La guerra de Ucrania deja un cargamento de regalos rusos a los militares occidentales
Cada vez que hay un conflicto, una de las metas y finalidades últimas de cada ejército es hacerse con material enemigo
No falla. Cada vez que hay un conflicto armado, una de las metas y finalidades últimas de cada ejército es hacerse con material enemigo para diseccionarlo, ver cómo funciona, y obtener información estratégica cuando no copiarlo directamente.
Los rusos robaron un helicóptero Super Cobra en Vietnam, los americanos un Mi-24 ruso del ejército libio, los chinos se quedaron con piezas clave de un F-117 estadounidense derribado en la guerra de Kosovo… La lista es larga, y hay desde armas cortas hasta submarinos, pasando por restos de satélites o aviones MIG pilotados por desertores huidizos. El conflicto de Ucrania, con tantas naciones involucradas en un segundo plano, está siendo una fuente inagotable de alegrías para unos servicios secretos que no dan abasto.
Ingeniería inversa
Toda la cacharrería encontrada por las fuerzas rusas pasa a sus técnicos, tanto como lo que se topan los ucranianos, que tiende a caer en manos de estadounidenses y británicos. Con ello no solo se pueden tasar las cuotas de eficacia del armamento, sino su alcance, posibilidades, y formas de neutralizarlo en caso de ataque. Si además traen tecnologías desconocidas, con frecuencia se le aplica la llamada ingeniería inversa, y se recaudan sus secretos y procesos constructivos. Ejemplos hay.
En el mundillo de lo militar se dice desde hace años que los cazas J-20 chinos existen gracias a los restos del F-117. El primer avión furtivo de la historia, desplegado durante la guerra de la antigua Yugoslavia, cayó en combate contra todo pronóstico. Los serbios entregaron sus restos a los chinos a cambio de recibir sistemas de radio, y los orientales dieron un paso de gigante gracias a lo que les llegó. De no tener nada, pasaron a disponer de una de las piezas clave de su arma aérea.
La bomba misteriosa
Una de las primeras piezas de caza occidental fue un extraño misil, caído en Kramatorsk sin estallar a principios de 2022. Lo curioso es que no estalló… porque no estaba previsto que lo hiciese. Con una longitud de medio metro, pintado de blanco, y con la cola naranja repleta de pequeños aletines, no albergaba carga explosiva alguna. Cayó al suelo sin más y se clavó en la tierra sin hacer nada. Parecía una bomba fallida, pero nada más lejos.
La única indicación visible era una extraña inscripción numérica: 9B899. Sus imágenes fueron a parar al Collective Awareness to Unexploded Ordnance (CAT-UXO), una organización que analiza estos hallazgos y que está formada por una comunidad muy amplia. Ellos dieron con la clave.
El proyectil era un emisor de radio que lanza señales de interferencia, una especie de señuelo automatizado. Es lanzado por el sistema misiles ruso Iskander-M, que permite disparar cohetes de corto alcance, y que Rusia tiene situados cerca de la frontera ucraniana. La función básica del misterioso 9B899 no es otra que el desvío de señales de radar. También emiten calor que despista a los sensores relacionados. Pero hay más.
El tesoro de Alí Babá digital
No se lo podían creer. Cuando encontraron aquel camión Kamaz abandonado y medio tapado con ramas, no dieron con uno cualquiera, sino con la cabina de control de un Krasukha-4. Es uno de los sistemas de guerra electrónica más complejos y avanzados de los rusos. Debido a su valor, capacidades e importancia, nadie se explicaba cómo se habían atrevido a dejarlo allí; resultaba casi desconcertante.
La unidad fue encontrada en un bosque cercano a Kiev en marzo de 2022, y estaba en parte dañado, pero intacto en sus funciones. Sirve para inundar de señales el espacio radioeléctrico que usan los radares satélites y drones. Pueden incluso controlar aeronaves, confundirlas y hasta ordenarles estrellarse, como se piensa que hacen con los drones de origen turco Bayraktar. Es sin duda alguna una de las joyas de la corona rusas en este conflicto, por eso los servicios secretos de los países involucrados no salían de su asombro.
¿Cómo funciona?
El Krasukha-4 es un sistema de interferencia multifuncional de banda ancha. Su finalidad principal es la de neutralizar satélites espía de órbita baja como la serie estadounidense Lacrosse/Onyx. De la misma manera, también puede atacar a radares terrestres, sistemas de comunicaciones, radares de vigilancia aérea como AWACS y JSTARS, y municiones guiadas por radar en rangos de 150 a 300 km.
El Krasukha-4 realiza la detección, y reconoce las señales incrustadas en el rango de frecuencias utilizadas por radares y otras fuentes de emisión de radio. A continuación las suprime con una señal de interferencia transmitida por sus tres antenas parabólicas. El primero de estos sistemas de guerra electrónica fue entregado al Ministerio de Defensa de Rusia en noviembre de 2013, y se sabe que ha sido empleado en Siria y Armenia.
El misil Kh-101
Según los expertos, la joya de la corona de las rarezas parece es una extraña versión del misil ruso Kh-101. A primeros de año los ucranianos derribaron uno, son muy buenos en interceptarlos. El misil en sí no es nuevo, de hecho es un diseño de finales de los 90, pero este era muy especial porque eran visibles detalles extraños.
El Kh-101 es un misil que se puede lanzar desde aviones, con carga nuclear o convencional. Sus inicios fueron malos, porque la industria que lo atendía no era capaz de construir más de tres al mes, y desde entonces se le ha visto poco. Despliega unos alerones al ser lanzado, tiene un alcance de hasta 3.000 kilómetros y pesa unos 2.300 kilos, de los que entre 400 y 450 son de carga explosiva. Es bastante furtivo, vuela a 10.000 metros, dispone de un sistema de autoguiado con programas de visión electroóptica, y posee un índice de error de entre 5 y 20 metros, depende de la fuente a la que se acuda. Es indicado para destruir plantas industriales y depósitos de armas, y se sabe que en Siria lanzaron entre treinta y cuarenta.
El encontrado fue bastante sorprendente porque posee aditamentos impropios de un misil. La unidad caída en Vinnytsia, Ucrania central, estaba muy intacta y se le descubrió un dispensador de contramedidas fumígenas, algo que solo llevan aeronaves tripuladas. Es la primera vez que se ve esto. Si detecta peligro, lanza de forma automática bolas de fósforo para despistar a misiles con detección de calor. Es un misil que contiene medidas contramisiles.
Radiobarreras defensivas
Otro elemento hallado en las entrañas del proyectil fue un muy avanzado sistema de emisión de radiofrecuencias. Si recibe señales de sistemas de radar enemigos, responde con una tormenta de radiofrecuencias en múltiples bandas que tienden a marear y despistar a sus posibles atacantes.
El misil contiene bastantes sistemas que le hacen casi acercarse a los parámetros de un dispositivo inteligente, porque le dotan de mucho autocontrol, y capacidades autónomas. Dispone de una cámara que puede decirle donde está sin necesidad de guiarse de manera externa, esto es, sin GPS ni ayudas externas que pudieran interferirse. Puede reconocer blancos de forma automática al comparar lo que ve con imágenes almacenadas que confronta con unas coordenadas estimativas.
Lo más paradójico de todo es que los ucranianos despiezaron misiles Kh-101 como este, de entre varios que cayeron en un fuerte ataque el 9 de marzo de 2023. Para su sorpresa descubrieron que bajo su cubierta tenía al menos 31 componentes extranjeros, mecanismos, circuitos, sensores y microchips fabricados fuera de Rusia, lo que invita a pensar en la debilidad de la industria militar rusa, que depende de otros. La industria militar no se caracteriza siempre por su ética y muchas piezas acabaron donde no debían. Eso, o que alguien las robó de donde si podían estar.