THE OBJECTIVE
Ilustres olvidados

El sargento español que sobrevivió a un fusilamiento en la lucha contra los franceses

Antonio García-Monteabaro recibió 16 heridas en la Guerra de 1808 y fue declarado Hijo Benemérito de la Patria

La historia les sonará. En 1808, los ejércitos napoleónicos ocuparon España, una circunstancia que acabó derivando en la Guerra de la Independencia tras los sucesos del Dos de Mayo en Madrid. Aquella resistencia frente al francés fue germen de numerosos héroes, desde Juan Martín Díez el Empecinado a Francisco Castaños, general victorioso en Bailén.

Otro de aquellos insignes soldados, aunque menos conocido, fue Antonio García-Monteabaro López. Nacido en Castropol (Asturias), Monteabaro se alistó en los Húsares de Castilla al estallar la guerra. Durante la campaña, participó en numerosas escaramuzas y enfrentamientos con el enemigo que le fueron dejando una bonita colección de cicatrices.

Apodado ‘el Inmortal’

Hasta 16 heridas recibió Monteabaro en el transcurso de la guerra: un balazo en Valmaseda (Vizcaya); una cuchillada en Oviedo; otra herida de bala en Mondoñedo (Lugo); una estocada en Betanzos (La Coruña); un tiro en la pierna en Villafranca del Bierzo (León); un rasguño en la frente en Santiago de Compostela; otros dos espadazos y un fogonazo de pólvora en Fregenal de la Sierra (Badajoz); un tajo en La Albuera (Badajoz); y un balazo en el pecho y un corte en el muslo en Sagunto (Valencia).

Pero, si se han molestado en contar, habrán notado que estas heridas sólo suman doce. Las cuatro restantes las recibió Monteabaro en 1810, en Llerena (Badajoz). Allí, una compañía francesa lo tomó prisionero y —sí, están leyendo bien— lo fusiló. El soldado asturiano recibió tres disparos en la primera salva frente al paredón y un cuarto tiro que pretendía ser de gracia por parte de un capitán francés.

Pero, por increíble que parezca, aquella salva de tiros no terminó con Monteabaro. Es más, salir vivo de aquella jornada le granjeó los epítetos de ‘el Arcabuceado’ y ‘el Inmortal’.

Unos meses después, recuperado ya de sus heridas, Monteabaro volvió a encontrarse en el campo de batalla con aquel oficial francés y esta vez fue el español el que puso a su adversario frente a un pelotón de fusilamiento. Dejémoslo en que aquel capitán no resultó ser inmortal.

Hijo Benemérito de la Patria

Por esta acumulación de servicios extraordinarios y su conducta heroica Monteabaro fue premiado con el empleo de sargento primero de Caballería, el uso perpetuo del uniforme y una pensión de 500 reales.

Estos honores los recibió, además, nada menos que en el oratorio de San Felipe Neri, en Cádiz, donde se reunían las Cortes Constituyentes de 1812. En una ceremonia celebrada el 16 de febrero de 1813, Monteabaro compareció ante los diputados, donde escuchó discursos elogiosos por parte de varios de ellos, incluido el presidente, Miguel Zumalacárregui. Finalmente, el propio homenajeado dirigió unas palabras a los presentes. La Cámara lo declaró Hijo Benemérito de la Patria y fue despedido acompañado de un alabardero y de la banda de música de las Guardias Españolas.

Existe, además, la posibilidad de que al ‘Inmortal’ le fuese concedida la Cruz Laureada de San Fernando, la máxima condecoración de las Fuerzas Armadas españolas. Algunos historiadores apuntan a que efectivamente le fue otorgada la laureada, especificando incluso que fue investido caballero de segunda clase y que la distinción le fue otorgada el día citado arriba en Cádiz. Otros, sin embargo, no señalan a Monteabaro como receptor de la cruz. Desde el Centro de Documentación de las Reales y Militares Órdenes de San Fernando y San Hermenegildo, órgano perteneciente al Ministerio de Defensa, señalan que se trata de «una condecoración dudosa, y todavía en estudio e investigación».

Durante el Trienio Liberal (1820-1823), García-Monteabaro se unió a las filas liberales de Juan Martín el Empecinado. Con el triunfo de los absolutistas, El Empecinado y algunos de sus hombres, entre ellos el Arcabuceado, fueron apresados y llevados a Roa (Burgos), donde el Empecinado fue ahorcado en 1825.

Todavía una vez más volvió a empuñar las armas Monteabaro. En 1833, estalló la Primera Guerra Carlista y nuestro sargento luchó en el bando de María Cristina. Al final de la contienda, y  con la salud muy deteriorada, Antonio García marchó a vivir a La Coruña, donde falleció en 1841.

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