NoViolet Bulawayo, una Orwell zimbauense
La autora zimbabuense presenta su última novela, ‘Gloria’, sobre un país ficticio de animales en plena revolución
Su nombre es tan exótico como sus pintas. Entre repantingada y erguida sobre un sillón orejero, NoViolet Bulawayo recibe a la prensa en el Hotel Meliá de Gran Vía (Madrid) con un lustroso vestido color berenjena, y un sombrero reggae del que se escurren por la derecha varias rastas como brazos de bebe. Piel negra azabache, labios gruesos y ojos como canicas oscuras sobre un fondo tan blanco que se diría hervido. Efectivamente, el cliché es irresistible: parece la hija de Bob Marley.
Su disposición, por otro lado, dista mucho del prejuicio Rasta Woman, siempre tan supuestamente frívolo y emporrado. NoViolet es profesional y seria, casi demasiado, aunque no inmune a alguna sonrisilla al hablarle de cabras satánicas (luego tendrá sentido esta afirmación). La zimbabuense se descolgó por la capital española para presentar su última novela, Gloria, finalista del Booker, de la que ADN publica la traducción al español.
Con el inevitable hilo musical subyacente de Umberto Tozzi, el título de la obra es tan 3 am: amplio, ambivalente y ambicioso, como su contenido. Una fábula, la de Bulawayo, que se traslada a un país ficticio dominado por animales humanizados, o humanos animalizados. El terruño imaginario, Jidada, está dominado por un viejo penco glorioso fornica-borricas y recuerda peligrosamente por los acontecimientos que relata la autora a su Zimbabue natal. Un dictador vetusto destronado (Mugabe, dictador de Zimbabue, fue objeto de un golpe de estado en 2017) en un país inestable donde se funden a tiros unos con otros y reina una caótica desconfianza. En fin, no es lo que se dice un vergel de bienestar.
Pero, entre la maleza más viperina y cruel, es donde florecen las más recias y heroicas flores. Quizás Destino, la cabritilla medio chasca que llega a Jidada para narrar los pormenores de la revolución no sea recia, como pudiera serlo un bicho de tonelada, pongamos… una elefanta. Ahora, sí es heroica. Porque Gloria es, más allá de su prosa previsible y ortopédicamente americanizada (se huele a Toni Morrison desde las primeras páginas), un tridimensional relato sobre la jauría humana. Una historia de ambición y poder coreada por animales que nunca son lo que, en principio, parecían ser…
P. Su libro es una fantasía, no desprovista de crueldad, sobre su país. Ha decidió contarlo, en vez de desde la no-ficción, desde la invención de un mundo animal. ¿Por qué ese interés por la ficción?
R. Para mí, la ficción sirve para representar la experiencia humana. En el nivel de ficción del que hablamos a mí me interesa abordar el relato, la historia, ya que me resulta más democrático. Sobre todo si tenemos en cuenta que la frontera entre ficción y no-ficción a veces es borrosa o inexistente…
P. Le he oído decir que tanto Gloria como el resto de sus obras provienen de una incansable curiosidad. ¿Dónde encuentra esa curiosidad?
R. Afortunadamente, ya he hecho las paces con este viaje miserable al que llamamos vida. Mi curiosidad nace del mundo que me rodea y la experiencia humana. En este sentido, la forma que he elegido de enfrentarme a lo de mi alrededor casa bien con, no voy a llamarlo talento, pero sí con la expresión artística que he elegido.
P. Sí, un mundo miserable pero del que ha salido usted muy bien parada. Partió a Estados Unidos a los 18 años y, desde ahí, han sido muchos los premios que ha recibido, las ventas de sus libros y tiene una carrera que Dios quisiera.
R. (Ríe nerviosamente). Llamo viaje miserable a la vida, a la existencia en sí misma, pero mi carrera no está mal, no, no me quejo…
P. Su libro, ha insistido mucho, es una oda a la libertad. Un altavoz, por así decirlo, con el que reivindicar la liberación de un pueblo. Pero, ¿qué significa para usted la libertad? Un término tan maltratado y pluridefinido.
R. Para mí, la libertad es tener mi destino en mis manos.
P. ¿De verdad cree que podemos tener el destino en nuestras manos, o depende de las circunstancias? No creo que los jóvenes zimbabuenses inmersos en un conflicto armado hayan tenido mucha elección.
R.Sí, es evidente que nuestro destino se ve marcado por las circunstancias, pero eso no significa que debamos resignarnos y aceptarlo de forma pasiva. Y ese es el motivo por el que la gente lucha. Hay gente peleando incansablemente por hacer del mundo lo que les gustaría y esa es la razón por la que creo que la vida merece ser vivida. Y el motivo por el que escribo.
P. Gloria tiene por protagonistas a un país de animales. En Occidente, hemos vivido el relato adulterado de la humanización de los animales a través de Disney, hasta el punto de que se está difuminado la frontera entre los derechos de lo humano y lo animal. Es más, hay colectivos antes preocupados por los animales que por los humanos. ¿Cuál es la temperatura a este respecto en Zimbabue?
R. En Zimbabue no hay un movimiento animalista en los términos occidentales y creo que sucede porque, en tanto que cultura indígena, seguimos teniendo muy presente la relación que tenemos con ellos. Desde el alba de los tiempos se han usado animales para contar relatos humanos, mucho antes de Disney. En ese sentido, en mi cultura se han empleado relatos protagonizados por animales desde siempre para enseñar y para entretener y fascinar. Animales que pueden ser crueles y sanguinarios, no tan edulcorados como los presenta Disney o la industria cinematográfica. Por eso creo que nuestra relación con los animales es la propia de quien convive con ellos con una naturalidad cotidiana y, quizás, no tanto doméstica.
P. ¿Por qué eligió una cabra para representar esa revolución en la obra?
R. Lo hice porque nadie espera que una cabra lidere una revolución. Me gustaba ese factor sorpresa. Al final, las cabras también son animales muy nómadas y Destino es un personaje exiliado que vaga por el mundo en busca de un hogar. Y, de entre todos los animales de granja donde podía elegir, me parecía el más probable de tener este tipo de comportamiento. Pero, principalmente, la idea era generar esa sorpresa. Como, por ejemplo, la gallina que termina matando al cocodrilo en la novela. Y eso me sirve para, al mismo tiempo, hablar en el contexto de Zimbabue de ciudadanos que se creen gente normal y corriente, impotentes ante lo que está sucediendo, y mostrarles que sí tienen poder, que son muy capaces de llevarnos a la liberación.
P. Me pareció curiosa la elección de un cabra porque estaba a la expectativa de que mutase en un ser satánico, ya que la cabra está muy relacionada con el diablo en nuestra cultura, y de un caballo, habitualmente un ser más honroso, bello y puro, como el despótico dictador tirano.
R. (Ríe) Es un caso claro de interpretación según el contexto cultural, porque en mi cultura no existe esa visión de las cabras. De hecho, son animales sacrificiales porque se consideran puros.
P. Entrando en el terreno de la actualidad, ¿cómo ve la situación en Zimbabue?
R. Es una visión de desilusión porque el régimen actual está haciendo todo lo posible por no salvarnos, por matar las esperanzas y deseos de los ciudadanos de Zimbabue. No es un buen lugar en el que estar. Sin embargo, mantengo la esperanza porque, a pesar de la represión, la gente está dejando muy claro que no apoya este régimen y que va a seguir resistiéndose. Y yo espero, y deseo, que podamos salir de esta situación, que sé que, aunque es muy dura, no va a durar para siempre.
P. ¿Cuál es la responsabilidad de Occidente respecto al presente de Zimbabue y su futuro?
R. El momento actual no puede entenderse sin el colonialismo. Lo que vivimos ahora no son sino las consecuencias del colonialismo, y en ese sentido la responsabilidad de Occidente es la de enfrentarse a ese pasado, porque nos dieron la independencia sobre el papel. Pero esa no fue una independencia económica. Y los regímenes autoritarios que hay hoy en África se acuestan con los países europeos a expensas de la democracia y los países occidentales no tienen ningún problema en mirar para otro lado, porque para ellos son relaciones puramente transaccionales. En Zimbabue ninguna institución local hizo absolutamente nada por poner el foco en el deseo del pueblo. Y, en ese sentido, necesitamos la cooperación de todos los agentes. Es un poco el concepto de aldea global. Necesitamos ayudarnos mutuamente.