Miquel Giménez: «Las élites catalanas son despreciables, miserables y carroñeras»
El seguido comentarista político catalán presenta en El purgatorio su nuevo libro, ‘Operación Barcelona: matar a Hitler’
No perdona una chanza, se sabe un hombre gracioso, y en persona, experiencia personal, se comprueba. Miquel Giménez (Barcelona, 1959) comenzó a trabajar a los 14 años y en las vueltas que da la vida acabó, primero como guionista con Raffaella Carrà, Luis del Olmo o Xavier Sardá, y más tarde entró de lleno en la literatura y el análisis de la vida política patria. Él no se lo explica, pero acumula una legión de seguidores dispuestos a escuchar sus ingenios en forma de columna, vídeo, tweet… Siempre atizando al poder. Lo otro, dice, son publirreportajes.
PREGUNTA. – ¿Cómo es lo de fumar en pipa?
RESPUESTA. – Pues fumar en pipa, según decía Chesterton, es el placer que indica que un hombre ha llegado a un punto de beatitud. Fumar en pipa implica beatitud, calma y paz.
P.- ¿Algún que otro vicio confesable aparte del tabaco?
R.- Sí, tengo un vicio confesable y creo que no está lo suficientemente extendido, que es devorar libros. O sea, yo siempre estoy leyendo dos, tres, cuatro o cinco libros a la vez en mi casa. El director de esta santa casa, don Álvaro Nieto, es testigo fehaciente de lo que digo y mi señora que está detrás de las cámaras, me está mirando con una cara de decir «no cabemos, ya no cabemos. Miguel, tira libros, deshazte de ellos, porque si no te voy a tirar a ti y a los libros». Que sepan que vivo amenazado.
P.- Uno de los elementos que más me gusta de Miquel Giménez es que mezcla cada opinión suya con una pátina de humor. Luego se puede estar o no de acuerdo con lo que dice, pero incluso es que la crítica con la comedia a veces duele más que la crítica normal.
R.- Sin duda, Moratín decía que el amargor de la verdad lo disimulaba con chistes. Y el emperador Carlos dijo: «Los españoles son como niños, lloran cuando les quitas la suciedad de la cara». Hay cosas con las que no puedes hacer bromas. Por ejemplo, lo sucedido con esos guardias civiles en Barbate. Ahí no hay posibilidad de decir nada que no sea condenar la inacción de todos los que deberían haber estado a su lado y acompañar a los familiares de las víctimas.
Pero el resto, que es muy pasajero, porque a nosotros nos parece que no, pero Sánchez pasará y pasarán las niñas de la Curva y la Lady Farmatint, eso se merecen que se rían. Te voy a decir una cosa, no hay dictador que aguante una plaza llena con 100.000 tíos partiéndose el culo. No, porque no tienen sentido del humor. Carecen de la libertad de espíritu necesaria.
Por lo tanto, ejercer la ironía, decir las cosas con humor, con mala leche, repartiendo a todos. Aunque claro, en mi caso reparto más a unos que a otros porque unos gobiernan y los otros no, pero yo cuando estaba José María Aznar, perdona, le daba caña y le daba cera porque gobernaba. Y creo que siempre hay que ir en contra de obra, nunca a favor de obra, porque lo contrario es un publirreportaje.
P.- A Miquel Giménez lo siguen mucho ahora por sus comentarios sobre la actualidad nacional, aunque es cierto que su oficio más duradero ha sido el de guionista de televisión y radio, con personajes tan míticos como Luis del Olmo, Xavier Sardá, Valerio Lazarov, Raffaella Carrá… Empezamos por eso, porque me parece fascinante ese oficio de las sombras.
R.- Pues si hubieras visto a Raffaela hacer ejercicios de barra solamente con el tanga te parecería más fascinante todavía. Pero Raffaela era brutal, divina, era una diosa, una excelente persona como profesional y como jefa. Tenía un pequeño defecto, y es que no comía al mediodía. Ella desayunaba un poco y la comida grande la hacía por la noche. Había cogido un restaurante para ella sola en la calle Orense, que lo tenía cerrado al público. Se había traído una abuela siciliana que tenía más mala leche que pesaba y le hacían la pasta. Entonces Raffaella fue genial, pero yo empecé en esto de los guiones por casualidad, como casi todo en la vida.
P.- ¿Pero qué estudió?
R.- Yo no estudié nada, a los 14 años me puse a trabajar.
P.- ¿Y cómo llega a guionista?
R.- Empecé a trabajar a los 14 años porque en mi casa mi padre era muy mayor, me tuvieron de mayores, el hombre ya estaba malito y de hecho se murió a los dos años. Y empecé a trabajar y por una serie de circunstancias un día me invitan un programa de radio y una amiga que estaba allí dice «Hostia, pero aquí se va el que hace de fiscal del Tribunal Popular», que era un programa que se hacía primero en la radio y luego pasó a Radiotelevisión Española, «¿Quieres hacerlo tú?» Y yo dije que sí, hacía de fiscal.
Invité a Sardá, para que actuara como defensa del patrocinado que yo tenía entonces, y me dijo «Oye, ¿tú quieres hacer de redactor?» Se le había ido el guionista preso de un ataque de nervios posparto, porque trabajar con Sardá es muy bueno, pero es como si estuvieras en Vietnam en primera línea. Hice una prueba y me tiré tres años con él en Radio Nacional haciendo La bisagra, y me parece que ganamos más premios de los que caben en la vitrina del Santiago Bernabéu. Porque la verdad es que el programa estaba muy bien.
P.- Miquel Giménez ha arribado a la capital, para presentar su nuevo libro, Operación Barcelona: matar a Hitler. Es una ucronía, o sea, una narración de lo que podría haber pasado, y sin embargo no sucedió.
R.- Este libro es ficción, pero nada de lo que se dice en él es mentira. Esto es una frase que te dejo para ti, la regalo, pero es verdad. Es decir, nunca pasó que Cataluña hiciera un pacto con Hitler, que Hitler invadiera España y echara Franco y pusiera Muñoz Grandes. Que Cataluña fuera un protectorado del Reich, como la antigua Chequia. Nunca pasó que Franco desde los Estados Unidos se hiciera masón y planeara reconquistar España. Y nunca pasó que Hitler viniera a Cataluña a bendecir la división SS Catalonian, que iba a luchar con sus camaradas frente a los rusos. Sin embargo, el sustrato ideológico de todo lo que hay ahí es cierto, porque todo esto en buena parte está sacado de papeles oficiales.
P.- Es una ucronía juguetona, diría.
R.- Hombre, es juguetona en tanto en cuanto especula. Es verdad que juego con la Cataluña actual, que en el fondo el libro es un pretexto para describir lo que es la Cataluña actual, el separatismo actual, las raíces del separatismo actual que son profundamente reaccionarias y racistas. Y lo que pasa es que lo traslada a una época donde, claro, es mucho más fácil poner de manifiesto las contradicciones. Y la verdad es que me he divertido mucho. Cuatro años me ha costado la tontería.
P.- ¿Qué le interesa del nazismo?
R.- Aquí me fascinan tres cosas. Primero, la estética, que es brutal. O sea, no me extraña que impactara en tanta gente joven, porque hay que tener en cuenta que los uniformes de las SS los diseñó Hugo Boss. Esa elegancia que la gente percibe y existe es real. Toda la parafernalia que rodeaba los mítines nazis diseñada por Albert Speer, pero sobre todo para una cineasta como Leni Riefenstahl, que era la leche, era buenísima, nazi, pero buenísima.
Es decir, una cosa son las ideologías y otra son los valores artísticos. Eso siempre me ha fascinado. Lo segundo que me ha fascinado es el trasfondo mágico del nazismo. El nazismo es un pensamiento mágico, como todo nacionalismo. O sea, te lo crees o no te lo crees. Y la capacidad que tuvieron de crear un bautizo para los niños SS, un matrimonio para los SS. Las festividades típicas como la Semana Santa, como la Navidad, todo eso lo cambiaron, y se lo hicieron llevar a su terreno. O sea, esa nueva religión que en el fondo es lo que querían, crear una nueva religión echando fuera a la religión católica.
Y me fascina mucho la capacidad que tuvo este pájaro de fascinar a un pueblo que tenía fama de ser serio. Mira, en los años 30, si tú hubieras hecho una encuesta diciendo cuál es el pueblo más antisemita de Europa, te hubieran dicho Rusia o Francia, por el caso Dreyfus y tal y cual. Pero nadie habría dicho Alemania cómo les comió el tarro este hombre a tantos millones de personas que le votaron. Esto es una cosa que a mí se me hace que se me rompan los esquemas.
P.- ¿Y de las élites catalanas?
R.- No me llama la atención nada, porque las encuentro despreciables, miserables, carroñeras y cobardes. Si la burguesía catalana, la élite, que esto no ha existido nunca, porque en Cataluña todo es ordinario, grosero y vulgar, como decía Pla, entre los de arriba. Si cualquier organización pequeña, el Foment del Treball, el Círculo de Economía, el Círculo Ecuestre, el Círculo del Liceo, es igual. Cualquier organización compacta hubiera dicho al señor Mas el día 1 «Oiga, no juguemos con las cosas de comer que usted nos está llevando a la ruina, el procés no se habría dado».
Si toda esta gente hubiera sido capaz de renunciar a su avidez. Todo empieza cuando en el siglo XIX perdemos Cuba y la sacarocracia, que era los que se beneficiaban del azúcar cubano. Y entonces los catalanes empresarios le dijeron al gobierno «mire usted, nos vamos a dedicar al textil, pero usted prohíba al resto de España que se beneficie de los descuentos que usted me va a hacer a mí, porque yo por hacer el textil en Cataluña no quiero pagar un duro». Hombre, y si en Jaén hay un señor haciendo textil, oiga pues es que no son catalanes, o sea, esa capacidad de hacer negocio a base de fastidiar a los demás me parece despreciable. No sé si con esto he contestado a lo que pienso sobre las élites catalanas.
P.- O sea que esto de que, como diría Rajoy, los catalanes hacen cosas, o sea que son muy emprendedores y que son muy trabajadores, o que las élites son muy inteligentes…
R.- Pues mire usted, el obispo de Mondoñedo me dijo en cierta ocasión que en política no hay que tener ocurrencias. Y Rajoy cometió el error que cometen todos los políticos de derechas, de izquierdas, que es que se piensan que contentando al amo del cortijo ya han contentado a los braceros. Y entonces, claro, su error y el de Aznar, y el de Felipe y el de todos, porque aquí no se salva nadie, ha sido tremendo. ¿Los catalanes hacen cosas?
Pues las mismas que pueden hacer en cualquier sitio de España, cualquier español. Otra cosa es que en Cataluña ser emprendedor sea muy difícil porque necesitas y no es broma ni exageración, tener un amigo en la consellería, tener un papa que haya sido de Convergencia, que te den la subvención, dar el tanto por ciento correspondiente al partido que te haya facilitado eso de modo, de forma y manera que la gente quiere ser funcionaria. O sea, el espíritu empresarial catalán que alguna vez pudo haber existido ha desaparecido completamente.
«El PSC es el Judas de la igualdad en Cataluña»
P.- ¿Le preocupa el nacionalismo catalán?
R.- Me preocupa tanto que lo combato todo lo que puedo y más. Porque ha conseguido romper Cataluña, empobrecerla hasta un extremo increíble. Las empresas que se fueron no han vuelto y cada día se van más. Y no tan solo eso, sino que ha trasladado ese virus al conjunto de toda España. Claro, yo lamento mucho ver que los regionalismos, nacionalismos, llámale como quieras, están surgiendo como como hongos por todas partes, porque eso conculca una cosa que yo defiendo, que es que tenemos que ser libres e iguales.
Libertad para decir lo que piensas, porque aquí no se persigue a nadie por ser independentista. No se crea en esa macana que se persigue al que comete un delito. El señor Rufián se está llevando una pasta al año y no le persigue nadie. Y mira que hay policía y guardia civil en el Congreso. Y mira, debemos ser libres e iguales y todo lo que sea nacionalismo, separatismo, primero, a mí no me gusta, segundo, me suena muy mal, y tercero, estas cosas acaban siempre de la misma manera y no es agradable.
P.- ¿Y el nacionalismo español?
R.- No creo que exista nacionalismo español. Una cosa es ser patriota y otra cosa es ser nacionalista. Para entendernos, el patriota es un señor que quiere a su país, pero no por ello odia a nadie. El nacionalista es un señor que necesita tener un contrario para poder afirmarse a sí mismo. Ejemplo práctico: El nacionalismo alemán necesitaba tener a los judíos como vía de escape. Bueno, los españoles nacionalistas, ¿a quién le podemos tener manía?, ¿a los andorranos, a los portugueses, a Marruecos? Si les estamos regalando las lanchas que no damos a los miembros de la Benemérita.
No creo que haya un nacionalismo español, sí que existe a veces un cierto patrioterismo que yo creo que no beneficia en nada a la nación. Pero el nacionalista es tonto, es como si yo dijera, como quiero mucho a mi señora, cosa que es cierta y me gusta mucho, cosa que también es cierta, odio al resto de las mujeres, pero vamos a ver, oiga, no señor, no hace falta que odie a las demás. O como soy muy amigo tuyo, no tengo ningún amigo más porque los odio. Y al nacionalista le pasa eso y no sabe lo que se pierde.
P.- Pero Miquel Giménez vivió una transición, antes estaba más cercano al independentismo o al nacionalismo catalán.
R.- He tenido una travesía muy curiosa que si ahora pudiera echar la vista atrás me daría de hostias. Yo empecé a los 14 años en la CNT, después me fui a la Legión. Después entré en el PSC, que ya son ganas de entrar. Me tiré unos cuantos años, me fui, igual que Girauta, el día que vimos que se festejaba el asesinato de unos guardias civiles.
Me cabreé mucho porque además, por una serie de circunstancias que conocí, de corruptelas y de tal que decía «pero hombre, ¿esto qué coño es?» Hice un pequeño inciso en el independentismo pensando que había una posibilidad de regeneración y cuando vi que la posibilidad era de degeneración, así como en el PSC estuve 23 años, en el nacionalismo fue la puntita y nada más. Y me fui porque comprobé que el independentismo catalán no era más que un invento pagado por Convergencia.
P.- Me parece curioso esto de pisar un poquito el nacionalismo, verlo de cerca o ver a la gente alrededor y huir despavorido.
R.- A mí me ha servido de mucho para conocer de lo que hablo. Por eso quizás me tienen tanta rabia, porque cuando yo hablo de lo que pasaba en la Asamblea Nacional de Cataluña es porque estaba. Y cuando hablo de lo que pasaba en el PSC en los años 80 y 90 es porque estaba. Y claro, como doy nombres y apellidos, pues yo tengo otro libro PSC: Historia de una traición, donde, sin faltar a nadie, no tengo ninguna querella, explico cómo funcionaba aquello. Quizás eso de haber visto el monstruo desde las tripas y luego salir y decir «señores, esto no va conmigo». Quizás a muchos les pone nerviosos.
«No confundan jamás izquierda con esto que hay ahora en La Moncloa»
P.- ¿Cree que el papel del PSC, de los socialistas catalanes, puede ser el movimiento más fundamental de toda esa querencia nacionalista de la izquierda catalana?
R.- El PSC es el Judas de la igualdad en Cataluña. Ha sido el auxiliar imprescindible de Convergencia en su momento y después del separatismo. El PSC es una contradicción, es un oxímoron en sí mismo porque la cúpula siempre ha sido nacionalista extrema, desde Raimon Obiols hasta Pasqual Maragall hasta pasando por quien quieras.
Mientras que la base electoral no, era la gente que venía de otras partes de España, pues de Zamora, de Galicia, de Andalucía, que votaban a Felipe y a Guerra, se pensaban que votaban a Felipe y a Guerra. Entonces yo cuando empecé a moverme en el PSC, porque a mí me gustaba Guerra, él hablaba de justicia social, que a mí en el fondo es lo único que me interesa. Que la gente pueda vivir bien y todos tengamos los mismos derechos y oportunidades que no el mismo sueldo, porque luego hay quien se merece ganar más porque trabaja más y hay quien se está tocando los melocotones y por tanto merece ganar menos.
Pero Guerra era el único que hablaba de estas cosas, y era el gran enemigo. Recuerdo una reunión, un Consejo Nacional, porque allí todo es nacional en Cataluña en que, en vez de meterse con Pujol, todo el rato se metieron con Alfonso. Yo entrevisté a Alfonso Guerra en una emisora que dependía de la Diputación Provincial de Barcelona, gobernada por los socialistas.
Una entrevista que no le había querido dar a nadie y todos se habían matado y me habían intentado asesinar y que me pasara un tren por encima tres veces y tal. Y me la dio a mí, y no había nadie de la emisora ni de la Diputación para recibir a un tío que había sido vicepresidente del Gobierno de la Nación. Es decir, a Guerra no le han tragado nunca. ¿Por qué? Porque defiende un concepto del socialismo con el que se puede estar más de acuerdo o menos de acuerdo, pero sobre todo defiende España. Y esto en Cataluña es muerte. Estás muerto si defiendes esto.
P.- Fue sintomático cuando el Constitucional recortó en 2010 una serie de artículos del Estatut, y los dirigentes del PSC salieron en tromba a pedir a los catalanes que se manifestaran, que salieran a la calle por ese presunto ataque al pueblo catalán, ¿ese puede ser el punto de deriva de los socialistas catalanes?
R.- El PSC se coloca del lado del separatismo desde el momento en que en el primer gobierno Pujol los que piden, exigen y demandan la inmersión lingüística en las escuelas son ellos, no Pujol. Pujol no quería que el catalán fuera obligatorio en las escuelas, quería una escuela bilingüe. Y los que dicen no, ha de ser todo en catalán son los socialistas, la que lo propone era una pedagoga llamada Marta Mata, que por cierto era una buena persona y una experta en esto, pero decía que claro que los niños tenían que aprender el catalán.
No es porque en el Estatut pasaran el cepillo que decía Alfonso Guerra, viene muchísimo antes. O sea, la colaboración, la ayuda en la proximidad entre nacionalistas y socialistas ha sido tal que sí. Quizás eso fue uno de los momentos más llamativos, pero ya venían colaborando desde el principio de todo. ¿Por qué? Porque todos los dirigentes eran hijos de la misma burguesía catalana. Todos eran familia de todos y todos se habían casado con todos.
P.- Dijo la señora Laura Borrás, condenada por trocear contratos públicos, que el conflicto ha dejado de ser entre catalanes y ha pasado a ser entre españoles, ¿Concuerda?
R.- Vamos, pero de todas, todas. Porque esa es la estrategia, el nacionalismo, como cualquier totalitarismo, no vive cómodo en una sociedad inteligente, culta, calmada, amable, respetuosa. Busca siempre la confrontación, porque todo lo que no puede controlar lo destruye. Pasa igual que con el comunismo. Son ideologías que viven de la destrucción del contrario porque no admiten la más mínima discrepancia. Entonces la tal Borrás, que era Jack el destripador de contratos, pretende hacernos creer que le han condenado por eso.
P.- Al menos los catalanes, si el conflicto ha pasado a ser entre españoles, ya tienen experiencia.
R.- Lo que tenemos es el lomo doblado. Ahora sí que es verdad que muchas cosas que se ven ahora en el Congreso de los Diputados nosotros estamos hartos de verlas. Hay un sentimiento de cierto cansancio, porque esto hace años que lo venimos diciendo. Yo sostengo que en el resto de España no se ha entendido el tema de Cataluña, pero no porque no entienda la identidad, porque no han entendido que eso se podía extender. Es decir, lo que sucede en Cataluña concierne al conjunto de todos los españoles, porque Cataluña es España, es así. No puedes decir «Ah, que disfruten lo votado». No, mire usted, a los nacionalistas los vota menos de la mitad de los catalanes, y esto es así porque el sistema electoral es el que es. Lo cual quiere decir que la mayoría de los catalanes no estamos por eso, por el separatismo.
Y lo que tú no puedes hacer es decir que no va contigo. ¿Cómo que no va con usted? ¿Usted no es español? Sí, pues oiga, yo también. Y vivo allí. No nos dejen solos qué es lo que ha hecho el Estado durante todo este tiempo. Y lo que ahora veo con mucho pesar que hay muchos ciudadanos españoles, muchos compatriotas que dicen «esto es cosa de los catalanes». Ah, ¿entonces no somos españoles? ¿Tienen razón los separatistas al decir que no somos españoles?
Es un conflicto que hemos visto muchas veces, que lo hemos visto en casa, en las cenas. Hay una fractura social en Cataluña gravísima. Y sobre todo hay una cosa que a mí me toca mucho, que es miedo. Miedo decir lo que piensas porque en el trabajo te van a mirar mal e igual te echan porque en el pueblo, fíjate tú, yo tengo aquí una pequeña tiendecita. Si digo lo que pienso no me van a venir a comprar. O sea, cuando en una familia en Navidad lo primero que se dice es de política, no se habla en la mesa, es que allí está pasando algo muy grave.
«Las raíces del separatismo actual son profundamente reaccionarias y racistas»
P.- Por seguir con las ucronías, ¿Qué hubiera pasado si Pedro Sánchez en la campaña electoral de julio dice «Mi propuesta para Cataluña es amnistiar a Carles Puigdemont y al que haga falta, si hace falta a los CDR que están imputados por terrorismo, también los voy a amnistiar porque es mi propuesta de paz y conciliación para Cataluña»?
R.- Me lo he preguntado y me lo he contestado y me he pasado toda la noche llorando. Pues no habría pasado absolutamente nada, querido amigo, porque el votante del sanchismo, que no de la izquierda, no confundan jamás izquierda con esto que hay ahora ahí en Moncloa. El votante del sanchismo si mañana pillara Sánchez comiéndose una niña cruda, diría claro, es que algo le habrá hecho, porque es tan guapo y es tan profesional y habla inglés. Es una fascinación. El pueblo español tiene una fascinación por la gente que habla idiomas.
Entonces llega un momento en que tragan con lo que sea. El problema electoral en España ahora no es tanto la gente que vota a Pedro Sánchez con la fe del carbonero, porque con tal de que no gobierne la derecha aquí hay que pasar hambre, pues pasaremos hambre y ya veremos cuando lleves dos meses con las tripas rugiendo, amigo. El problema es que el otro votante se queda en casa y no va suficientemente a votar o no se cree en muchas ocasiones a según qué líderes o le han comido tanto la cabeza.
Porque claro, el lavado de cerebro con los medios de comunicación oficiales del régimen hombre es notable y eso acaba calando. Entonces no hubiera pasado nada. Sánchez, el mejor del mundo, porque él puede hablar con todos los partidos de la Cámara, es decir, golpistas, herederos de asesinos, gente que tiene las manos manchadas de sangre por Paracuellos, por las checas. Y todavía no han pedido perdón, todavía los comunistas no han pedido perdón y niegan reconocer todas las barbaridades que se hicieron en la retaguardia contra civiles inocentes. Entonces, cuando ves todo eso, piensas que esta gente traga con todo.
P.- Aunque todavía no se ha aprobado, parece ser que ya lo tienen todo cerrado, para que la amnistía se encamine a la aprobación. ¿Qué sentirá Miquel Giménez como catalán cuando Carles Puigdemont vuelva a España?
R.- No tengo tan claro que vuelva. Y segundo, tengo una confianza ilimitada en la justicia española, en los magistrados españoles, en los fiscales españoles. Sabemos que por arriba Sánchez ya se ha ocupado de colocar, pero abajo hay toda una serie de jueces, de fiscales, de gente que está al servicio de la ley, no al servicio de una ideología, al servicio de la ley y el Estado de derecho. Están tocando la punta del Nabucodonosor de manera extraordinaria porqué insisten en que se aplique la ley, y todo esto se ha trasladado a Europa. Todo esto ha de servir para que, yo quiero pensar, cocomocho y la corte de Faraón que tiene en Waterloo no pueda volver tan fácilmente. Ahora, si volviera o volviese del verbo volviera, ya veríamos. Yo creo que los tomates están baratos ahora, ahí lo dejo.
P.- Franco es otra persona que sigue presente en política, 40 años después de muerto, y es personaje importante en su novela.
R.- O sea, esto se lo cuentan al Generalísimo y no se lo cree. Mire, mi general, que 40 años después de muerto a usted lo han movido de la tumba, lo han llevado para arriba, para abajo. Y oiga usted, es el argumento favorito de la izquierda. Franco sale en este libro porque, claro, los americanos después de matar a Hitler y contando que con eso se va a descabezar el Tercer Reich, quieren convertirlo en una especie de De Gaulle, pero claro, Franco no es De Gaulle, es mucho peor.
Y es un intento de aproximarse a él todo lo que te puedes aproximar a Franco. Porque es que es un tipo que nadie sabe cómo pensaba exactamente, ni sus más próximos parientes. Yo cito al teniente general Franco Salgado Araújo, que era su primo, y él afirmaba que no sabía lo pensaba su primo. Y hay una anécdota que no me resisto a contar.
P.- Por favor.
R.- Arburua era un señor que era ministro de Comercio y a los ministros a Franco le duraban mucho porque decía que le daba mucha pereza conocer gente nueva, un dictador un poco curioso. Y por una serie de reajustes entraban los ministros tecnócratas y salían los ministros más azules, pues lo cesó y el hombre se quedó hecho una mierda. Entonces pidió audiencia.
Franco lo recibe y Arburua le dice «Excelencia, yo asumo, como no puede ser de otra manera, el cese que me ha dado su excelencia. Pero yo es que si he cometido un error, si he fallado en algo, si su Excelencia siente que no he estado a la altura, yo quiero saberlo, porque yo tengo que dar una explicación a mi familia, a mis hijos, a mis amigos». Y Franco se lo quedó mirando. Le dijo: «Desengáñese, Arburua, que vienen a por nosotros. Que vienen a por nosotros, hay que tenerlos, pero vamos, como la catedral de Burgos.