‘Perro come perro’, una novela sobre las miserias del periodismo moderno
El periodista Rubén Arranz debuta en la ficción con una obra a medio camino entre el ensayo y el thriller que reflexiona sobre el rol de la prensa en un mundo acelerado
El periodismo está herido. Tras décadas de periódicos en papel y control férreo de la información, la llegada de Internet supuso una auténtica revolución para muchos medios, especialmente a los escritos, que vieron casi de la noche a la mañana como su tradicional forma de trabajar quedaba casi completamente obsoleta. Pero esta aceleración no parece una característica exclusiva de esta profesión, sino que parece un mal que se extiende a todos los rincones de una sociedad cada vez más polarizada. Y la retroalimentación entre la actual cultura mediática, dominada por la dictadura del click, y unos ciudadanos aislados en sus burbujas políticas parece producir cada vez más monstruos.
Sobre esta y otras miserias del periodismo moderno habla Rubén Arranz en su primera novela, Perro come Perro (Círculo de tiza), un híbrido entre el thriller y el ensayo en el que el autor da voz a muchas de las dudas que corroen a cualquier miembro del gremio. Y es que, a partir de un argumento en apariencia simple -el retorno a España de un periodista tras el misterioso suicidio de su mentor- se teje una malla de reflexiones en torno a los medios y el poder, desgranando porqué esta profesión parece deshacerse entre la irrelevancia y la manipulación, dependiente en exceso de esos contratos publicitarios con los que empresas e instituciones riegan a los medios obedientes.
«Quería mostrar los problemas que a veces niega el corporativismo, porque perro no come carne de perro, pero que existen en cualquier medio actual: la precarización, la difusión de bulos o los encargos del poder«, explica Arranz en conversación con THE OBJECTIVE, asegurando que su objetivo al escribir era, sobre todo, realizar una panorámica sobre la profesión y las influencias del poder que es, sin embargo, menos autobiográfica de lo que parece.
Y es que, a pesar de que Alfredo y Juan Vega, los dos periodistas protagonistas de Perro come perro, tienen tan poca fe en el periodismo que hasta creen que empeora la sociedad, Arranz es algo menos dramático. «No tengo un punto de vista tan pesimista, pero a veces es necesario realizar una hipérbole a la hora de señalar un problema para que el que lo lea sea consciente de él. Yo soy más optimista e incluso romántico sobre la profesión», apunta. Aún así, esta visión positiva no le impide ver el bosque y señalar, con bastante mordiente, las grandes fallas del ecosistema mediático actual.
Sobreinformación y precarización
Internet mató a la estrella de la prensa. Esa es la visión que parece tener Arranz de la gran diferencia entre el periodismo de antes y el actual, personificada en la novela en ese mentor -Juan Vega- que está perdido en una redacción esquilmada por los recortes y las presiones. «El suyo es un periodismo en vías de desaparición, porque estamos esforzándonos más por el clickbait y los titulares sensacionalistas que por hacer reportajes y análisis en profundidad qué es realmente lo que demanda la gente en una época tan líquida como la actual», asegura Arranz, que explica cómo la sobreinformación ha dañado la relación entre reporteros y lectores.
«Cada vez más periódicos se centran en eso, en emitir sobreinformación. Trabajamos para lograr máximos de audiencia y las redacciones apuestan por el famoso SEO, para sacar tráfico de los buscadores», lanza el autor. Algo que beneficia al poder, ya que, aunque no se han dejado de investigar los grandes escándalos, la sobreinformación acaba viniendo bien a los que gobiernan: «Es cada vez es más difícil encontrar la aguja en el pajar: es complicado hallar esa buena información entre tantos artículos sobre los pueblos más bonitos o los mejores hoteles para pasar tus vacaciones», relata con algo de sorna.
Eso sí, en esta «epidemia de información» ha tenido que ver bastante la precarización a la que se han visto sometidos muchos periodistas. «Cada generación tiene sus propios problemas y hay que lucharlos, no llorarlos. Pero creo que ahora mismo vivimos en una época en la que los problemas laborales van más allá de una profesión como el periodismo: cuando sales en la universidad, entre los 22 y los 30, vives la pura precariedad», relata Arranz, que recuerda los obstáculos que tuvo que superar hasta tener algo similar a un empleo fijo. Publicaciones que pagan con muchísimo retraso, radios que contratan en negro, publirreportajes mal remunerados… La lista es larga y conocida por cualquier que intente sacar cabeza en el gremio.
Arranz lo encaja con resignación. «Ese tipo de cosas siempre apelo a que se tomen con alegría, con el trabajo se mejora, pero sí es verdad que sigue sin haber una gran estabilidad. No ha funcionado eso que nos contaron nuestros padres, que con estudiar y esfuerzo académico vamos a alcanzar grandes metas, porque el mundo ya no funciona como antes. Es nuestro destino», responde encogiéndose de hombros. Una actitud que no tiene sin embargo el protagonista de la novela, Alfredo, al que su falta de rutina laboral fija amenaza con costarle incluso la relación con su pareja.
Medios hiperprotegidos
Más allá del clickbait y los problemas laborales, el gran problema en el que se fija Perro come perro es la abundancia actual de medios y como esto responde también a una estrategia del poder. «El periodismo está sin duda alguna sobredimensionado. Yo creo que nunca sobran buenos periodistas, pero claro que sobran determinados medios de comunicación«, asegura Arranz. Como ejemplo, recuerda una investigación que hizo del BOE de Cataluña, gracias a la cual descubrió que había más de 400 entidades que cobraban subvenciones por publicar en catalán, a pesar de no tener una gran audiencia.
«Si mantienes a esa gente tienes una pistola como la del Ejército de Pancho Villa, que cada uno está listo para salir a disparar cuando se lo pidan” comenta Arranz. «Somos un sector hiperprotegido, no ha habido editor que haya asegurado la supervivencia de su negocio sin aportaciones externas. Hay administraciones que aumentan la publicidad en tiempos de crisis y de esa forma se protege aún más, porque rara vez se reparte eso con criterios objetivos, son premios y castigos», critica.
Es por eso que, en el fondo, Perro como perro es también un aviso a los periodistas, un toque de atención al enorme ego del que hacen gala muchos miembros de la profesión. «Nuestro negocio se mantiene gracias a ciertas trampas, como demuestra la supervivencia de Prisa, que hubiera quebrado de no ser por Telefónica o la capitalización con grandes bancos, en movimientos que aún no he sido capaz de aclarar. Ninguno de los grandes medios ha quebrado pese a que la gestión ha sido lamentable«, apunta Arranz, que denuncia «ese afán que hay por consideramos una profesión que está como por encima de los acontecimientos, que es privilegiada y para nada: tenemos nuestros puntos débiles y fuertes».
«Yo creo que nosotros no estamos para hacer una sociedad más justa, aunque haya algún director de periódico que todavía, cada vez que llega el 23F, se atribuye el mérito de haber ayudado a frenar el golpe de estado. No, mira, usted contó lo que hubo, que para eso está. Nosotros estamos para ser cronistas, para leer papeles, para hacer esa labor que es levantarnos cada mañana, meternos en el Registro Mercantil y analizar las cuentas, quedar con alguien y luego con otro para contrastar la información que te ha contado el primero y para librar esa pequeña batalla con el poder”, asegura un Arranz que sentencia: «A mi lo de que seamos la profesión más bonita del mundo me parece una gilipollez. Estamos para contar las cosas, lo que quieran que se cuente y lo que no.»