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Las efemérides que celebraremos en 2024 (II)

Unos acontecimientos que cambiaron la Historia de España o del mundo celebran sus efemérides este año

Las efemérides que celebraremos en 2024 (II)

Imágenes de los trenes de Atocha tras los atentados del 11-M.

11 de Marzo de 2004:  la matanza de Atocha

Hace sólo veinte años que sucedió aquella masacre, poco tiempo para la Historia, pero sus consecuencias trajeron cambios tan radicales que ya podemos calificarlo de un acontecimiento histórico.

El 11 de marzo de 2004 España se despertó con la mayor tragedia desde la Guerra Civil. En cuatro trenes de cercanías, de los que diariamente traen a Madrid a miles de trabajadores de las ciudades dormitorio de la periferia, estallaron diez mochilas llenas de explosivos. Había llegado a España y a Europa el terrorismo islámico, el mismo que tres años antes derribara las Torres Gemelas de Nueva York.

Los atentados del 11-M provocaron 193 muertos y más de 2.000 heridos, la mayor matanza desde 1939. Dos de los trenes estaban en la Estación de Atocha, por lo que ha pasado a la Historia como «matanza de Atocha», aunque otros dos estaban en estaciones de la periferia madrileña. Algunos analistas interpretan que esa irrupción del terrorismo islámico en nuestro país fue uno de los factores que empujaron a ETA a dejar la lucha armada, porque no podían competir con esa brutalidad. Es opinable. Pero lo que sí es cierto es que tuvo unas consecuencias políticas que pusieron al país patas arribas. La opinión pública interpretó que la matanza de Atocha era una represalia islámica por la participación de España en la invasión norteamericana de Iraq, y castigó al partido en el gobierno, el PP, en las elecciones que tuvieron lugar tres días después de los atentados. 

Contra todo pronóstico anterior al 11-M, ganó el PSOE y llegó al gobierno José Luís Rodríguez Zapatero, que se propuso acabar con las reglas del juego que había establecido la Transición. Zapatero les dijo a los nacionalistas catalanes que podrían cambiar su estatuto de autonomía y que firmaría lo que ellos quisieran, dando origen al llamado procés, cuyas consecuencias estamos viendo ahora. Por otra parte, obsesionado por la muerte de su abuelo republicano, despertó los demonios de la Guerra Civil inventando el concepto de «memoria histórica», que ha llevado a la polarización irreconciliable de las dos Españas.

12 de mayo de 1973:  divorcio a la italiana

Hace medio siglo Italia se le escapó de las manos al Vaticano. Aunque el proceso de unidad de Italia del siglo XIX supuso la desaparición de los llamados Estados de la Iglesia, un auténtico país soberano que ocupaba media península italiana, el catolicismo dirigido por el Papa seguía siendo la ideología dominante. Mussolini necesitó pactar con el Papa para que el fascismo se asentara en el poder, y cuando cayó el fascismo, después de sólo 20 años de vida, la Iglesia, que tiene 2.000, recuperó el poder. El poder político en Italia, mediante la Democracia Cristiana, un partido confesional creado por la Iglesia, como su nombre indica.

Desde 1945 hasta 1992  Italia tuvo siempre un jefe de gobierno democristiano, con dos breves excepciones en los que fue primer ministro alguien de un partido coaligado con la Democracia Cristiana. Sin embargo en 1970 un diputado socialista presentó al parlamento un proyecto de ley introduciendo el divorcio en Italia. La Ley Fortuna (así llamada por el nombre del que la propuso) fue aprobada en diciembre del 70 con el voto favorable de todas las numerosas fuerzas políticas, excepto democristianos y neofascistas. Pero el Vaticano tomó cartas en el asunto, y a través de la Democracia Cristiana promovió un referéndum nacional para rechazar la iniciativa parlamentaria.

Fue un error estratégico, porque una cosa era que la Democracia Cristiana sufriese un descalabro en la Cámara legislativa, y otra que la Iglesia se implicase directamente en la campaña electoral del referéndum, como hizo, y que se perdiese. El 12 de mayo de 1973 tuvo lugar el primer referéndum de la República Italiana, y la opción del Vaticano obtuvo un 40 por 100 de votos, mientras que los partidarios del divorcio sumaron un 60 por 100. Italia había dejado de ser católica.

9 de agosto de 1974:  el Watergate de Nixon

Richard Nixon estaba convencido de pasar a la Historia como un gran presidente. Tenía un Maquiavelo particular, su consejero y luego secretario de estado Henry Kissinger, que diseñó la política exterior más audaz desde que Roosevelt llevó a Estados Unidos a la Segunda Guerra Mundial. Nixon sacó a Estados Unidos de la Guerra de Vietnam, que había provocado la mayor crisis política interna desde la Guerra de Secesión, y sobre todo reconoció a China. Ahora nos parece lo natural, pero desde 1949 (véase la próxima efeméride) Occidente hacía como si China no existiese. Detentaba ese nombre la pequeña isla de Taiwán, donde se habían refugiado los anticomunistas, que tenía un puesto permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU con derecho a veto. Nixon acabó con esa anomalía absurda.

Sin embargo el presidente Nixon se implicó en el juego sucio electoral, simbolizado por el nombre de Watergate, un hotel donde unos agentes de la campaña de Nixon intentaron robar documentos en las oficinas del Partido Demócrata. El Caso Watergate fue como un curso de democracia americana. En primer lugar fue un ejercicio de libertad de prensa. Unos reporteros del diario Washington Post llevaron a cabo una larga investigación desentrañando los chanchullos de Nixon. Luego le tocó el turno a la política parlamentaria, y el Congreso puso en marcha el proceso de impeachement (destitución) previsto por las leyes constitucionales. Ante la posibilidad real de que el impeachement fuese aprobado, con votos incluso del propio Partido Republicano de Nixon, éste dimitió. Es el único presidente de los Estados Unidos expulsado de la Casa Blanca por la opinión pública.

Hace 75 años Mao Tse Tung, líder de la revolución comunista china, tras vencer en la Guerra Civil a los anticomunistas o nacionalistas, proclamó la Republica Popular China. El nuevo estado suponía que el mundo comunista -hasta entonces la Unión Soviética y sus satélites del Este de Europa- triplicaba su población y aumentaba el territorio en un 50 por 100.

Pero más importante que la expansión del comunismo fue el hecho de salir de la política de aislamiento que, a lo largo de milenios, formaba parte del ADN de la cultura china. Al año siguiente de su fundación, en 1950, el ejército de la República Popular China se enfrentó directamente con el norteamericano en la Guerra de Corea, y a partir de ese momento China asumió su vocación de gran potencia mundial. A la Unión Soviética, que aparecía como mentora del movimiento comunista mundial, le disputó ese puesto y llegaría a enfrentarse militarmente con la URSS por cuestiones territoriales, lo mismo que haría con la India. Conquistó y anexionó el Tibet e invadió la República Socialista de Vietnam, aunque ésta rechazó a las fuerzas chinas.

Tras la era de comunismo radical de Mao Tse Tung -muerto en 1976- la República Popular China inició un deslizamiento hacia la economía capitalista, aunque manteniendo el régimen político totalitario de partido único. En las últimas décadas, China ha emergido, al fin, como una auténtica potencia mundial, cambiando la expansión territorial por una exitosa penetración económica en todo el planeta. China ha substituido a la desaparecida Unión Soviética como única potencia capaz de desafiar a Estados Unidos, y es posible de los supere en un futuro no tan lejano.

9 de diciembre de 1824:   Ayacucho, América independiente

Hace doscientos años tuvo lugar la última batalla por la independencia de la América Española, que dejó de serlo para dar paso a los nuevos estados del continente sudamericanos. El enfrentamiento tuvo lugar en la Pampa de Quinua, en la provincia peruana de Ayacucho, y entre dos ejércitos parejos y poco numerosos pues alineaban menos de 7.000 hombres cada uno. Además el ejército español no tenía más allá de 500 combatientes peninsulares, siendo el grueso de sus fuerzas nativos del Perú.

Ni Bolívar ni San Martín, los dos grandes caudillos de la independencia americana, estuvieron presentes. El llamado Ejército Unido Libertador, compuesto por fuerzas peruanas y colombianas, estaba al mando de Antonio José de Sucre, un criollo nacido en la actual Venezuela. El Ejército Realista estaba al mando del noble jerezano José de la Serna, último virrey del Perú, que había alcanzado el generalato en la Guerra de Independencia contra los franceses. De la Serna recibió siete heridas en la batalla y fue hecho prisionero, firmando la capitulación el segundo comandante español.

Surgió el rumor de que entre la oficialidad española había muchos masones, que estaban en connivencia con los independistas, y que por eso capituló el Ejército Realista. Lo cierto sin embargo es que lucharon fieramente, como demuestra el elevado parte de bajas: 1.800 muertos y 700 heridos, un 36 por 100 de los efectivos. Según las capitulaciones firmadas España mantuvo su presencia militar en Sudamérica, pues conservó hasta 1826 la base militar de Callao, en el Pacífico, pero todos los autores coinciden en que Ayacucho selló la independencia de América.

29 de diciembre de 1873:  la Restauración

Casi cuando ya no quede año 2024 se cumplirá el sesquicentenario del pronunciamiento del general Martínez Campos en Sagunto, proclamando rey de España a Alfonso XII. Era el típico golpe de estado militar a la española, y con el casi adolescente hijo de Isabel II volvían al trono los Borbones, cinco años después de la Gloriosa Revolución de 1868 que había destronado a «la reina castiza».

La aparición de Alfonso XII llevado de la mano por el mayor estadista del siglo XIX, Cánovas del Castillo, supuso una balsa de aceite para una España exhausta de tanto conflicto. El siglo había sido realmente brutal, comenzando por el golpe de estado de 1808, en el que Fernando VII derribó del trono a su padre, Carlos IV, para ponerse él. Luego vino la Guerra de Independencia, y cuando terminó la contienda no llegó la paz, sino el cruel intento de reimplantar el absolutismo por Fernando VII. A la muerte de este rey siguieron las Guerras Carlistas, llenas de furia, y una sucesión de revoluciones y golpes de estado, culminando con el derrocamiento de Isabel II en 1868. Después el fallido intento de «importar» a un rey, Amadeo de Saboya, que garantizaba el respeto por la Constitución, la aún más fallida Primera República y su final manu militari, con el asalto del general Pavía a las Cortes.

Cánovas diseñó una Restauración monárquica, llamada «Restauración canovista», con una Constitución que mantendría su vigencia medio siglo, la pacificación del país y el inicio de una recuperación económica. Se le acusa de corrupción política, porque dos partidos que representaban a las dos Españas, el Conservador y el Liberal, se pusieron de acuerdo para turnarse pacíficamente en el gobierno, amañando las elecciones, pero eso era infinitamente mejor que arrebatarse el poder con la fuerza de las armas.

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