Carlos Herrera, los segundos serán los primeros
«Cuando cojo un taxi siempre llevan la emisora de uno de los dos ‘Carlos’, aunque suele ganar el partido el bético»

El periodista y locutor radiofónico Carlos Herrera. | Francisco J. Olmo (Europa Press)
Ser el primero en cualquier ámbito de la vida es de una vulgaridad obscena. La soledad con uno mismo más insoportable. Por suerte o merecimiento, un servidor no ha conseguido serlo en nada. Querer hacer las cosas lo mejor posible debe ser la única obligación. La excelencia no tiene nada que ver con querer ser el mejor, sino con querer hacer las cosas bien. El primer puesto sólo consigue apropiarse de la cima de la montaña, convirtiéndote en el blanco más posible de los excrementos de esas aves, carroñeras o no, que también están por encima de ti. El éxito está vacío, como dijo Francisco Umbral. Puede que por ello mi amado Real Zaragoza se haya acomodado en la Segunda División. Haber quedado empalagado por las mieles de un éxito relativo comparado con clubes como el Madrid o el Barcelona. Querer morder el polvo que deja la vida que ensucia, la única auténtica.
Todo esto viene porque ha salido el estudio general de medios (EGM). Carlos Herrera con su programa de las mañanas en la Cadena Cope ha vuelto a quedar segundo. Como siempre. Como el Barça cuando ejercía de lo que es en esencia. Como Bugno, Chiapucci o Rominger cuando sabían que en la misma carrera estaba ese gigante verde con figura de espárrago tan lánguido como largo llamado Miguel Induráin. Un segundo lugar que en el caso de Herrera es cuestión de fe. Cuando cojo un taxi siempre llevan la emisora de uno de los dos «Carlos», aunque suele ganar el partido el bético. Todos sabemos que son los taxistas los que más escuchan la radio y los que mejor conocen los gustos de sus clientes. Carlos Herrera no busca ese segundo puesto, es algo que se encuentra. En su mano está hacer el mejor programa posible y en unos señores que nadie conoce poner las notas con las audiencias. Confiar en el cálculo que hacen de los oyentes tiene el mismo valor científico que hacerlo en el CIS de Tezanos.
Siempre agradeceré a Herrera conseguir convencer a José Luis Alvite de que colaborara en su programa cuando lo hacía en Onda Cero. Era la última sección de la semana. Los viernes después de las noticias de las 12. Alvite tenía rienda suelta para leer el pequeño texto que hubiese escrito para la ocasión. José Luis Alvite era el rey independiente y ácrata de la columna en España. Un republicano que se coronaba cada vez que ponía el punto y final a su artículo. Un distinto al que no le importaba dar igual. En su vida se sabía y se quería gris, como el color de la medalla de plata, la del segundo puesto. A Alvite le gustaba estar con los últimos de la fila hasta mimetizarse con ellos. Brillar sólo en la columna y dejarse apagar dulcemente por la vida el resto del tiempo. Un pesimista que optimizaba serlo. Un ser solitario al que no dejaban estarlo sus metáforas tan únicas como los disparos certeros. Alvite había viernes que no acudía a su cita. A veces la razón era su mala salud de excelente fumador. Huir entre su humo fue siempre una de sus grandes virtudes. Otras puede que siguiera durmiendo, o no recordase esa cita semanal. Pero Herrera siempre le entendió, como se entienden los que son grandes hasta cuando se olvidan de ello, que es siempre. Valga desde aquí este pequeño homenaje a los diez años que se cumplen este 2025 de la muerte de Alvite. Yo tenía menos de esa edad cuando mi padre dejó el periódico en casa, el Diario 16, y me dio por leer una columna que te llevaba al mágico realismo del Savoy. No entendí muchas cosas, pero descubrí la belleza de las palabras cuando se escribían.
Estoy seguro de que a Carlos Herrera la filosofía de vida de Alvite le ha servido de mucho para saber llevar ese segundo puesto, que parece vitalicio. Ser segundo es un acto de romanticismo suicida. El primero de los perdedores, el mejor de los últimos. Estar tan cerca del cielo y que los pies se empeñen en enterrarse lo más posible para que volar no sea nunca una opción. Herrera, como comunicador de la radio de la Conferencia Episcopal, seguro que conoce ese pasaje de la Biblia del Evangelio según San Mateo que dice «los últimos serán los primeros». Pero Herrera sabe que no puede ponerse en el lugar de los que han sufrido en la vida para luego disfrutar del Reino de los Cielos de manera privilegiada. Él sabe que disfruta de una vida que ya lo es. Su mirada «alvitiana» de la vida le hace ser consciente de que los últimos serán los segundos y viceversa. Enhorabuena, Carlos.