos lemas de la época nazi, ahora se canta provocativamente con un Alice für Deutschland (Alice para Alemania). Prohibir es amplificar. Los ajenos se han sorprendido al ver el mapa electoral casi exactamente dividido, como en la Guerra Fría, entre la RFA y la RDA, con éxito incuestionable entre los excomunistas del nacionalismo, la xenofobia y el desencanto.

Probablemente sea la diferencia de educación en principios: el comunismo ha resultado más egoísta y la democracia cristiana más social. Como se sabe, los hijos del internacionalismo comunista son la recluta de la extrema derecha en toda Europa, desde los obreros franceses de Le Pen de los ochenta a los excomunistas hoy del Este, de Budapest a Bucarest, pasando por nuestros inmediatos Bildu y ERC en España. Si conviene esta traducción al español es porque, por una vieja convención nunca escrita, en España se viene llamando «nacionalistas» a la extrema derecha mientras que llamamos «extrema derecha» en Europa a los mismos nacionalistas; algo que, no se sabe bien por qué, nos deja mucho más tranquilos.

La protesta nacional y proteccionista, con sus distintas inclinaciones libertarias, estatistas, de mano dura o meros cantamañanas populistas -lo que vagamente se dice ultraderecha- viene haciéndose fuerte en Europa.

«La ola nacional que viene con AfD no puede reducirse a incertidumbres, resentimientos y populismos en el censo electoral»

Es sin duda la herencia de 70 años de hegemonía social de mercado, un sistema socialdemócrata inventado en realidad por los democristianos centroeuropeos con aportes ingleses y escandinavos, y que funcionó bastante bien, en vida de todos los beneficiados que hoy la critican, pero hoy encubre sin duda serias averías y sobre todo produce un imparable desencanto.

La ola nacional que viene con Alternativa por Alemania (AfD) y que por supuesto contagia de resquemores y egoísmos a izquierda y derecha, pero especialmente al probable ganador democristiano, Friedrich Merz, no puede reducirse todo a incertidumbres, resentimientos y populismos en el censo electoral.

La izquierda postcomunista ha tenido también un gran éxito en TikTok, que ha elevado a su elocuente líder Heidi Reichinneck hasta un 9%; en el otro extremo, la ha superado en viralidad la ultraderechista Alice Wiedel. En paralelo, una bandada de guapos y atractivos influencers ha irrumpido por primera vez en una campaña electoral, con discursos frescos, simplones y egoistones: son influencers creados con IA y la cuestión por dilucidar es no sólo su alcance, sino su origen.

Si Elon Musk y su Twitter, tanto como el presidente Trump, han intervenido en campaña -con poco eco, realmente- no es de desdeñar el que, entre las nuevas generaciones post-políticas, la influencia de estos mensajes fáciles canalizados por personajes atractivos, pasen a ser un nuevo factor de disrupción de la opinión y la política occidental. Ya se ha visto la que tienen las granjas de bots y medios falsos patrocinados por Moscú en toda Europa en el enardecimiento de los temores y la acritud del antes satisfecho ciudadano occidental.

«No hay que olvidar que Alemania ha creado casi todas las ideologías conocidas hoy, sean de curso legal o ilegal»

En AfD hay de todo y también pájaros de cuidado, como advierte la policía secreta, y no es broma. Además de hartazgo y resentimiento, ¿hay propuestas execrables, reaccionarias y fascistoides de verdad, y no de las que anuncia cada viernes Moncloa? Sí. Notable es que hasta la líder francesa del RN, Marine Le Pen, ha preferido distanciarse de Alternativa por Alemania (AfD), juzgando demasiado rancio el nacionalismo de Alice Weidel.

El auge de los disconformes con posturas egoístas, de hartazgo y extremistas, cuando no directamente antisistema, supone el fenómeno más claro de las últimas elecciones europeas, en la primavera de 2024, y lo confirman las elecciones en Alemania; y no hay que olvidar que ésta no sólo es la primera potencia europea, sino también quien ha creado casi todas las ideologías conocidas hoy, sean de curso legal o ilegal. Es decir, si algo hace el pensamiento alemán y su sociedad es influir: lo que no logró el lepenismo francés en 40 años, lo han logrado los alemanes y excomunistas centroeuropeos, con la ayuda solícita de Vladímir Putin y la madre Rusia.

Para el servicio interior de inteligencia (llamado de Protección de la Constitución) hay elementos de la AfD que son inconstitucionales, lo que, aunque en España tenga un pase hasta en Moncloa, en Alemania es infracción intolerable. Pero claro, ¿no son ya varias las democracias, homologables como la española, donde políticos en ejercicio prueban los límites o incluso abusan de los procedimientos constitucionales? ¿Alguien cree que eso no lo ven -y toman nota- Putin, Trump, Orbán, Babis o Alice Weidel, la flamante lider de la AfD?

En los noventa, la Unión Europea era el modelo de todos -hasta de los soberbios suizos- mientras que 25 años después es algo entre una señora segundona entrada en carnes y un Corte Inglés que aún funciona bien, pero ya no es sombra de lo que fue, y ni siquiera sabe que existen Amazon, Zalando y Wallapop.

«En Europa Central hay una nueva sensibilidad fortísima, un nuevo nacionalismo y otra política»

Por acabar en otro tono, una de las buenas noticias es que los alemanes han votado más que nunca desde hace 38 años, con una comparecencia de un 76,6%; ello indica que había ganas de expresarse, de dar una patada a socialdemócratas, verdes y liberales, y de proponer cambios en un país tradicional. ¿Pero hacia dónde? No puede seguir obviándose que en Europa Central hay una nueva sensibilidad fortísima, un nuevo nacionalismo y otra política: Austria, República Checa, Eslovaquia, Hungría, Rumanía, Italia y ahora la AfD (además de la sempiterna cascarrabias de Francia), esto es, el viejo corazón imperial de Europa, han restaurado la primacía nacional sobre el sueño de una realidad europea.

Se dirá que son países pequeños, y que como egoístas no se entienden entre sí (ya se han dividido en Estrasburgo) pero sumados pueden llegar a ser más y sobre todo imponer un estilo nacionalista y unos nuevos tiempos. Traducido, es como si, de ahora en adelante, los intereses particulares de PNV, de Junts, Canarios y Teruel manejaran los destinos de todos. O, bueno, esperen… O sea, sí, exactamente: como si los micro-electorados de Ortúzar y Puigdemont gobernasen el bien común y el interés general.

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