Indalecio Prieto y el tesoro del 'Vita'
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches, repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
El 1 de noviembre de 2020, cuando todavía todos íbamos con mascarillas, las estatuas de los socialistas Indalecio Prieto y Francisco Largo Caballero, situadas en la zona de Nuevos Ministerios, en Madrid, amanecieron con manchas de pintura roja. En la base de la estatua de Prieto alguien había escrito la palabra «asesino».
El Gobierno y el PSOE aprovecharon para victimizarse. El partido socialista publicó un tuit que decía: «No van a conseguir callarnos. No van a conseguir que el odio impregne nuestra sociedad. #NoPasarán!».
Es posible que los vándalos que pintaron la palabra «asesino» en la estatua de Indalecio Prieto no fueran «fachas», sino descendientes de los exiliados republicanos en México a los que Prieto dejó morir de hambre. Porque mientras los españoles sobrevivían en tierras mexicanas como podían, el socialista vivía a cuerpo de rey, como un ricachón, con fiestorros donde había todo tipo de excesos.
¿De dónde sacó Indalecio Prieto tanto dinero?
Hoy en HISTORIA CANALLA hablaremos de Indalecio Prieto y el tesoro robado del yate «Vita».
La derrota republicana en la Guerra Civil se mascaba desde que la República perdió la batalla del Ebro, entre julio y noviembre de 1938. Los franquistas avanzaban a paso firme y el pesimismo se extendió en las filas republicanas. Pasó algo muy humano guiado por la pregunta: «Ahora que hemos perdido, ¿de qué voy a vivir?».
Juan Negrín, presidente de la República, preparó entonces el sustento económico del exilio. Creó la Caja General de Reparaciones para quedarse con todo el dinero y los objetos de valor que pudieran robar. La justificación era pagar los gastos de la guerra, pero no se usó para eso, sino para tener recursos en el exilio cuando se perdiera la guerra. Amaro del Rosal, socialista, se ocupó de inventariar el material que se robó en el Banco de España, el Palacio Real, el Museo Arqueológico, la Generalitat de Cataluña, el Monte de Piedad, las casas particulares, iglesias y catedrales. Vamos. Todo un expolio para uso partidista.
El plan fue ideado por Negrín en febrero de 1939. Para no ser descubierto creó una sociedad ficticia que compró un barco, el yate Vita. Lo hizo a través del armador vasco Gamboa. Un momento: retengan la procedencia del barco, el País Vasco, porque luego sale el PNV para pillar cacho.
Negrín contaba con Esteban Puente, un matón, y con 18 carabineros. Esta tropa llevó al yate el botín más de un centenar de maletas. El yate Vita salió de Le Havre rumbo a México el 4 de marzo de 1939. Durante el trayecto, Gamboa recibió un radiograma del PNV apelando a su patriotismo vasco para que se quedara con el botín y lo entregara al gobierno euskaldún. ¿Qué historia del PNV entre 1936 y 1939 sin una traición?
Esteban Puente llegó a México y llamó a Negrín, que no respondió. Así que no se le ocurrió otra cosa que telefonear a Indalecio Prieto, enemigo de Negrín, que así se enteró del robo. Prieto vio el momento de vengarse de Negrín y de quedarse con el dinero. Para eso pidió ayuda a Lázaro Cárdenas, presidente de México. Los hombres de Prieto llevaron el botín del yate Vita a una casa de la colonia Roma, en la Ciudad de México. Allí se dedicaron a preparar la venta. Los operarios que desmontaron los objetos robados iban con batas sin bolsillos para que no «descuidaran» nada. Además, eran obligados a llenar sus uñas con cera para que no pudieran llevarse polvo de oro. Eran republicanos, pero no tontos, y quien roba a un ladrón pues ya se sabe.
Mientras, Negrín y Prieto pelearon por quedarse con la pasta. Fue un Ocean’s Eleven sin George Clooney y sin gracia. Al final se la repartieron entre la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles, de Prieto, solo para socialistas, y el Servicio de Evacuación de Refugiados Españoles, de Negrín, para comunistas. El gobierno de México y su entorno fue solidario, claro, pero no mucho y timó a los españoles. Amaro del Rosal, el socialista que había hecho la contabilidad del robo, estimó que había unos 300 millones de dólares. A Negrín le parecía exagerado, y calculó que unos 40. Pero México solo pagó 5,3 millones.
José Giral, que se hizo con la presidencia del Gobierno republicano en el exilio, exigió las cuentas a Negrín y Prieto. Pero estos dos amantes de la república y de lo ajeno se negaron a dar detalles. Eso no impidió, por ejemplo, que Negrín dijera aquello de «siento a España dentro de mi corazón y la llevo hasta en el tuétano mismo de mis huesos». Lo que llevaba dentro era la vidorra que se pasó a costa del dinero robado en España. Mientras, insisto, los refugiados españoles, unos 22.000, personas bien formadas y que amaban a su país, vivían en la miseria o de su trabajo.
Prieto se quedó con dinero y objetos artísticos de valor. Aunque no con todo. Una parte desapareció. Esta historia misteriosa sobre el tesoro y su desaparición parece de película, y merece la pena ser contada con pausa.
En 1941, el diario mexicano El Universal publicó en portada «Hallazgo de las joyas del Vita». La noticia era que unos excursionistas habían encontrado piedras preciosas en el lecho de la Laguna del Sol, y una caja con una inscripción: Monte Pío de Madrid. Y ahí se quedó la historia.
Años después, en 1963, Miguel Guzmán Peredo, montañista y buzo aficionado en lagos de alta montaña, contó en una de sus conferencias que en una inmersión en las lagunas del Nevado de Toluca, de agua helada, a 109 kilómetros de Ciudad de México, había encontrado unos objetos curiosos. El hallazgo era raro porque era muy difícil llegar hasta la Laguna del Sol, la más grande de todas. No había asentamientos ni nada alrededor. Solo una mala carretera y excursionistas. En el fondo del lago encontraron cajas de estaño como las que se usan en los bancos, junto a monedas, relojes y un relicario.
Al terminar su conferencia, un hombre se acercó a Miguel Guzmán, y le contó que su padre, en 1945, pagaba unos pesos a unos campesinos para que se metieran en las aguas del lago y sacaran relojes y joyas, brillantes, rubíes y esmeraldas.
Que nadie emprenda una expedición ahora, porque en 2010, la dirección de arqueología subacuática del Instituto Nacional de Antropología e Historia de México, envió un equipo de buzos y lo sacó todo.
La historia es que alguien del entorno de Prieto llegó hasta el lago del Nevado de Toluca, a 100 kilómetros de la capital, y tiró maletas y cajas con joyas y otros objetos para que no lo pillaran o por venganza. Quién sabe. Gran novela, claro, pero mientras Indalecio Prieto y los suyos disfrutaban de una gran vida hablando de justicia social, los exiliados pasaban penurias. La historia cruda del socialismo.