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Las cartas entre Antoni Tàpies y Joan Brossa: una amistad creadora

‘Con corazón de fuego’ es un testimonio imprescindible para entender la colaboración artística entre el pintor y el poeta

Las cartas entre Antoni Tàpies y Joan Brossa: una amistad creadora

Hombre escribiendo sobre papel en blanco. | Archivo

«Por primera vez en mi vida llegaba a París, en el otoño del año 1950. Tenía veintiséis años». Así comienza Antoni Tàpies el relato de su estancia en la capital francesa, iniciada un 2 de diciembre, en su autobiografía Memòria personal, estancia que se había producido gracias a una ayuda concedida por el Círculo Mallol del Instituto Francés, y cuyo disfrute permitió al autor vivir en París hasta finales de julio de 1951. Memòria personal es importante porque es el primer documento que da testimonio de la existencia de la correspondencia entre Antoni Tàpies y Joan Brossa que se recoge en Con corazón de fuego (Galaxia Gutenberg), fruto de la primera colaboración conjunta entre la Fundación Antoni Tàpies y la Fundació Joan Brossa. Algunas de estas cartas se expusieron en la Fundació Miró, en 2001, pero la gran mayoría, sin embargo, restaban inéditas.

La colección de cartas conservadas consta de 32 misivas de una gran intensidad, que testimonian, en palabras de Manuel Guerrero Brullet, editor del libro, «una de las colaboraciones entre un artista y un escritor de las más importantes del siglo XX; tanto por la calidad de sus colaboraciones como por la extensión de la misma». En la primera de ellas, mandada por Tàpies a Brossa el 15 de diciembre de 1950, confirma el primero que «me he dado cuenta de la importancia que tiene la amistad para mí, y pienso hacer todo lo posible por conservarla, aunque, sea por el motivo que sea, tuviésemos que estar años sin vernos». A este respeto, las cartas no son sólo testimonio de una intensa amistad, sino que, como confirma Manuel Guerrero, «tienen un valor muy importante porque permiten conocer la evolución de los dos autores, porque ambos autores entran en la madurez y evoluciona su obra, desde el surrealismo hacia un nuevo realismo (Brossa camina hacia la poesía esencial, en tanto que Tàpies se desvía hacia el informalismo) y este proceso está explicado por ellos mismos en sus cartas».

Así, no se trata este libro de una interpretación ajena a los implicados, sino que se puede leer a los propios autores explicándose mutuamente su evolución. Sobre esto opina el traductor al castellano del libro, Andrés Sánchez Robayna, y quien durante su estancia de estudios en Barcelona en los años setenta tuvo relación con ambos, que «se trató, en efecto, no únicamente de una sólida amistad entre dos creadores, sino también de una amistad creadora ella misma, es decir, una amistad generadora de colaboraciones que dieron lugar a obras centrales en la poesía y el arte contemporáneo». La potencia y fuerza de estas cartas «se entiende por el contexto oscurantista del franquismo, que potenciaba la imaginación, y que ahora es más difícil para los creadores. Había un horizonte de lo que vendrá y de lo que se iba a poder a hacer», cuenta Manuel Guerrero.

Son más de 50 años de relación entre Tàpies y Brossa y más de 40 en los que colaboraron en multitud de proyectos comunes: ediciones de obra gráfica, libros de bibliófilo, libros de artista, revistas, catálogos y proyectos teatrales y musicales. Su amistad sólo fue interrumpida en los últimos años, en los que ya se trataban con deferencia, pero en la distancia. 

Preguntado por las posibles razones de esta ruptura y del enfriamiento de sus relaciones, opina Manuel Guerrero que «Brossa era un anarquista total, vivía con muy pocas cosas y la relación con Tàpies le permitía vivir o sobrevivir. Así, en el momento en el que Joan Brossa comienza a entrar en el mercado del arte y vende su obra, ya tiene la parte económica más o menos cubierta y la relación con Tàpies en lo que respecta al interés en las colaboraciones es menor». También cree Guerrero que el problema fue de aceleración: «Brossa estaba acelerado y cambia de escala, de los objetos más pequeños se pasa a hacer objetos cada vez más grandes, instalaciones, etc esto es, entra en otra dimensión, en tanto que Tàpies llega un momento que ya había hecho todo lo que tenía que hacer, y había dicho con su obra lo que tenía que decir, y comienza a incursionar en un proceso de revisión de materiales, pero su obra ya no se modifica sustancialmente». 

Encuentro en ‘Dau al Set’

El domingo 3 de noviembre de 1946 se inauguró en el Club Excursionista Els Blaus de Sarrià, en Barcelona, la exposición Tres pintors, August,Ponç (J.) i Tort (P,) i un escultor, Francesc Boadella. Fue ahí donde se conocieron Brossa y Tàpies y donde, además, se encontró por primera vez el que sería el núcleo de la importante revista de vanguardia Dau al Set. Brossa y Tàpies eran vecinos en el barrio de Sant Gervasi y esto provocaba que sus encuentros fueran bastante habituales. En su autobiografía, escribe Tàpies sobre el comienzo de esta amistad con Brossa: «Enseguida simpatizamos mucho y lo tuve en gran estima. Descubrí que teníamos gustos parecidos a pesar de poseer un temperamento tan distinto y de que procedía de un ambiente social diferente». A este respecto, el crítico e historiador del arte Alexandre Cirici escribió en Tàpies. Testimoni del silenci (Polígrafa, 1970) que «la poesía de Joan Brossa entró como un río tumultuoso, o más bien como una inundación, en la vida de Tàpies». Con ello, en sus cuadros comenzó a aparecer, a partir de 1948, una suerte de escritura enigmática que irá evolucionando a una escritura plástica, que ya no representa, sino que es. Como dice Xavier Antich: «Una escritura que pretende contener una realidad que ya no es secundaria».

La revista de vanguardia Dau al Set (cuyo nombre es comúnmente atribuido a Brossa) publicó su primer número en septiembre de 1948 (ocho páginas) y estaba conformada en su núcleo original por Joan-Josep Tharrats, Joan Brossa, Antoni Tàpies, Modest Cuixart (primo de Tàpies), Arnau Puig y Joan Ponç. La voluntad de la misma era la de servir de instrumento a sus miembros para darse a conocer. Se trató de una publicación entusiasta por la actitud surrealista y el espíritu dadaísta, inquieta e interesada en todo lo que significara innovación, subjetividad e inconformismo. Brossa fue en los inicios una figura fundamental como catalizador e inspirador de la poética de la revista. En enero de 1950 se publicaría un número realizado íntegramente por Brossa y Tàpies (cuatro textos del poeta y cinco dibujos en tinta del pintor). La llegada a París significaría la ruptura progresiva con toda la época de Dau al Set, por cuestiones estéticas y políticas. También (y por influencia del poeta brasileño João Cabral de Melo, de quien se incluyen dos cartas en el libro de 1951 dirigidas a Brossa) tanto Tàpìes como Brossa se abren paso a una nueva etapa breve, en este periodo (1950-1952), en la que destaca la voluntad de incorporar la crítica social. 

En tanto que Tàpìes está en París, Brossa comienza a salir de su aislamiento y realiza sus primeras lecturas públicas. Así, en su primera carta a Tàpìes le confiesa que «mis condiciones de realidad han cambiado. Ahora mi obra tiene un destinatario». Ya en 1953 Tàpies realizará su primera exposición individual en Estados Unidos (en la Marshal Field and Company, en Chicago) y con el correr de la década su obra adquirirá importancia internacional, contando con galerías en París y Nueva York. Por su parte, Brossa vive una fiebre creativa que le llevará a escribir un gran número de libros de poesía, así como también a desarrollar ampliamente su extensa poesía escénica. De cualquier forma, entrados los sesenta y mientras Tàpies gozaba de un reconocimiento internacional, Brossa seguía siendo un escritor minoritario y poco conocido. Sería en 1970 y con la publicación de Poesía rasa, con prólogo de Manuel Sacristán, cuando finalmente Brosssa se situaría entre los poetas indispensables de la poesía catalana contemporánea.

La correspondencia entre Tàpies y Brossa es copiosa durante el año 1951, pero luego se dilata, ya que, a su vuelta a Barcelona, ambos vivían uno muy cerca del otro (Brossa en la calle Balmes y Tàpies en la calle Zaragoza) y al verse regularmente no tenían necesidad de escribirse. El resto de sus misivas sirven mayormente para testimoniar el éxito internacional de Tàpies, aunque la última de ellas, de Teresa Barba y Tàpies a Brossa, es un telegrama para felicitarle por la inauguración de la exposición de Brossa en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en 1991. 

Primera colaboración

La primera colaboración Joan Brossa / Antoni Tàpies se produce en el año 1947, con unos grabados que hace Tàpies y la última es de 1989. Se trata del libro Carrer de Wagner, cuyo nombre hace referencia a la calle del barrio de Sant Gervasi donde nació Brossa y que, ya por aquel entonces, no existía. El libro colaborativo incluía 13 poemas de Brossa, escritos entre 1941 y 1989, alusivos a Wagner, junto a diez aguafuertes de Tàpies. De alguna forma, el libro era una suerte de mirada nostálgica a su relación. Para ellos, Wagner había sido muy importante en su relación. Así lo testimonia una carta del 18 de junio de 1951 de Brossa a Tàpies, donde el primero incluye un poema entonces inédito que comienza así: «Tàpies, tu partida / ha deslocalizado mi / oportunidad de escuchar / a Wagner», a lo que el pintor respondió con una carta el 27 de junio de 1951 confirmándole al poeta que «creo que nos veremos pronto (llegaré el día 10) y que pasarán muchas horas sin reunirnos, como dices, para escuchar a Wagner y para hablar de muchas cosas».

Sobre la forma en que ambos colaboraban y refiriéndose específicamente al libro El pa a la barca, de 1963, que incluía poemas de Brossa y 22 litografías y collages de Tàpies y se editó en una tirada de 110 copias firmadas, le contó Brossa al escritor Jordi Coca que «en las colaboraciones nunca he sido partidario de hacer una cosa pensada sobre el texto determinado. Lo que hace falta es encontrar dos personas del mismo voltaje que actúen con libertad; entonces cuando eso ocurre la coincidencia es perfecta».

Sobre la correspondencia incluida en Con corazón de fuego, cuenta Imma Prieto, directora de la Fundació Tàpies, que «se trata de una biografía intelectual, de colaboraciones y correspondencias: Brossa es una artista del mundo de la escritura que trabaja en el sistema artístico y Tàpies, al revés, es un pintor que trabaja en el sistema literario; así, estas correspondencias entre ellos permiten ir un poco más allá, les permitieron crear una obra paralela y diferente».

Coincidiendo con el centenario del nacimiento de Antoni Tàpies se celebra este 2024 el Año Tàpies, al que se adhiere el libro Con corazón de fuego, y que continuará su programación de actividades a partir de este 21 de febrero (y hasta el 24 de junio) en el Museo Centro de Arte Reina Sofía, con la exposición retrospectiva Antoni Tàpies. La práctica del arte, dedicada al pintor barcelonés, una de las exposiciones más completas dedicadas al artista, con más de 220 obras procedentes de museos y colecciones privadas de todo el mundo y que, a partir del 17 de julio (y hasta el 12 de enero de 2025) podrá verse también en la Fundació Tàpies de Barcelona.

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