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El héroe que devolvió el optimismo a Hollywood

La nueva película del aventurero, dirigida por James Mangold, es un emotivo homenaje a la saga de Lucas y Spielberg

El héroe que devolvió el optimismo a Hollywood

Harrison Ford. Fotograma de la película 'En busca del arca perdida' (1981)

Aquel día de mayo de 1977, dos clientes ilustres del Mauna Kea Beach Hotel, George Lucas y Steven Spielberg, disfrutaban de una de las mejores playas de Hawái. Aislado en este paraíso, Lucas pretendía olvidar su mayor preocupación: el lanzamiento comercial de La guerra de las galaxias. A su lado, bajo un sol de fuego, Spielberg también trataba de relajarse. Después de obtener un éxito descomunal con Tiburón, se había obsesionado con Encuentros en la tercera fase, pero la película acumulaba sobrecostes y retrasos. Como quien sueña despierto, Spielberg le dijo a su amigo: «¡No sabes cuánto me gustaría dirigir ahora una película de James Bond!». Con media sonrisa, Lucas se volvió hacia él: «Pues yo tengo algo mejor que eso –le dijo–. ¿Te apetece participar en ello?». Spielberg respondió al instante: «Lo que quiero es dirigirlo».

Saltaba a la vista que aquel nuevo proyecto, En busca del arca perdida, haría que el público los adorase de nuevo. Con su habitual instinto, Lucas hizo que esta producción pivotase en torno a un aventurero, Indiana Jones, milimétricamente diseñado para fascinar a la generación del baby boom y a sus hijos. Aunque el film se ambienta en 1936, el héroe encarnado por Harrison Ford nos ofrece una panorámica del momento sociocultural en el que se rodó la película.

Este aventurero entrañable, seguro de sí mismo, refleja la moderación de los tiempos de Jimmy Carter. Como dice Peter Biskind, tras la angustia y el extremismo generados por la guerra de Vietnam, la audiencia deseaba olvidarse de la agitación política: «Lucas sabía que los géneros y las convenciones cinematográficas dependían del consenso, del entramado de ideas compartidas que se había roto en los 60», escribe. Junto a Spielberg, «dio nuevo lustre a valores gastados como el heroísmo y el individualismo», y de ese modo, propició un retorno optimista al pasado. La mejor opción era orientar al público de los 80 en la misma dirección que América había elegido en los 50, cuando ambos cineastas eran niños.

Cartel de la película ‘En busca del arca perdida’

Lucas ya había echado a rodar esa pelota con American Graffiti (1973). La nostalgia se palpaba en el ambiente. En palabras de Svetlana Boyn, este sentimiento hace inevitable «un sentimiento de pérdida y desplazamiento, pero también un idilio romántico con nuestra propia fantasía personal». En realidad, la primera etapa de Lucas y Spielberg le debe mucho a ese componente nostálgico. Tiburón evoca el cine de monstruos de los 50 y La guerra de las galaxias es un tributo a los seriales de Flash Gordon, con guiños al wéstern, a las películas de espadachines y al viejo cine bélico.

Gracias a ese proceso de revisión y reinvención, En busca del arca perdida puede interpretarse como una labor de patchwork, diseñada con retazos de otras épocas. Hay en la película una clara influencia de los seriales que Lucas veía en su niñez. En este caso, sin duda, tuvo muy presentes los doce episodios de La legión del Zorro (1939), con un invencible Reed Hadley usando el látigo frente sus enemigos. Aunque muchos crean lo contrario, tanto el guionista de la primera aventura de Indiana Jones, Lawrence Kasdan, como el propio Spielberg odiaban los seriales. John Baxter, biógrafo de este último, subraya que el cineasta tenía otra idea en mente. «Cuando Spielberg mencionaba una inspiración, se refería a películas de serie A, como las comedias románticas de Spencer Tracy y Katharine Hepburn, que inspiraron las escenas de amor de En busca del arca perdida».

Fotograma de ‘En busca del arca perdida’ (1981)

Ese repliegue hacia décadas pasadas también afectó al resto del equipo. La diseñadora de vestuario Deborah Nadoolman y, sobre todo, Kasdan encontraron el molde perfecto de Indiana en un par de aventureros similares: el cínico buscavidas Harry Steele (Charlton Heston) de El secreto de los incas (1954) y el oportunista David Jones (Alan Ladd) que se enfrenta a los invasores japoneses en China (1943). En ambas películas, los héroes visten igual ‒chaqueta de cuero marrón, sombrero de fieltro, pantalones caqui‒, así que Nadoolman optó por lo más obvio: confeccionar el mismo atuendo para Harrison Ford, cuya interpretación añadió calidez y vulnerabilidad a un personaje que, sobre el papel, resultaba más áspero.

En 1978, durante una de las reuniones que mantuvo con Lucas y Kasdan, Spielberg se dio cuenta de que solo había una forma de aprovechar esa energía: «En realidad, lo que estamos haciendo aquí ‒les dijo‒, es planear un paseo por Disneylandia». Sin duda, los tres intuían lo que estaba a punto de pasar en Hollywood. Quienes gobernaban los estudios eran jóvenes ejecutivos obsesionados con un solo dato: el 73% de la población que iba al cine por aquellos días tenía una edad que oscilaba entre los 12 y los 29 años. Se trataba, justamente, del público que convirtió a ambos realizadores en multimillonarios. El historiador David Thomson lo resumió de este modo: «Ellos devolvieron la confianza a la industria, después de años de desintegración», y además, crearon «la montaña rusa perfecta».

Steven Spielberg y George Lucas. | Wikimedia Commons

Ahora bien, ¿por que un homenaje a la antigua serie B parecía moderno en la fecha de su estreno? Pues, en primer lugar, porque Lucas y Spielberg asumían el nuevo espíritu de la época. Casi es un cliché de los 80: «Lo que mi generación ha hecho es recuperar cierta inocencia ‒decía el director John Milius, amigo de ambos‒. Es fácil ser cínico. Lo difícil es ser sentimental».

Para completar la oferta, En busca del arca perdida abrazaba otro fenómeno de moda: las ‘ciencias ocultas’. Recordemos que Spielberg y Lucas tenían a mano un buen puñado de libros sobre ovnis y misterios sobrenaturales. Una muestra: Las enseñanzas de Don Juan (1968), de Carlos Castaneda, está detrás de personajes como Obi-Wan Kenobi o Yoda, y un popular ensayo sobre ufología, Pasaporte a Magonia (1969), de Jacques Vallée, inspiró Encuentros en la tercera fase.

En la primera película de Indiana Jones, es el mayor Eaton (William Hootkins) quien define al protagonista: «Profesor de arqueología, experto en ocultismo y… ¿Cómo se llama eso? ¿Conseguidor de antigüedades raras?». Basta esa línea de diálogo para recordar un best-seller que había puesto de moda la arqueología esotérica de los nazis: Hitler: la conspiración de las tinieblas (1972), de Trevor Ravenscroft. Un dato curioso: aunque el libro de Ravenscroft dio a un colaborador de Lucas, el realizador Philip Kaufman, la idea del arca de la alianza, en realidad giraba en torno a otro artefacto sagrado, la lanza de Longinos, que ahora sirve de punto de partida a James Mangold en Indiana Jones y el dial del destino.

Fotograma de la película ‘Indiana Jones y el templo maldito’ (1984)

Lucas era un estratega nato. Aplicó esta misma fórmula –mundos perdidos, tesoros, aventuras y ocultismo pop– a las sucesivas secuelas. La última entrega, ambientada en 1969, también llega equipada con un argumento idéntico. Y aunque el rostro de su protagonista aparezca surcado de arrugas, regresa, una vez más, a un mundo en el que lo maravilloso y lo sobrenatural continúan afectando al presente.

La despedida de Indiana Jones

«Es terrible ‒advertía recientemente un Lucas casi retirado‒, pero hay una parte de la sociedad a la que le gustaría que todo el mundo fuera cínico. Sin embargo, hay otro sector que necesita tener héroes».

En lo que se refiere a ese tipo de aventuras que Lucas añora, Hollywood está hoy muy por debajo de su pleno rendimiento. La obsesión por los superhéroes ha ido abaratando una fórmula que en otro tiempo fue un valor seguro para el público.

Sospecho que Ford llevaba tiempo buscando un film como Indiana Jones y el dial del destino, que le sirva para hacer balance de lo que fue aquel Hollywood que lo convirtió en estrella. Cuando hace una década el actor nos visitó para promocionar Morning Glory, le pregunté por ese cambio en la industria. «Como sabes –dijo el actor–, el cine es un negocio. Haces películas con la intención de atraer a una determinada audiencia… Y bueno, es verdad que un gran número de películas actuales están escritas con el deseo de agradar a los más jóvenes. Me refiero a una audiencia adolescente que quizá esté menos interesada en los diálogos ágiles e incisivos. Su sentido del humor es distinto».

26 de junio de 2023, Londres: Harrison Ford en el estreno de la película ‘Indiana Jones y el dial del destino’ . | Steve Vas / Europa Press

También se quejaba Ford en aquella rueda de prensa de que sus compatriotas hubieran abandonado un mínimo consenso. En la era de las redes sociales, decía, «el público se limita a reafirmar sus propias convicciones» y los medios «fomentan la disensión y la polémica inútil, en lugar de apoyar las ambiciones más nobles de la sociedad».

Que el anciano Indiana rememore en esta nueva película la épica de su juventud y vuelva a enfrentarse a un villano nazi (el gran Mads Mikkelsen) le permite desafiar con dignidad el paso del tiempo ‒el espectador descubrirá  cómo y por qué‒. Una vez más, el arco del personaje está bien resuelto y apela a esas «ambiciones nobles» de las que nos hablaba el actor, y cuyo efecto es más profundo de lo que parece. Pero por encima de todo esto, Indiana Jones y el dial del destino descansa, al igual que sus predecesoras, sobre esa vinculación emocional que nos une a los viejos mitos y que, a lo largo del siglo XX, nos convenció de que la fantasía puede ser mil veces más inspiradora que la realidad.

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