Luis Antonio de Villena recuerda a la juventud que estrenó la libertad
El escritor y poeta narra en su libro, ‘La vida feliz de mis jóvenes ricos’, las dudas y deseos de unos muchachos de los 70
«Todo esto ocurre al fin –aún no claramente tan previsible– del franquismo […]. Acaso hubiese sido socialista, pero en mis años universitarios no vi al PSOE por ninguna parte, la oposición era el ‘Partido’, es decir el PCE. Por lo demás me interesaba como a muchos, que algo sabíamos de la fulgente contracultura, la libertad individual –de todos– cada vez más extensa y la sabiduría, el placer y la experiencia como cosas inextricablemente unidas». Esto son destellos de lo que el escritor y poeta Luis Antonio de Villena escribe en su nuevo libro, La vida feliz de mis jóvenes ricos (Editorial Milenio, 2024).
«No se trata de un mero recuerdo, hay ficción también. Pero se basa en una gente que había conocido en los años setenta», cuenta de Villena a THE OBJECTIVE. Durante la Transición española, la sociedad experimentó un período de transformación política, social y cultural después de la dictadura de Franco. La situación de los jóvenes ricos durante este tiempo variaba dependiendo de múltiples factores, como su contexto familiar, sus conexiones políticas y sociales, y sus propias inclinaciones personales.
Este período fue caracterizado por una gradual apertura política y social después de décadas de régimen autoritario, sobre todo en la expresión de la libertad individual. Estos jóvenes ricos, del libro del poeta, son los que se perdían en la vida nocturna de las grandes urbes, frecuentaban fiestas exclusivas en propiedades familiares o locales de lujo, visitaban destinos turísticos pomposos. Buscaban su manera de ver el mundo y esto los llevó a mucha experimentación personal, relacionada con una mayor libertad en la expresión de la sexualidad y con el consumo de drogas, entre otras.
Sin embargo, esa repentina apertura democrática y social fue abrumadora para algunos individuos, especialmente aquellos que estaban acostumbrados a una estructura más rígida y jerárquica. «Ellos no tienen problemas económicos, pero sí muchos sentimentales: no saben por dónde va a ir la vida ni qué hacer con ella», aclara el escritor. Las nuevas libertades y oportunidades generaron incertidumbre y ansiedad en esta generación sobre cómo navegar en un mundo en el que se esperaba que tomaran decisiones autónomas y responsables.
Es importante mencionar que el autor no trata de juzgar ni de analizar este paso por la historia española. Sobre todo, subraya que la respuesta a la libertad experimentada durante la Transición dependió en gran medida de las circunstancias individuales y de cómo cada persona enfrentó los desafíos y oportunidades de este período de cambio histórico. En su caso, conoció a muchos jóvenes ricos y cuenta los acontecimientos que le sucedían: la búsqueda de la propia sexualidad, las amistades, el camino particular en la vida.
Dos novelas en una
Muchos de estos jóvenes acaban tan perdidos por no encontrar su modus vivendi que acaban quitándose la vida. Por eso, son sólo aparentemente felices. «Ese es el tema existencial que hay en el libro. Al no encontrar un camino que recorrer o con el que ponerse a trabajar, aparece el abismo. Una frase de Sartre decía ‘lo malo de caminar junto a un precipicio no es que te puedes caer, es que te puedes tirar’. Esa es la idea: que mis ricos jóvenes están yendo un poco a tientas, que no saben muy bien a dónde van. Se pueden caer o se pueden tirar. O pueden ver que este camino no llega a ningún lado y eso produce una sensación de nulidad. La idea del suicidio está siempre flotando por encima porque son personas que no tienen muy claro por dónde se puede ir. El suicidio aparece como una solución final. Ahí ya terminan las dudas, porque además la duda y la zozobra de no saber a dónde ir genera mucha angustia. La incertidumbre empieza a crear un malestar psíquico», explica.
El volumen realmente abarca dos novelas, por una parte, la que da título al mismo, La vida feliz de mis jóvenes ricos, que fue escrita en Madrid desde mediados de 2020 hasta finales de 2021, en tiempos de pandemia. «Me venían los recuerdos de una época feliz. O que yo en este momento veía así. Luego, al ir escribiendo y al terminar, uno se da cuenta de que aquel instante no era tan feliz». Esta primera novela también tiene un ingrediente que la hace diferente: el trato de la cultura. Para los jóvenes de estos años, la cultura «estaba ahí porque la tenían, la manejaban porque la habían utilizado, había formado parte de su preparación y de su vida. Y la cultura forma parte de su rutina, no es simplemente un adorno».
La segunda, más breve, Leopardos montaña arriba, la escribió después, de octubre de 2022 hasta abril de 2023. Las dos comparten el tema del joven rico y perdido que busca un camino en la vida. Sin embargo, en la segunda un muchacho vive con su madre, que está casada en segundas nupcias. Esta se desentiende completamente de él. «Se limita a darle dinero para que él lo pase bien. Ella cree que con eso es suficiente y no se interesa nunca en lo que el chico hace realmente».
Es un personaje, como los demás, que también busca su lugar en el mundo. Lo material no puede llenar la falta de afectos. «Él cree que a través del sexo y la búsqueda del amor encontrará el sentido de su vida, que finalmente no llega. En ese caso, el final es abierto». Además, Leopardos montaña arriba está escrita desde unos ojos contemporáneos, con las aplicaciones para ligar y la nueva tecnología ganando a la vieja usanza.
Presencia de la poesía
La vida feliz de mis jóvenes ricos es una novela lírica y Luis Antonio de Villena, como excelente poeta que es, intercala multitud de versos en la narración. De hecho, el primer libro termina con un poema titulado Ruinas junto a una playa: Paestum. «Las ruinas/ las poderosas columnas,/ siempre nos hablan de lo que fue […]». Paestum es un sitio arqueológico ubicado en la región de Campania, en el sur de Italia. Es un lugar conocido por sus impresionantes ruinas griegas, que incluyen tres bien conservados templos dóricos, dedicados a Hera, Atenea y Neptuno. «Es un poema sobre el paso del tiempo. Se ve cómo en ese templo han debido de pasar muchas cosas, pero todas ellas se han perdido. Hay una elegía sobre el paso del tiempo y al mismo tiempo ha quedado el recuerdo de un momento feliz», aclara.
Luis Antonio de Villena traza dos novelas donde el recuerdo permanece vivo, pero se desvanece mientras las páginas van mutando. El pasado, de alguna manera, parece una contradicción. «En la juventud uno ve algo muy claro y nítido. Luego, desde la lejanía, nada es lo que parecía». Su prosa llena de lirismo y crudeza y los temas universales que trata, hacen de este libro un rico testimonio de los años 70 y 80. «La felicidad existe, pero es ilusoria», sentencia el escritor. Ojalá aprendamos algo de estos jóvenes ricos, aunque fuese solamente que la cultura no es un adorno.
Este artículo contiene recomendaciones con enlaces de afiliados. Estas recomendaciones se basan en nuestra opinión editorial y en la calidad del producto o servicio. Por favor, para obtener más información, visita nuestra Política comercial.