Príncipes y golpistas
La desarticulación del golpe de estado en Alemania coincide con el aniversario de una intentona parecida, la del príncipe Borghese en Italia, el 8 de diciembre de 1970
El golpe era la noche del 7 al 8 de diciembre de 1970, por eso entre sus nombres en clave le llamaron Concetta o «golpe de la Inmaculada», aunque los más peliculeros preferían «la Noche Tora-tora», en referencia al ataque japonés contra Pearl Harbor. Querían que fuese un asalto por sorpresa y contundente, como el de la aviación nipona.
Su jefe era todo un personaje, Junio Valerio Borghese, llamado el «Príncipe Negro» por su fascismo fanático. Terminaría exilado en la España de Franco, y cuando murió en 1974 en el Hospital de San Juan de Dios de Cádiz, los aficionados a las conspiraciones dijeron que lo habían envenenado porque «sabía demasiado». Está enterrado en Roma, en la Basílica de Santa María Mayor, la sufragada con el oro español –por eso el rey de España tiene el título de protocanónigo de esa iglesia-, en la Capilla Paulina, junto a su antepasado el Papa Paulo V.
Y es que el Príncipe Negro pertenecía a una de las grandes estirpes romanas, entre sus parientes estaba ese Papa del siglo XVII, Paulo V, que intentó un acuerdo con Galileo, y varios cardenales. Uno de ellos, Scipione Borghese, nepote (sobrino favorito) del Papa, fue uno de los grandes mecenas de la época barroca, construyó la magnífica Villa Borghese e inició la colección de arte que hoy está abierta al público como Galería Borghese, uno de los mejores museos de Roma, que ya es decir. Otro miembro de la familia se casaría con la hermana del emperador Napoleón Bonaparte.
Junio Valerio Borghese hizo carrera en la Marina italiana, e intervino en la Guerra Civil española como capitán de un submarino que atacaba los transportes republicanos. En la Segunda Guerra Mundial fue el comandante de la Décima Flotilla Mas, «los torpedos humanos», que hicieron novelescas hazañas contra los buques británicos. Mantuvo la fidelidad a Mussolini cuando perdió el poder en 1943, y convirtió la Décima Mas en una milicia antipartisana famosa por su dureza. Eso le llevó a la cárcel al terminar la guerra. Fue condenado a 12 años por colaboración con los nazis, aunque estuvo poco tiempo en prisión. Ya se sabe, Italia…
En 1968 se separó del MSI (Movimiento Social Italiano, heredero del fascismo que aceptaba el juego democrático) y creó el Frente Nacional, un partido ultrafascista y antisistema. Desde 1969 comenzó a preparar la toma del poder por la fuerza. Como héroe de guerra tenía prestigio entre las fuerzas armadas y reclutó a un buen número de oficiales. Proyectó cuidadosamente el golpe como una operación militar, con varias columnas armadas que debían ocupar los ministerios de Defensa e Interior, la RAI (televisión italiana) y demás centros de comunicaciones, hacer prisionero al presidente de la República y eliminar al jefe de la policía. Otros elementos golpistas harían lo mismo en Milán, y en Sicilia la Mafia se había ofrecido para echarle una mano.
Las unidades golpistas estaban formadas por militares del ejército, el servicio secreto y distintas fuerzas de orden público, incluso guardias forestales –un grupo de 170 de éstos tenía que ocupar la RAI- por lo que los menos románticos llamaron a la intentona «el Golpe Forestal». Entre los movilizados por el Príncipe Negro también había profesionales del terrorismo de extrema derecha, como Stephano della Chiaie, implicado en los asesinatos de Montejurra en España, en 1976, o en los de opositores a la dictadura de Pinochet en América.
En la noche del 7 al 8 de diciembre las columnas se pusieron en marcha, pero súbitamente recibieron orden del Príncipe Negro de abortar la operación. Borghese nunca explicaría convincentemente por qué detuvo el golpe, solo decía que habría sido un derramamiento inútil de sangre. Con el acostumbrado ritmo que tiene la cosa pública en Italia, el juicio contra el medio centenar de detenidos tardó en celebrarse siete años. En 1977 en tribunal decidió que no había habido intento de golpe armado, por lo que las condenas fueron leves.
Pasaron otros siete años para verse el recurso, y el tribunal de casación decidió esta vez que ni siquiera fue intento de golpe político, por lo que en 1984 absolvió a todos los acusados. Los adeptos al conspiracionismo explicaron esa benevolencia diciendo que el golpe había sido montado en realidad por el gobierno democristiano, para justificar ciertas medidas.
De príncipe a Káiser
El paralelismo entre el golpe del Príncipe Negro y la conspiración desarticulada en Alemania, radica en dos elementos, la figura del jefe, un príncipe en ambos casos, y la implicación de militares. Es esto último lo que ha preocupado más a las autoridades alemanas, lo que las ha empujado a intervenir cuando el golpe no era ni siquiera un proyecto, más bien una idea. Pero el príncipe golpista alemán estaba reclutando oficiales, suboficiales y soldados de las fuerzas especiales, y había que cortar eso de raíz.
En cuanto a ese Heinrich XIII, príncipe de Reuss, parece una figura mucho más anecdótica que el Príncipe Negro Borghese, que al fin y al cabo fue el militar más prestigioso de Italia en la Guerra Mundial. Eso sí, las ambiciones de Heinrich XIII tenían un horizonte mucho más utópico que las de Borghese, porque quería convertirse nada menos que en Káiser, emperador de Alemania. Porque su movimiento no era de simples nostálgicos del nazismo, llevaban su reivindicación mucho más atrás en la Historia. No querían restaurar el Tercer Reich de Hitler, sino el I Reich que fundara Carlomagno en el año 800. Por eso se llaman Reichburger (ciudadanos del Imperio, literalmente).
Ese I Reich, o Sacro Imperio Romano-germánico, duro mil años casi justos, pero saltó en pedazos en la batalla de Austerlitz en 1805, cuando Napoleón logró su más brillante victoria sobre el ejército imperial y el prusiano –y de propina el ruso, aliado a los alemanes-. Austria, solar de la Casa de Habsburgo a la que pertenecían los emperadores desde el final de la Edad Media, se desgajó del resto de Alemania como consecuencia de las condiciones de paz que impuso Napoleón, y desde entonces la consideramos una nación diferente, mientras que el resto del Imperio se desintegró en multitud de estados.
Lo que impuso una victoria francesa se liquidó con una derrota francesa. En 1870 la Guerra Franco-prusiana fue una debacle para el Segundo Imperio Francés, pero vio nacer el Segundo Imperio Alemán. Para más recochineo fue en el Palacio de Versalles, símbolo de la pasada grandeza de Francia, donde el primer ministro prusiano, el canciller Bismark, proclamó el Segundo Reich, y donde el rey de Prusia se convirtió en Káiser (emperador) Guillermo I. Lo que le gustaría hacer a Heinrich XIII.
Aunque la conspiración de Heinrich XIII resulte algo grotesca, hay que tener cuidado con estas cosas, porque existe otro precedente de golpe en Alemania más inquietante, el llamado Putsch de Múnich de 1923. Fue una fantasmada, pero entre sus actores estaba un tal Adolf Hitler, que ya se sabe a dónde llegó. La semana que viene volveremos sobre este tema.