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Cultura

Juan Francisco Fuentes: «La prensa practica un nihilismo obsceno a costa de los jóvenes»

El historiador analiza en ‘La generación perdida’ los destinos de una treintena de jóvenes que en 1929 respondieron a una histórica encuesta de ‘El Sol’

Juan Francisco Fuentes: «La prensa practica un nihilismo obsceno a costa de los jóvenes»

El catedrático de Historia Contemporánea de la UCM Juan Francisco Fuentes. | Pilar Garí

Aunque actualmente palabras como millenial o baby boomer están en el vocabulario de casi toda la población, pocos saben que este concepto de generación tan en boga entre sociólogos o periodistas tiene en realidad un origen español: José Ortega y Gasset. El mítico filósofo y escritor madrileño fue uno de los pioneros a la hora de utilizar este término, que él veía «no como un puñado de hombres egregios, ni simplemente una masa: es como un nuevo cuerpo social íntegro, con su minoría selecta y su muchedumbre, que ha sido lanzado sobre el ámbito de la existencia con una trayectoria vital determinada». Es decir, hablamos de personas que no solo comparten una edad similar, sino una serie de símbolos o elementos culturales compartidos.

Esta idea generacional empezó por lo tanto a ganar peso en España a comienzos del siglo XX, cuando se intentó popularizar el concepto para, entre otras cosas, analizar las diferentes olas literarias que se habían producido en el país en las últimas décadas. Pero también fue utilizado como herramienta para entender la brecha de costumbres e ideas que inevitablemente se producía entre los jóvenes y sus padres. De hecho, fue precisamente un periódico estrechamente vinculado a Ortega y Gasset, El Sol, el que, en 1929, hizo un experimento para entender mejor esas formas de pensar de las nuevas generaciones: una encuesta en la que, a través de un cuestionario bastante abierto, se pedía la opinión de personas de entre 18 y 30 años sobre la política, la cultura y la vida en general.

La idea fue todo un éxito: el periódico recibió un total de 1.326 respuestas, de las cuales publicó 36, con la idea de retratar el sentir general de esa generación. Entre los autores hay de todo, desde estudiantes hasta agricultores, pero la mayoría de ellos tenían, como es lógico, un perfil que se correspondía con la línea editorial de El Sol y muchos pertenecían a una élite culta, cosmopolita y avanzada, formada por amigos, compañeros de profesión y familias emparentadas entre sí. Son, por lo tanto, aquellos que estaban llamados a dirigir la política y la cultura de un país que, aunque todavía estaba bajo una dictadura, respiraba optimismo y miraba con ganas a un futuro que parecía no tener horizonte.

Portada de ‘El Sol’ del 25 de octubre de 1929, donde se puede ver en el centro la publicación de la encuesta. | BNE

Pero, ¿qué fue de aquellos jóvenes? ¿Cómo les afectó la Guerra Civil y las diferentes vicisitudes de un siglo XX que les trajo muchas más curvas de las que podían prever? Eso es precisamente lo que se pregunta el historiador Juan Francisco Fuentes en La generación perdida. Una encuesta sobre la juventud de 1929, un libro editado por Taurus que no solo recoge estos testimonios y los pone en el contexto de la España de finales de la década de 1920: también busca sobre todo conocer la trayectoria vital de esas 36 personas y compararla con lo que esperaban de la vida cuando todavía tenían todo el futuro por delante.

El ejercicio resulta apasionante: mientras algunos protagonistas, como Matilde Ucelay, consiguen salir adelante e incluso convertirse en figuras relevantes (al fin y al cabo, hablamos de la primera arquitecta mujer de España) a pesar de sufrir un proceso de depuración política al finalizar la contienda civil, otros, como Luis Hernández Alfonso, no consiguen dejar atrás nunca la losa que supuso la guerra y algunos, como Jesús Chasco, encuentran su trágico final ante un pelotón de fusilamiento en 1936. Conversamos con su autor sobre la histórica encuesta, las conexiones de la prensa con la juventud y los posibles paralelismos entre las aspiraciones de nuestros abuelos y las de los generaciones actuales.

PREGUNTA.- En el libro habla de una ‘generación perdida’, pero varias de las personas encuestadas por ‘El Sol’ acabaron jugando roles importantes en la sociedad española del siglo XX. ¿Qué cree que significó esta generación para la historia de España?

RESPUESTA.- Significó mucho menos de lo que hubiera significado en condiciones normales, es decir, sin la Guerra Civil. La guerra y la posguerra dispersaron a los miembros de esta generación y en algunos casos los condenaron a una muerte real –aquellos que murieron en el frente o fueron ejecutados– o a una muerte civil –aquellos que tuvieron que huir de España o que desaparecieron de la vida nacional como consecuencia de represalias de diversa índole–. 

Es verdad que la historia que cuento tiene un final relativamente feliz en el caso de aquellos que fueron rehabilitados y tuvieron incluso un reconocimiento tardío, pero el precio que pagaron hasta entonces fue altísimo.  

P.- La historia de Matilde Ucelay sirve un poco de introducción e incluso de hilo conductor del libro. ¿Qué tenía de especial este testimonio que le atrajera tanto? 

R.- Lo que me fascinó de M.U. (me llevó años averiguar que era Matilde Ucelay) es la mezcla de madurez e ingenuidad que hay en sus respuestas. También lo que tiene de exponente de una España en plena modernización, que se expresaba con gran libertad y optimismo, a pesar de vivir todavía bajo la dictadura de Primo de Rivera –lo cual dice mucho de esa dictadura–. 

Me hizo mucha gracia cuando el redactor de un periódico anarquista, al comentar sus respuestas –que le parecían bastante ingenuas-, acababa diciéndole: «Tú llegarás, chiquilla». Y es verdad que llegó: Matilde Ucelay se convirtió en la primera arquitecta de la historia de España y acabó recibiendo a los noventa y tantos años el Premio Nacional de Arquitectura. 

P.- ¿Hubo alguna otra historia que le cautivara en especial al elaborar el libro?

R.- Más allá de su caso, realmente excepcional, cada vida es una novela, en muchos casos un drama. Me interesó mucho también el testimonio de Maximiano García Venero, que en su respuesta se declara marxista y cuatro años después ingresa en Falange. En la biografía de estos personajes se ve muy bien el paso de los felices veinte (optimismo, hedonismo, alegría de vivir) a los terribles treinta.     

«Hay una diferencia sustancial entre lo que sentían los jóvenes de hace un siglo por el cine y el deporte y lo que sienten los jóvenes de hoy por las nuevas tecnologías: aquello eran pasiones, esto son adicciones»

P.- Los jóvenes encuestados hablan de deportes y cine, entre otras «modernidades» de la época. ¿Qué paralelismos ve entre esa pasión por lo nuevo entonces y ahora?

R.- Es muy difícil establecer comparaciones de ese tipo. Con todas la cautelas que requiere el asunto, diría que el paralelismo es el que existe siempre entre jóvenes que despiertan a la vida, creen descubrir un mundo nuevo y están decididos a hacerlo suyo. Pero creo que hay una diferencia sustancial entre lo que sentían los jóvenes de hace un siglo por el cine y el deporte y lo que sienten los jóvenes de hoy por las nuevas tecnologías: aquello eran pasiones, esto son adicciones.

P.- ¿Sería posible que un periódico se plantease un ejercicio así un siglo después? ¿Qué tipo de resultados y, sobre todo, de sesgos tendría? 

R.- No solo sería posible, sino que ya se ha hecho y se seguirá haciendo. En cuanto al sesgo, depende, como en el caso de El Sol, del medio que lo haga. Diría que la visión que tiende a darse de la juventud actual y de su futuro es profundamente pesimista. Y no me extraña. Es una generación que ha pasado por la recesión de 2008, los recortes subsiguientes, la pandemia, la nueva crisis económica, ahora la guerra de Ucrania… ¿Cómo no va a tener una visión pesimista del presente y del futuro? 

De todas formas, conviene distinguir, como entonces, entre la percepción de los jóvenes y aquello que los medios presentan como el punto de vista de la juventud actual. Mi impresión es que los medios tienden a hacer sensacionalismo con los problemas de los jóvenes y a venderles una idea profundamente perniciosa: que no hay salida y que estudiar y esforzarse no sirve para nada. Esta es una tendencia muy clara en cierta prensa, sobre todo de izquierdas, que en mi opinión practica un nihilismo obsceno a costa de los jóvenes. 

Portada de ‘La generación perdida’. | Taurus

P.- «Fe ciega en el futuro, un desprecio olímpico hacia las generaciones anteriores y una sensación arrebatadora de haber nacido en una época sin paragón en la historia» es, según usted, el rasgo común de esos 36 jóvenes. ¿No sería una frase que sería perfectamente aplicable a cualquier generación joven, incluyendo la actual? ¿O el cambio climático y otros avisos «apocalípticos» han hecho que cada generación sea más pesimista que la anterior?

R.- No hay una ley histórica que diga que cada generación es más pesimista que la anterior. Por ejemplo, la de los nacidos a principios del siglo XX, que es la que aparece en mi libro, fue de un optimismo desaforado. De ahí el trágico contraste con lo que le deparó el destino. 

Es cierto que cada generación reafirma su personalidad cuestionando a la anterior, «matando al padre» en términos freudianos. La diferencia entre aquella generación y esta, un siglo después, es que aquella pasó del optimismo a la tragedia y esta empieza su experiencia vital en condiciones ya muy duras. Podríamos decir que solo puede ir a mejor. 

Pero es muy arriesgado hacer predicciones. Como dijo Juan Valera, «la historia es la ciencia que permite ‘adivinar’ el pasado». 

«La diferencia entre aquella generación y esta, un siglo después, es que aquella pasó del optimismo a la tragedia y esta empieza su experiencia vital en condiciones ya muy duras»

P.- La lectura de los apéndices permite al lector sumergirse de verdad en la forma de ver el mundo de esa juventud «perdida». ¿Qué formas de pensar o incluso de escribir le llamaron más la atención al leerlas? 

R.- Llaman mucho la atención su optimismo y su reivindicación de la vida como fuente de placer y de felicidad. «Vivir es gozar y gozar es vivir», dice una de las chicas que responden a la encuesta. Hay algunos temas recurrentes, como el pacifismo, el nacionalismo, que todos rechazan, y el feminismo, que alguno define de forma que hoy causaría escándalo.

Son jóvenes inquietos, con una buena formación, incluso aquellos que no son universitarios, y una común afición al deporte. Políticamente son todos muy progresistas, aunque alguno de ellos evolucionó hacia Falange. 

P.- ¿Qué semejanzas o diferencias aprecia con la forma de ver el mundo de las generaciones más recientes, a través de su experiencia como profesor?

R.- A mis alumnos les fascina que estos jóvenes se expliquen con tanta propiedad y madurez y, al mismo tiempo, que se parezcan tanto a ellos en algunas cosas. Se dan cuenta de que el nivel cultural era mucho más alto que hoy en día. Esta es una paradoja que me gusta explicarles: había muchos más analfabetos que hoy, pero la gente que sabía leer, leía y no cualquier cosa: buena prensa, buena literatura, incluso la más popular. 

A mis alumnos eso les produce una mezcla de asombro y admiración. Es verdad que las redes sociales les hacen mucho daño, pero están abiertos a aprender y tienen una gran curiosidad por el pasado. No está todo perdido, ni mucho menos.

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