Al cielo con Macarena
«Este artículo no es una defensa de las ideas de Macarena Olona, sino de que pueda seguir expresándolas»

Macarena Olona. | Carmen Suárez (TO)
Granada es una ciudad maravillosa. Un lugar al que ir en cuanto tienes una oportunidad para hacerlo. Y más cuando te invita la Universidad de la ciudad. Cuando el conocimiento, la cultura, la belleza, y la historia se juntan en un lugar, la necesidad de estar allí se mezcla con el agradecimiento de que quieran que estés. Esto es lo que pensaría la exdiputada de Vox, Macarena Olona, cuando fue invitada el pasado lunes a ir a la Universidad de Granada para participar en un coloquio de la Facultad de Derecho para hablar sobre el feminismo y su relación con la ley. Los otros componentes en el acto fueron la abogada Paula Fraga y el politólogo y profesor Santiago Armesilla.
Pero la cosa estaba tensa. Hace casi tres años, la presencia de Olona en otro acto de la misma Universidad provocó que sufriera un escrache por parte de una muchachada a la que no le gustaba la idea de que una persona con ideas muy diferentes a las suyas, las expusiera de manera pacífica y sin querer imponérselas a nadie. Sus razones eran que consideraban a Macarena Olona de extrema derecha, y que, por tanto, no había que darle cabida en la Universidad. Como todo el mundo sabe, la libertad y la democracia consisten en pensar como lo hacen ellos, y sin dejar margen para escoger cualquier otra opción.
La extrema izquierda tiene razones que ni el corazón ni la cabeza comprenden. No sé a ustedes, pero a mí que veinte o treinta encapuchados y con la cara tapada, se crean con la potestad de decidir cuáles son las ideas moralmente aceptables y cuáles las reprochables, me parece de un peligro y de un sinsentido, que sí no lo paramos nos llevará a un callejón sin salida y con vistas sólo al mar más embravecido.
Se temía que la cosa se repitiese. Y así fue. Los radicales tendrán sus virtudes, todas basadas en su planicie mental, pero entre ellas no se encuentran ni la de sorprender ni la de haber alcanzado el más mínimo atisbo de inteligencia. Es más, avisaron que volverían a ir para volver a realizarle un escrache a la señora Olona. Y es que estos encapuchados son felices en su particular día de la marmota. Me parece bien que la historia se repita en sus cabezas, mientras no lo haga en la realidad y el presente del resto.
Paula Fraga y Santiago Armesilla pudieron acceder a la sala donde se dio el coloquio sin ningún problema, pero no pasó lo mismo con la abogada del Estado. No le perdonan que ella no se acompleje ante la violencia de estos y siga defendiendo sus postulados de la manera vehemente como lo hace. Desde la seguridad que da el convencimiento de que sus ideas y preceptos son los buenos. Argumentando con la palabra y no con los puños. Y este artículo no es una defensa de las ideas de Macarena Olona, sino de que pueda seguir expresándolas dónde, cuando y cómo quiera hacerlo.
Tuvo que llegar la policía antidisturbios. La revuelta estaba organizando un lío que más quisiera el programa de Broncano. Se pusieron a cargar, pero «los amantes de lo que está bien» endurecieron sus formas ya bondadosas de por sí, y se agarraban con uñas y dientes a la entrada de la Universidad para que Macarena Olona no pudiera acceder. Una cadena humana que disimulaba muy bien parecerlo. «Prietas las filas», como cantaban los falangistas, y con los que se supone que no se quieren parecer en nada. Y es que no se puede ir contra el método científico cuando dice eso de que los polos opuestos se atraen.
La señora Olona no aguantaba más. Al acto le faltaba poco para empezar. Ella había llegado con tiempo, y no había razón para que se retrasase. El retraso cognitivo se hallaba en quienes no la dejaban presentarse a la charla por no poder aceptar unas ideas distintas a las suyas. La exdiputada de Vox, se iba poniendo nerviosa. Que tiene carácter es una cosa que todos sabemos. Su orgullo personal le iba saliendo por cada poro de su piel, y ahí fue cuando ocurrió la ascensión.
Macarena se vio impulsada por una energía que llevaba dentro, y se elevó por encima de esa turba de encapuchados que también tapaban su cara, y que no había que confundir con los penitentes de la Semana Santa. Olona intentaba caminar por encima de ellos, o por lo menos avanzar de la manera que fuese hacia la entrada del recinto. Los «bondadosos» trataban de empujarla hacia atrás para que no consiguiera su objetivo, y ella se agarraba a su coraje para llegar a su destino. Al final, Macarena Olona logró entrar en la Universidad y participar en el coloquio. Y es que contra lo divino y lo humano no hay nada que hacer.