Timothy Garton Ash y la Europa que sentimos
El historiador inglés repasa las últimas décadas del Viejo Continente entre anécdotas y reflexiones universales
Hay tantas Europas como habitantes tiene el continente, pero ninguna como la de Timothy Garton Ash. El periodista e historiador británico, cuya trayectoria vital y profesional le han llevado a convertirse en el más europeo de los ingleses —también en el más inglés entre los europeos—, es un producto único e irrepetible del siglo XX. Nacido en 1955 en el seno de una acomodada familia y educado entre los muros de Oxbridge, pero curtido entre las fronteras de los países que van de los Urales al Océano Atlántico, Ash no solo ha sido testigo de primera mano de los acontecimientos que moldearon la historia reciente del Viejo Continente, como el Mayo del 68 o la caída del Muro de Berlín. También ha participado casi directamente en muchos de ellos, como narrador directo y hombre que susurraba al oído de políticos e intelectuales cercanos al liberalismo, esa corriente de pensamiento que parecía llamada a dominar el futuro no solo europeo, sino global.
Con ese cúmulo de experiencias en la mochila, no es de extrañar que Ash entregue en su último libro Europa. Una historia personal (Taurus) un relato vívido y emocionante de los últimos 60 años de historia europea. A caballo entre la autobiografía y la historiografía, el británico aprovecha sus diarios, cuadernos, fotografías, lecturas y recuerdos para crear un fresco histórico en el que pasean líderes políticos pero también ciudadanos de a pie, que en numerosas ocasiones demuestran más cabeza que sus dirigentes. Además, Ash se inspira —tanto en el foco como en el tono— de grandes narradores de la condición europea como Stefan Zweig pero sobre todo Tony Judt, cuyo monumental Posguerra parece servir a veces de espejo a las intenciones de su compatriota y compañero de profesión. Y es que, en Europa, Ash no solo rastrea hábilmente las transformaciones del proyecto europeo, sino que también intenta crear una especie de parábola que sirva de advertencia sobre los tiempos oscuros que siempre acechan a la vuelta de la esquina.
De hecho, el libro contiene lecciones para lo que Ash ve como una nueva era, que comienza con la invasión de Ucrania por parte del presidente ruso Vladimir Putin, un conflicto que en opinión del británico podría devolvernos a la Europa de las dictaduras en la que nació. En su juventud, fuertemente marcada por las heridas que había dejado la Segunda Guerra Mundial, 289 millones de europeos vivían en democracias, mientras que 389 millones padecían regímenes autoritarios, lo que incluye no sólo a aquellos que se encontraban más allá del Telón de Acero, sino también a los habitantes de gran parte del sur de Europa. Ahora esa cifra se ha reducido drásticamente, pero el auge de democracias con un alto grado de personalismo y autoritarismo como Hungría y, sobre todo, la guerra en el Este del continente podrían devolvernos rápidamente al punto de partida.
«Europa ha caído en una crisis tras otra desde 2008. Nadie sabe si esa tendencia seguirá. Pero la caída empezó en un lugar alto y buena parte de los logros europeos de posguerra y pos-Muro perduran» escribe entre el pesimismo y la esperanza Ash, que no duda en afirmar que «los retos dentro y alrededor de Europa son abrumadores». Y es que esa memoria colectiva de la guerra y el autoritarismo, que fueron las que en opinión del historiador británico impulsaron la paz y la integración europeas de la segunda mitad del siglo XX, se está desvaneciendo entre las nuevas generaciones. La consolidación de las libertades y los derechos en el continente han provocado que, paradójicamente, este «motor de la memoria» empiece a fallar. «En la segunda década del siglo XXI nos encontramos por primera vez con una generación de europeos que solo han conocido una Europa libre, en paz y compuesta sobre todo por democracias liberales. No es de sorprender que tiendan a darla por sentado», escribe Ash.
Las pruebas de ese «adormecimiento europeo» son según el historiador evidentes: no solo ningún país se ha unido a la Unión Europea desde 2013, sino que los británicos votaron a favor de abandonar el bloque y cada vez hay más partidos que defienden abiertamente la salida de sus países del club comunitario o al menos la renegociación de sus tratados. Además, la guerra y el atrincheramiento de figuras autocráticas como el húngaro Viktor Orban han amenazado el flanco oriental de la UE. Problemas acumulados que, en opinión de Ash, vienen en parte motivados por una exceso de autocomplacencia: el relato victorioso que se estableció en los años transcurridos entre la caída del Muro y la crisis financiera — y que aparece en el libro bajo el epígrafe un tanto engañoso de «Triunfar»— provocaron las actual arrogancia y desilusión que parece envolver el Viejo Continente.
Como escribe Ash, aunque en estas décadas la libertad avanzó a medida que los países de Europa central y oriental, a trompicones, establecieron democracias y mercados y se prepararon para unirse a la OTAN y la UE, también fue así como comenzó la caída que, posiblemente, continúa hoy, cuando los populistas antiliberales no dejan de cosechar victorias en toda Europa. Y es que, aunque sus demagógicas soluciones sean imposibles de aplicar, las razones que llevan a los europeos a votarles son totalmente comprensibles: entre tanta apuesta por la libertad, se olvidó la importancia de la igualdad, y «los perdedores del triunfo de liberalismo buscaron a los culpables de su desgracias». Por lo tanto, el renacimiento del sueño europeo tiene que pasar por entender sus problemas y hacer caso a sus peticiones de un reparto más justo de la riqueza continental.
El sueño del liberalismo puede producir monstruos
En Europa. Una historia personal Ash parece admitir que la corriente liberal que defiende con pasión y de la que sin duda forma parte puede tener su lado oscuro. El británico es ante todo un narrador con talento que sabe cómo comenzar sus historias, ya sean artículos o libros, con anécdotas breves, que llaman la atención. Sin embargo, estas también crean un escenario que lleva a los lectores, casi sin que se den cuenta, a lo más profundo de sus propios supuestos y proyectos políticos. Consciente de ello, Ash intenta encarnar el papel del intelectual público liberal que se mueve entre la «historia del presente» académica y el periodismo, entre reuniones privadas con presidentes y discursos ante un público masivo, tratando de mantener «un alto nivel de independencia intelectual mientras participa en el debate político».
Es más, el historiador hace un llamado a la autorreflexión liberal y a la moderación en el que concluye que «cualquier liberalismo digno de ese nombre» debe combinar libertad e igualdad para evitar producir los monstruos del populismo. De esta manera, su libro se convierte no solo en una historia contemporánea de Europa contada desde la perspectiva de un liberal británico supuestamente lúcido pero omnidireccionalmente empático, sino también en una especie de manifiesto sobre cómo se puede construir un ideal de Europa que ilusione a todos. Y por mucho que, con el giro derechista y antiliberal de muchos gobiernos europeos en los últimos años, así como la salida del Reino Unido de la Unión Europea, ese ideal aparezca cada vez menos el destino hacia el que avanza la historia y más al cielo de una religión que se desvanece, Ash concluye sin dudarlo que «defender, mejorar y extender una Europa libre tiene sentido. Es una causa digna de esperanza».