The Objective
Hastío y estío

Sánchez, ideólogo del 'Black Mirror' español

«Nos conocen tan bien que han conseguido su objetivo, dejarnos vacíos. Miramos a la nada y esta nos llena de miedos»

Sánchez, ideólogo del ‘Black Mirror’ español

Ilustración de Alejandra Svriz.

Lo peor de la distopía sanchista es que ha terminado siendo real. Pensábamos que era una realidad virtual, un mal sueño demasiado nítido y largo. Que nuestro Black Mirror patrio era mucho mejor que el original británico, pero que no dejaba de ser una ficción. Que nuestra imaginación para inventarnos una sociedad española dominada por unos gobernantes que nos manipularían hasta límites insospechados y que lo harían por el bien nuestro, se quedaría en algo que nuestros ojos verían, siempre deseosos de novedades de una estética variable. Lo malo es que la nubosidad de este tipo es la que se ha instalado en nuestros pensamientos y en nuestras acciones.

No queríamos creer que lo que veíamos era cierto. Que era algo que veíamos en la televisión, esa caja tonta que siempre ha estado muy alejada de la realidad. Pero ahora lo que da terror es que lo que muestra es como somos. Nos conocen tan bien que han conseguido su objetivo, dejarnos vacíos. Miramos a la nada y esta nos llena de miedos e inseguridades. El reinicio de nuestros sistemas individuales y colectivos se hace más necesario que nunca. Volver a la esencia de lo que nos hace humanos y expulsar de nuestras sociedades a quien busca deshumanizarnos y convertirnos en amebas.

Pedro Sánchez es el líder de este juego. El boss, pero sin haber nacido en Estados Unidos. A ambos les gusta poner en sus conciertos banderas enormes de sus queridos países. Y no me he equivocado al escribir concierto y no mitin a la hora de referirme a lo que hace el presidente del Gobierno cuando habla en público para los suyos. Si eso no es dar el cante que venga Dios y lo vea. Lo de la bandera en el caso de Sánchez fue sólo una vez y en su primer acto como secretario general del partido socialista. Una declaración de intenciones de lo poco que le iban a importar los símbolos y como los utilizaría en beneficio propio según el momento.

Con el tiempo se fue alejando de la bandera hasta mimetizarse con Miriam Nogueras y convertirse en no tan extraños compañeros de cama. La supuesta izquierda española normaliza acostarse con la extrema derecha catalana, pero no con las distintas derechas españolas. Alejarse de la bandera fue su primer paso hacia distanciarse de todo lo que tenga que ver con España. Separarse de la enseña para terminar abandonando a los españoles. 

En la realidad sanchista, la mentira es un concepto discutido y discutible. Se sublima cuando la dice el presidente, pues con ella se busca un fin mayor. Algo que merece la pena hacer cuando la llevan a cabo los dirigentes socialistas. Cambiar de principios se convierte en una de las bellas artes. Ver como justifican esos cambios es de una estética arrebatadora, pues te dan ganas de arrancarte los ojos. Sufrir el síndrome de Stendhal al ver la manera en cómo nos mienten Bolaños, Pilar Alegría o María Jesús Montero. Ver en ellos los mejores claroscuros de El Greco o Caravaggio. Pintar de engaños lo que escuchan nuestros oídos. Hacer un réquiem musical de nuestras miradas mutiladas por este Estado de duermevela. 

Pedro Sánchez necesita de soldados cualificados que fortalezcan las realidades virtuales o audiovisuales, cualquiera que nos deshumanice y nos separe de nuestra esencia. Robots de carne y hueso con mucha inteligencia artificiosa. Lo artificial está en todo lo que dice, fuegos que saltan por los aires en infinidad de colores solo visibles para los más cegados. Broncano, Silvia Intxaurrondo o Marc Giró son «humanoides» contrastados. Pronto llegarán esos alienígenas procedentes del planeta Mediaset para «salvar» esas mentes dudosas de dar el paso definitivo al encefalograma plano. Patiño, Belén Esteban, Kiko Matamoros y compañía seguro que lo consiguen y Pedro se lo agradecerá de la manera generosa que tiene siempre con sus vasallos. Sólo falta que le den un programa a Bob Pop.

Seguro que a Sánchez le parece poco sus intervenciones esporádicas en ese programa debate donde va lo mejor de cada casa que es 59 segundos. Allí acuden el dueño de un bar para la clase obrera con precios solo al alcance de los altos cargos de las empresas pertenecientes al Ibex 35. Pero Pablo Iglesias, aunque intente dar «caña», no pone «tapa» a sus incongruencias. También pasa por ahí Carlota Corredera, exdirectora y presentadora de Sálvame y por tanto filósofa y madre. Sobretodo madre, porque los padres no le gustan un pelo, y los dejaría a todos calvos y sin el día dedicado a ellos. No sé qué le ha hecho San José a semejante Pepona.

Pero la estrella allá por donde va es el nada pedante Bob Pop. Amante y defensor de lo bueno, y feroz contra los malvados e indeseables. Que utiliza su látigo de siete colas contra la ultraderecha, pero que luego ve una fiesta donde la dictadura castrista ejercía su puño de hierro contra los homosexuales, a los que metían en sus cárceles y los torturaban de manera atroz. Pero según el intelectual de la izquierda, se trataban de unas celebraciones donde se lo pasaban pirata. Y no le falta razón, pues algunos salían cuando sólo eran calaveras y huesos. Lo de aprovecharse sexualmente de otros gais cuando estos iban drogados a la sauna que este frecuentaba lo dejaremos para otro día. El que prefieran sus fanatizados seguidores de la secta progre que es el adecuado para echárselo en cara. Y es que todo el mundo sabe que los malos son los que hacen lo mismo que ellos, pero no en su nombre. Que se acabe cuanto antes este Black Mirror español, cuya realidad es ya insoportable. Que por donde pisemos sí vuelva a crecer la hierba.

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