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Grafton Tanner culmina su trilogía sobre las políticas de la nostalgia

«Las horas han perdido su reloj» es el final de la trilogía del filósofo dedicada a las políticas culturales relacionadas con la nostalgia

Grafton Tanner culmina su trilogía sobre las políticas de la nostalgia

Grafton Tanner. | Cedida.

Las camisetas ochenteras de Stranger Things se han vuelto casi tan omnipresentes como el bebé alienígena de El Mandaloriano con el que Star Wars goza de una nueva vida entre los jóvenes. Las famosísimas películas de Marvel corresponden en realidad a sagas escritas décadas atrás como es el caso de El Guantele del Infinito de Jim Starling. Incluso en las últimas adaptaciones de clásicos del terror como Scream o Halloween puede apreciarse un intento por reconstruir la nostalgia.

Este escenario es el que el filósofo estadounidense Grafton Tanner intenta clarificar en su ensayo Las horas han perdido su reloj: las políticas de la nostalgia (Alpha Decay, 2022). El pensador se hizo conocido en 2016 publicando con Zero Books una obra de teoría ficción alrededor del género musical vaporwave, traducido por Holobionte como Un cadáver balbuceante: el vaporwave y los fantasmas electrónicos, allí empezó a jugar con algunos de los conceptos relacionados con la reconstrucción del futuro en la red.

En palabras del propio autor el ensayo que aparece ahora es «es la culminación de mi carrera investigando la nostalgia. Es una especie de tercera entrega de una trilogía que comenzó con Un cadáver balbuceante, que sitúa el género musical vaporwave en su contexto capitalista más amplio. Utilizando una metáfora musical, mi segundo libro, The Circle of the Snake, es el típico segundo álbum: es muy disperso, descaradamente ambicioso, poco riguroso, y todas estas son razones por las que todavía me gusta. Hasta cierto punto, no reconozco la voz que escribió el primero. Pero Las horas han perdido su reloj es mi intento de intervención en los estudios sobre la nostalgia. Quería escribir un tratamiento riguroso de este tema sin recurrir a (demasiadas) posturas académicas, pero también sintetizando la literatura existente».

Portada.

¿Qué es la nostalgia?

Tanner empieza por el inicio, con un análisis fenomenológico de la nostalgia como emoción humana, para detectar pronto su conversión en una industria: «una sucursal de la industria cultural que vende baratijas nostálgicas como forma de escapismo. La industria de la nostalgia trafica con lo retro, revitalizando viejas series de televisión, escribiendo precuelas y secuelas a películas de antaño y convirtiéndolas en franquicias y nuevos universos comerciales. Trabaja en sintonía con los grandes grupos de comunicación: estos últimos siembran la rabia y el odio, mientras que aquella proporciona el bálsamo nostálgico. Este ciclo de retroalimentación emocional se convirtió en un elemento fundamental de la economía de la atención en la década de 2010».

Los ochenta del siglo pasado fueron una época de nostalgia por los cincuenta, y los artefactos culturales de los cincuenta fueron recreados nostálgicamente en los ochenta. ¿El resultado? Recordamos los ochenta como un remake de los cincuenta

Señala pues que en condiciones ideales las ideas culturales deberían envejecer, pero que en un intento por tomar el control del futuro se practica la nostalgia desde la industria cultural como manera de mantener el status quo. Así pues concluye que la industria nostálgica es lo contrario a la labor utópica, y que por lo tanto nos impide imaginar un futuro mejor, relacionándose así con otros filósofos estadounidenses de la cultura pop como Mark Fisher y Simon Reynolds. 

Algoritmos de la nostalgia

Transfigura la máxima famosa de «el medio es el mensaje» en «el medio es la memoria» cuando en la construcción de la industria cultural intervienen los algoritmos y las inteligencias artificiales. Así lo contó durante nuestra entrevista:

«Mientras los algoritmos se entrenen con datos del pasado, y mientras las empresas tecnológicas sigan extrayendo nuestros datos, seguirán apareciendo formas recombinadas del pasado en nuestras recomendaciones. Pero no se trata sólo de algoritmos. Los artistas de hoy en día son rechazados de forma rutinaria por sus «nuevas» ideas, especialmente si esos artistas produjeron obras de éxito en el pasado. Las grandes plataformas como Netflix, en particular, son mucho más propensas a dar luz verde a un reinicio que a una idea «original», a menos que esa idea contenga referencias legibles a la cultura pop del pasado». 

«Así que no sólo nos enfrentamos a algoritmos prejuiciosos, sino que también luchamos contra personas reales con posiciones de poder para determinar qué obras de arte se producen. Muy a menudo, las propiedades intelectuales más exitosas (o las que se prevé que lo serán) tendrán prioridad, y esas narrativas reiniciadas convierten casi todos los actos de consumo cultural en un ejercicio de lealtad a la marca. El reinicio de la propiedad intelectual ha transformado la cultura pop occidental en una gigantesca red, en la que los vínculos y, sí, los algoritmos remiten continuamente a las grandes empresas, como Disney. El resultado es una cultura de la legibilidad, en la que las referencias inequívocas a través de los medios de comunicación guían constantemente a los consumidores por los pasillos corporativos hacia las marcas que se espera que adoren. Este patrón continuará mientras las empresas de medios de comunicación se compren unas a otras con poca o ninguna regulación o supervisión».

Sobre ese gran monopolio industrial añade lo siguiente en su ensayo: «Disney gentrifica la memoria pública al vender la «fantasía del aislamiento social, el lujo de no tener que pensar sobre el sufrimiento humano, ni verlo». Y en su afán por perfeccionar el arte de la nostalgia ha dirigido sus historias a la población infantil en sus primeros años de vida, de suerte que cuando esos niños se hagan mayores relacionarán Disney con su propia infancia. Luego, los adultos que crecieron consumiendo las mismas historias podrán establecer vínculos a través de esa nostalgia compartida por Disney e incluso transmitir sus recuerdos disneyanos a sus hijos, dando así continuidad al ciclo».

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