Cuidado con tu coche: te está espiando más incluso que tu teléfono móvil
Los vehículos se están haciendo inteligentes poco a poco y van mucho más allá de cómo se comportan nuestros dispositivos móviles
A finales de los años 90, el que escribe recibió la llamada de un buen amigo, Tom, al que oyó decir «vaya fiesta que tuviste que darte anoche. Vi tu coche aparcado delante de un club de alterne en Benalmádena, Málaga». El propietario de aquel Seat Toledo estaba de viaje fuera del país y se lo había prestado a un amigo… que vivía justo frente al local de lenocinio. El origen de esta anécdota recurrente entre amigos forma parte del pasado, porque hoy no sería un conocido el que advirtiera de algo así, sino que el chivato sería propio vehículo.
El turismo medio español tiene una edad de algo más de trece años y pertenece, por lo tanto, a esa generación, la de coches ‘no inteligentes’. La Unión Europea está vareando a las autoridades locales, con las excusas del ecologismo y la seguridad, para que los conductores cambien sus coches de una vez. Esto tiene muchas ventajas desde el punto de vista medioambiental, de seguridad, industrial, de mercado y hasta de recaudación de impuestos, pero oculta algo menos celebrado: la recogida de datos.
Los coches se están haciendo inteligentes poco a poco y van mucho más allá de cómo se comportan nuestros teléfonos móviles. Ubicación exacta, principio y final de su trayecto habitual o extraordinario, datos de velocidad, su relación con el entorno y las limitaciones correspondientes, consumo, número de pasajeros a bordo, carga de su batería o nivel de combustible o aceite, por ejemplo. Pero hay más. Los Tesla poseen cámaras que permanecen activas incluso cuando el coche está estacionado de noche, o recaudan datos de comprensión espacial para añadirlos a sus sistemas de conducción autónoma. La Unión Europea está impulsando la normativa para que en breve se impongan los ADAS a todo vehículo vendido en suelo del viejo continente. Los llamados ‘sistemas avanzados de conducción’ es la aplicación de tecnologías que no barren al conductor de la ecuación, pero poco a poco van eliminando posibles errores de su pilotaje, y desde el punto de vista de la seguridad es excelente. De serie en cada coche habrá lectores de señales verticales de límite de velocidad, cámara trasera para detección de tráfico cruzado, frenada automatizada de emergencia, y una caja negra que memorizará todos los datos recaudados.
Tu coche tendrá una magnífica memoria y recordará cada cambio de trayectoria, acelerón, parada o hasta las canciones que oíste por los altavoces. Hasta si estabas hablando por teléfono cuando te accidentaste. De esta manera, el ordenador central de tu utilitario acabará acumulando una ingente cantidad de datos que has generado.
La siguiente pregunta es: quién maneja toda esa información, a dónde va a parar, quién es su propietario, y quién los va a usar y para qué. Es más: ¿cuánto valen? Porque tienen un valor y es seguro que alguien va a hacer negocio con ellos.
La compañía Privacy4Cars, dedicada a analizar todo esto, afirma que ya existen empresas que comercializan montañas de registros que utilizan aplicaciones como seguros, gestión del tráfico, planificación de infraestructuras para vehículos eléctricos, gestión de flotas, publicidad, cartografía, o la planificación urbana. Puede que los nombres de empresas como INRIX, LexisNexis, Otonomo, Wejo, CARUSO, o Verisk no te digan nada, pero manejan o manejarán tus datos. ¿Y a dónde van? Pues a compañías como Liberty Mutual, Allstate, o State Farm, entre otras aseguradoras norteamericanas que basan sus productos ajustados al comportamiento de su clientela. En el cálculo del riesgo entran kilómetros recorridos, zona geográfica, número de sanciones, tipo de conducción, o sanciones recibidas o no, por poner unos cuantos ejemplos. En muchos casos hay descuentos si se evitan, y pueden comprobarlo, situaciones que impliquen un incremento del riesgo, como hablar por teléfono al volante, conducir de noche, o en fines de semana festivos o de mayor densidad de tráfico, situaciones tendentes a generar mayor número de accidentes. Según el medio The Markup, Otonomo, una firma israelí fundada hace tan solo siete años, extrae datos de más de cincuenta millones de vehículos. Su competidora Wejo, británica, tiene a su vez como clientes a Palantir, el principal proveedor de minería de datos del Pentágono… los militares. Saber que uso dan estos últimos es relativamente obvio.
Cuando un conductor adquiere su coche, lo que quiere es ir de un sitio a otro, y no se para a revisar detenidamente la letra pequeña de las cosas que acepta. Así que cuando le den las llaves de su coche nuevo hará como cuando aceptó el uso de muchos servicios a los que dijo si en su teléfono móvil, que sutilmente coló alguna que otra condicionante cuestionable. Cuando das el OK a Facebook, y dices «permitir el acceso a las imágenes», lo que quieres es subir las fotos del día de playa con tu pareja, pero Facebook puede escanearlas en su totalidad, porque le has dado permiso. Con los coches puede pasar algo parecido. Y luego llegarán las sorpresas, porque la cantidad de información personal recogida en combinación con la falta de regulaciones para su venta empieza a ser preocupante.
La leyenda del ‘Tesla orgulloso’
Cuenta la leyenda que cuando un cliente llevó su Tesla a reparar una luna delantera, el coche se puso en ‘modo taller’, con cámaras y micrófonos activados, ‘por si desde el fabricante podían ayudar’. Al parecer los mecánicos maldijeron al coche, descontentos por lo tedioso de la tarea. A cambio el coche, que estaba escuchando, bloqueó sus puertas hasta que no recibiera una disculpa. Esto parece más una leyenda urbana, una broma, pero cada día estamos más cerca de que acabe ocurriendo. Lo que resulta menos previsible es qué puede ocurrir con lo que vaya acumulando el espía que vamos a llevar bajo nuestro asiento, y a muchos, asusta.