Los alumnos, obligados a decidir carrera antes por los plazos de algunas universidades
Muchas universidades han puesto en marcha un sistema de ‘rolling admission’ para captar alumnos cuanto antes
Cuando un estudiante de 2º de Bachillerato quiere estudiar en una universidad pública, tiene que esperar a hacer la selectividad y, en función de su media, comprobar si han superado o no la nota de corte. Este proceso no ocurre en ningún caso antes de junio, es decir, tres meses antes del inicio del primer curso de la carrera.
Con las universidades privadas, en cambio, el procedimiento es bien distinto. En los últimos tiempos, muchos de estos centros han comenzado a aplicar estrategias cada vez más agresivas para captar al mayor número de estudiantes posible. Durante muchos años, este sistema se concretaba en uno o varios plazos de admisión que las privadas colocaban antes de que los alumnos hicieran la EvAU y, por tanto, antes de que las públicas pusieran en marcha su inscripción de estudiantes.
Esta práctica ha sido históricamente un hándicap para las universidades públicas. Por ejemplo, la Universidad de Salamanca pidió el año pasado a la Junta de Castilla y León poder adelantar las listas de admisión de septiembre a agosto. El motivo era que otros centros las publicaban antes y había estudiantes que preferían «pájaro en mano» y optar por esas otras universidades y no esperar a ver si habían entrado en Salamanca.
La fiebre del rolling admission
Además, ahora las muchas privadas (como ESADE, IE, la Ramón Llull, la Europea de Madrid, CEU San Pablo, Alfonso X el Sabio, Antonio de Nebrija, Camilo José Cela, Francisco de Vitoria o Villanueva, entre otras) han dado un paso más y han optado por un proceso de incorporación de estudiantes conocido como rolling admission. Se trata de un sistema en el que las solicitudes de admisión se reciben y revisan de manera continua, en lugar de tener una fecha límite de inscripción única y una fecha fija para anunciar todas las resoluciones.
En un sistema de rolling admission, generalmente hay un período de solicitud continuo que comienza en una fecha específica y se extiende durante un período prolongado, a menudo desde varios meses antes de la fecha de inicio del programa académico hasta poco antes de la fecha de inicio. Las solicitudes son evaluadas a medida que se reciben y las decisiones de admisión se comunican a los solicitantes en un plazo corto después de su presentación, a menudo tras unas pocas semanas o, en los casos más extremos, incluso al día siguiente.
Este enfoque ofrece varias ventajas tanto para las universidades como para los solicitantes. Los centros pueden llenar las plazas de sus grados a medida que avanzan, lo que les permite admitir a estudiantes tan pronto como se postulan y evitar así una avalancha de solicitudes justo antes de una fecha límite fija. Los alumnos, por su parte, saben con anterioridad si han sido admitidos o no en un proceso, lo que les permite planificar mejor su futura educación.
Es importante destacar que, aunque las solicitudes se aceptan de manera continua, esto no significa que se acepten todas las demandas. Las universidades que utilizan el sistema de rolling admission mantienen estándares de admisión y pueden rechazar a candidatos que no cumplan con sus requisitos. La principal diferencia es que las decisiones se toman y se comunican de manera continua en lugar de esperar hasta una fecha límite fija.
¿Un sistema demasiado agresivo?
No obstante, hay quien considera este sistema como demasiado «agresivo». Fernando Guerra, subdirector del Servicio de Admisión de la Universidad de Navarra, opina que la decisión sobre qué carrera estudiar es demasiado importante para precipitarse. Frente a algunas universidades que dan poco tiempo a sus potenciales candidatos para decidir si reservan una plaza, Guerra señala que un alumno necesita tiempo para decidir no solamente si esa es la carrera que quiere estudiar, sino también otras cuestiones como qué le parecen otras facultades o dónde va a vivir. «No se les puede pedir que tomen esa decisión en dos semanas», señala.
Directivos de admisión de varias universidades consultados por THE OBJECTIVE apuntan a que los jóvenes actuales cada vez tienen menos claro qué quieren estudiar, una circunstancia que se ve agravada por las ‘prisas’ de las facultades por admitirlos cuanto antes. También señalan que los estudiantes viven «en un constante estrés por la media o por el nivel de inglés» y en un frecuente estado de «frustración», algo que el covid ha agudizado.
En este sentido, estos directivos de admisión piden más esfuerzos por guiar a los estudiantes de últimos cursos de la ESO y Bachillerato. Aunque algunas universidades disponen de herramientas al respecto, como tests de orientación online, echan en falta que en los colegios e institutos se consolide la figura del counsellor, un profesional especializado en orientar y en acompañar en el proceso de elección de carrera y de universidad.