Hannah Schygulla: «Rainer Werner Fassbinder era un tirano y un amigo»
La veterana actriz polaca, musa del controvertido referente del Nuevo Cine Alemán, reaparece en el último filme del galo François Ozon
Más de un centenar de películas han erigido a Hannah Schygulla (Chorzów, Polonia, 1943) en una de las grandes damas del cine europeo, pero fue Rainer Werner Fassbinder el que la proveyó de sus papeles más icónicos. La adúltera Effi Briest (1974), la sacrificada protagonista de El matrimonio de María Braun (1978), su sosias de la intérprete de la marcha militar Lili Marleen (1981), o la joven humilde que hacía probar a una diva tiránica su propia medicina en Las amargas lágrimas de Petra Von Kant (1972).
Este último título, un ensayo sobre la dominación, las relaciones abusivas, la catarsis y la pérdida, impactó a directores de cine y de teatro de generaciones posteriores. En nuestro país, la han subido a las tablas la compañía Cráneos de Yorick y la coreógrafa Sol Picó, entre otros. François Ozon es el último en abordar el clásico escénico y cinematográfico: este fin de semana estrena una adaptación libre titulada Peter Von Kant, donde ha trocado el género de los personajes y el oficio de la protagonista, que pasa de diseñadora de moda a director de cine. El realizador francés, no obstante, realiza un guiño al original y reserva el papel de la madre de Peter Von Kant a la veterana actriz polaca, musa del controvertido referente del Nuevo Cine Alemán.
PREGUNTA.- Ha trabajado con directores de la talla de Carlos Saura, Andrzej Wajda, Fatih Akin, Marco Ferreri, Margarethe von Trotta y Jean-Luc Godard. ¿Se cansa de que siempre le preguntemos por Fassbinder?
RESPUESTA.- No… ¡Sí! (risas) Por supuesto. Él me alumbró en la gran pantallas, así que ahora puedo ayudar a que su legado se prolongue. Soy una de sus supervivientes…
P.- Entiendo que lo dice de manera literal, porque a Fassbinder siempre lo ha acompañado la crueldad con la que trató a sus actrices. Usted protagonizó 18 de sus películas. ¿Cómo lo recuerda pasado el tiempo?
R.- Era un tirano y un amigo. Quizás todos los tiranos están necesitados de amor, porque si no, tendrían algo mejor que hacer que confirmar que son importantes, que pueden dirigir las vidas de los demás. Todo procede de la misma carencia original.
P.- ¿Crees que esa reflexión se puede extrapolar a todo el arte, a su origen en una búsqueda personal de amor y de confirmación?
R.- Sí, y también en la sublimación. Todos necesitamos seguridad en nuestras vidas, y eso nos lleva a caer en compromisos y soluciones mediocres. Pero los artistas no están satisfechos con la mediocridad, así que considero que el arte es una búsqueda de éxtasis, un muestrario de heridas o la intención de recuperar la mirada maravillada de un niño ante la vida.
P.-¿Qué opina de las relaciones de poder entre directores y actrices?
R.- Que se remontan al mito griego de Pigmalion. Un director es el que puede engendrar a una personalidad de ficción, pero en ocasiones el director también puede lograr una gran inspiración de su actriz.
P.- En su momento le dijo a Fassbinder que le desagradaba sobremanera su personaje en Las amargas lágrimas de Petra Von Kant y terminó rodándolo a regañadientes. ¿Cómo se sintió cuando la película alcanzó un gran éxito, convirtiéndose en una de sus películas más emblemáticas?
R.- La moraleja es que lo que deseas puede hacerse realidad, pero lo que no, también (risas). También existe cierto magnetismo hacia cosas que rechazas. De repente descubres que has de repetirla hasta hacer las paces con ellas. Me ha sucedido en varias ocasiones. Qué extraño, ¿verdad?
P.-Ozon ha declarado que su película es una carta de amor a Fassbinder y al cine alemán de los setenta. ¿Cree que ha hecho un buen tributo a aquella época?
R.- Oh, vaya… Yo hubiera preferido, sinceramente, que estuviera ambientada en la actualidad para reflejar la realidad virtual de nuestros días. Quién sabe qué será de aquellos que piensan que con pulsar un botón pueden modificar la realidad. Esa es la primera experiencia de muchos niños. Pero claro, caso de haberla ambientado hoy día, François no hubiera podido utilizar la dramaturgia original. El director iraní sí lo ha hecho con Berlin Alexanderplatz (2020). Su versión es muy interesante, no se limita a inyectar el recuerdo en otra realidad.
«Fassbinder fue un caso especial, porque no tuvo la oportunidad de crecer junto a su madre, ya que siempre estaba enferma»
P.-¿Considera esta película de Ozon una reescritura del original? Su rol, al menos, es más amable.
R.- Es el mismo texto que el original de la obra de teatro. Y disiento contigo, mi papel no es agradable, lo que pasa es que no pude evitar añadirle algo de calidez, porque soy la actriz que lo interpreta. Pero es el mismo perfil de persona que hace oídos sordos, que no presta atención a los sentimientos de los demás. Su hijo le está implorando que lo escuche y lo reconforte, porque ha sufrido una crisis profunda, pero en su lugar, ella le habla de que ha de encontrar el designio de Dios en lo que le ha sucedido. No atiende a las necesidades de su hijo para nada. Cualquier madre tendría un vínculo afectivo, pero ella es que ni se ha preocupado en entenderlo. Son personas incapaces de amar, porque no pueden salir de su egocentrismo.
P.- ¿Cree que es un autorretrato de Fassbinder?
R.- Es una mirada general a una época. Alemania era un país de alta cultura, de música elevada, una nación cultivada que había caído en la peor de las deshumanizaciones posibles, así que la generación de la posguerra crecimos expresando negatividad, llenos de carencias y de ausencias. La poeta Emily Dickinson decía que el agua se aprende por la sed. Esa era la situación en la que nos hallábamos, en necesidad.
Fassbinder fue un caso especial, porque no tuvo la oportunidad de crecer junto a su madre, ya que siempre estaba enferma. Nunca disfrutó de esta primera capa de confianza en la vida que recibes por el amor incondicional de tu madre. Una vez le preguntaron cómo fue su infancia y él dijo que no tuvo. Por eso creció rodeado de libros, por eso tuvo este tesoro increíble de imágenes en su interior. Berlin Alexanderplatz (1980) es puro Rembrandt. En lugar de cómics de Don Miki, Fassbinder tenía libros de pinturas.