Patricio Guzmán: «El feminismo en Chile no es frívolo»
El maestro del documental estrena este viernes, 23 de septiembre, su última película ‘Mi país imaginario’, ambientada en el estallido social de 2019 en Santiago
Patricio Guzmán (Santiago, 1941) abandonó Chile tras ser detenido 15 días al poco de que se instalara la dictadura militar en su país. Desde el exilio en Francia lleva por tanto más de cinco décadas documentando los claroscuros de su añorada tierra, pero su última película irradia luz. Mi país imaginario, presentada estos días en la sección Horizontes Latinos del Festival de San Sebastián, es una instantánea rabiosa pero llena de júbilo de la revuelta que estalló en las calles de Santiago el 18 de octubre de 2019 y se extendió durante medio año.
El autor de la famosa La batalla de Chile (1975-1979), en la que narraba desde la llegada al poder del expresidente Salvador Allende hasta el golpe de Estado de Pinochet, capta el descontento y la frustración de toda una generación de mujeres en las que, sin embargo, rezuma la esperanza del cambio. En el documental figuran una fotógrafa, una estudiante, una chica en paro, una realizadora, una psicóloga, una jugadora de ajedrez, una líder mapuche, una politóloga, las autoras del cántico El violador eres tú… En conjunto, un crisol de rostros y voces que concentran la nostalgia de futuro del veterano director.
Pregunta. ¿Cómo ve la actual situación de Chile?
Respuesta. Chile es un lugar difícil. No se sabe qué va a pasar, porque es un país incierto. Es todo muy precario, muy inseguro. Puede que la situación involucione o puede que avance. Y si hay tantas dudas, es fundamentalmente porque no se sabe qué va a pasar con la oposición. Hay problemas en el norte, en la frontera, en Antofagasta, en las minas, en Santiago, en el sur, con los mapuches.
P. El estallido social de 2019 empezó con la subida del precio del metro…
R. Fue el punto de partida que desencadenó el tema, pero el movimiento fue apoyado por la clase media inmediatamente después. Fue un pretexto que parecía pequeño, pero se extendió rápidamente. ¿Cómo es que se enteraron?¿Cómo es que se conectaron? ¿De qué recursos disponían? En último término, 1.100.000 personas salieron a la plaza pública. Nunca antes, en toda la historia del país, había habido una manifestación así.
P. Su amigo, el escritor y director de cine francés, Chris Marker, inventor del llamado documental subjetivo, definía su cine como de intervención.
R. La influencia de Marker es muy directa por nuestro encuentro personal y nuestro diálogo, pero no en mi cine. Su trabajo es muy complejo, hay momentos que no consigo entrar en él. Pero cuando estuvo en Chile fue mucho más directo porque quería ayudar.
P. ¿Eso quiere decir que no quiere ser complejo en sus películas?
R. No, porque no soy capaz. Soy otro tipo de cineasta.
P. ¿Qué le impulsó a rodar Mi país imaginario?
R. Lo primero que uno hace es llegar al país, observarlo y explorarlo. Al unirme a la revuelta me di cuenta de que había una corriente de mujeres enormemente fuerte. Resolví hacer una película solo con ellas. Únicamente hay un hombre al final, el presidente de la República, Gabriel Boric.
P. En la revuelta no parecía que hubiera líderes.
R. Los líderes políticos quedaron sobrepasados. La gente de los partidos no jugó ningún papel en esta serie de reivindicaciones. Fue la gente la que se reunió, habló, inventó instituciones. Fue una revolución espontánea. Eso es lo raro, que todo haya ocurrido de una manera tan natural.
P. Pero para ser eficaces, ¿no debería haber un partido que representara a esos manifestantes?
R. Es difícil crear un partido político en este momento, porque hay una gran dispersión. No hay una opinión, sino cuatro, cinco, seis que difieren. La situación es peligrosa y podemos tener un retroceso. Sobre todo porque que hay una derecha muy hábil, que divide.
P. ¿Confía en presidente Boric?
R. Representa a un sector interesante de gente que quiere cambiar las cosas y tiene un equipo de ministros muy hábil. Confío en él.
P. ¿Temió rodar el documental viendo que a los manifestantes no les importaba la pandemia, porque lo relevante era manifestarse?
R. La situación era muy contagiosa. Era muy bonito seguir a esa masa en la calle. Era muy optimista, por eso nos esforzamos en grabar todo lo que pudimos. Sin embargo, había duras situaciones de peligro con la policía. La policía era tremendamente agresiva, carga con pistolas y fusiles. Pero para el resto de la gente era una fiesta permanente que duró mucho tiempo.
P. ¿Qué dificultades le supuso rodar los disturbios?
R. Teníamos dos cámaras que trabajaban para nosotros y cuatro que eran amateur, y entre los siete filmamos todo el material. Es muy bueno filmar una situación conflictiva, es entretenido y arriesgado, pero muy agradable.
P. ¿Cómo fue el proceso de edición de todo ese material?
R. El montaje es decisivo, por tanto, una vez uno termina, tiene que ver todo lo que ha filmado y buscar una estructura. Eso demora mucho tiempo. Finalmente, uno empieza a construir una vez encuentra el hilo conductor. Tardamos un año en pensar el armazón y después otro para estructurarlo.
P. ¿Qué nuevos temas quiere abordar en el futuro?
R. Hay muchos. Están los indios mapuches en el sur; en el norte, problemas con la frontera de Perú y Bolivia, donde hay una inmigración tremenda; y en Antofagasta, la zona central, las minas de cobre. Hay demasiados problemas. El problema es hacer reportajes en lugar de documentales.
P. ¿Por qué?
R. El documental es más serio, más profundo, más largo, más contenido y reflexivo, y el reportaje es simplemente periodístico.
P. En la trilogía compuesta por Nostalgia de la luz, El botón de nácar y La cordillera de los sueños conecta aspectos alejados entre sí a través de objetos.
R. Es importante tomar pequeños objetos para contar una historia. Con un teléfono, un vaso o una piedra se puede montar una fábula. Como las pequeñas piedras de esta película. Hay que partir de detalles y crear una historia a su alrededor.
P. Las mujeres que retrata llevan flores en sus pasamontañas. ¿Qué aportan los símbolos a una causa?
R. En este caso pone de manifiesto que el papel de la mujer en este movimiento es tanto trascendental como mundano. Todas las mujeres se adornan y se ponen cosas. Eso está muy bien, porque no solo luchan, sino que quieren destacarse, estar bellas y decentes. Hay una larga tradición de unidad femenina, de intercambio y de lucha continua en Chile. En mi país, el feminismo es muy fuerte y combativo, no es frívolo. Es bien bonito. Las mujeres tienen una conciencia civil y política muy profunda.