Eva Perón: cuando Argentina apoyó a Franco
En ‘Historia Canalla’, Jorge Vilches repasa la trayectoria de aquellos personajes que tuvieron una vida truculenta
Página 12 es un periódico argentino de izquierdas, de oposición a Milei. Tras la trifulca entre el presidente de Argentina y Pedro Sánchez, publicó una portada en el que hacían un montaje con Milei mirándose a un espejo donde aparecía el retrato de Franco. Habría que recordar que el primer país que ayudó a Franco a mantenerse, enviando dinero y comida, con una visita oficial que blanqueaba la dictadura española, fue la Argentina de los Perón, es decir, la de los padres ideológicos de ese peronismo que destila el citado periódico Página 12.
El dictador Franco fue un superviviente. Cuando pensó que la II Guerra Mundial estaba perdida para las fuerzas del Eje, después de la caída de Mussolini, dio un giro a su política exterior. No era sensato permanecer vinculado a los que iban a ser derrotados. Ya había tenido dudas y su Estado Mayor y su Gobierno se debatían entre posturas diferentes. España volvió así a una pretendida neutralidad. Franco declaró que su régimen, aún en manos de los falangistas, era un «régimen español», una dictadura de caudillo, asentada en el Ejército y legitimada en la victoria sobre «los rojos». España había sido la tumba del peligro comunista, el «faro de Occidente». La definición franquista, y otras consideraciones, consiguieron dejar fuera al país del ajuste de cuentas de los aliados, pero también de las ayudas a la reconstrucción. España no fue admitida en la ONU e instó a un boicot internacional.
La hambruna por la destrucción del tejido productivo se había instalado con fuerza, al tiempo que la represión tras una guerra civil hacía estragos. El sistema económico nacional sindicalista, el autárquico, con su modelo corporativo, cerrado al exterior, no funcionaba. Era precisa la ayuda exterior para sobrevivir. Llegó así la colaboración argentina de mano de Juan Domingo Perón, un nacionalpopulista simpatizante de las fuerzas del Eje, que gobernaba un país que se situaba entre los más ricos y prósperos del planeta.
Juan Domingo Perón, el líder justicialista, concedió un crédito a España de 350 millones de pesos en tres años, a un bajo interés, y otro de 400 millones a devolver en 20 años para pagar las importaciones argentinas. España recibió 400.000 toneladas de trigo, 120.000 de maíz, 8.000 de aceites comestibles, 16.000 de tortas oleaginosas, 25.000 de carne, 10.000 de lentejas, y hasta 50.000 cajones de huevos. A cambio, España envió a Argentina textiles, aceitunas, barcos, y sirvió de zona franca para los productos australes en Europa.
En esa circunstancia, Eva Perón, esposa del presidente de Argentina, sin cargo público, pero con mucho peso político y simbólico, quiso visitar España. Pretendía romper el aislamiento de la ‘Madre Patria’ con una estancia larga, de dos semanas, por todo el país. Esto disgustó a algunos ministros argentinos, como Bramuglia, de Exteriores, y se generó una crisis en el gabinete. El acuerdo fue que Eva viajara a España sin hacer declaraciones favorables a la dictadura de Franco, asunto que Estados Unidos no iba a tolerar, de momento. El plan se llamó ‘La Gira del Arco Iris’, ya que incluyó la visita a otros países europeos. Por aquellos días, la prensa española comenzó a publicar unos anuncios de la Flota Aérea Mercante Argentina (FAMA) que decían que las «alas argentinas» traerían aquí un «mensaje de amor y reconocimiento» a la «generosa y eterna España».
El 8 de junio de 1947 aterrizó en Madrid el avión de Eva Duarte de Perón. Iba a ser una gira europea. La noche anterior había hecho escala en Villa Cisneros, hoy Dajla, en el Sáhara Occidental, donde fue recibida por Alberto Martín Artajo, ministro de Exteriores. Cuando Eva descendió del avión en Barajas fue recibida por Franco, Carmen Polo, su mujer, y Carmencita, su hija. El dictador lucía el uniforme de gala y besó torpemente la mano argentina. Su esposa, engalanada con un enorme sombrero con plumas, intentó ser simpática sin conseguirlo.
La multitud esperaba el paso de la comitiva oficial en su trayecto hasta el palacio del Pardo, su residencia durante la estancia en España. Se engalanó la calle de Alcalá, el gentío sacó pañuelos, y de noche se iluminaron Cibeles, la Puerta de Alcalá y la estatua de Espartero. Al día siguiente, se produjo el acto de masas en la Plaza de Oriente de Madrid, lugar emblemático para el franquismo. Los edificios estaban engalanados con banderas de ambos países. «¡Franco, Perón, un solo corazón», gritaba la gente.
Los autobuses habían congregado a las chicas de la Sección Femenina de la Falange Española y de las JONS. Se preparó un espectáculo con trajes regionales que representaban a todas las provincias. Allí mismo le fue entregada la Gran Cruz de Isabel la Católica, y pronunció un discurso que terminó agradeciendo al «pueblo de trabajadores» de España, país de «héroes, santos, genios y descubridores», tan digno galardón. Eva portaba un vestido granate, con lentejuelas negras, y se tocaba con un casquete negro con plumas, mientras sobre sus hombros descansaba una capita de marta cibelina. Carmen Polo, sin embargo, vistió de negro, y llevó una gran pamela.
Por la tarde, ambas dieron un paseo por Madrid, y acabaron en los suburbios, donde la esposa de Perón dejó «generosos donativos». El obrerismo del justicialismo argentino era muy fuerte, y se constituyó en uno de los motivos de enfrentamiento entre las dos damas. No en vano, una de las pancartas rezaba: «Los obreros de Franco saludan a los ‘descamisados’ de Perón». La noche, no obstante, fue de fiesta. A El Pardo acudieron para actuar Carmen Sevilla, Lola Flores, Tita Gracia, Juanita Reina y Manolo Caracol, dirigidos por el maestro Quiroga.
No fue lo único que obtuvo la mandataria argentina. El obispo Eijo Garay, también Patriarca de las Indias Orientales, impuso a Eva Perón el escapulario de la Virgen del Carmen, y le fueron entregados los trajes regionales de todas las provincias españolas. Recorrió El Escorial, donde la argentina soltó: «Podrían dedicar este enorme edificio a algo útil. Por ejemplo, una colonia para niños pobres, ¡se ven tantos!». Ahí no terminó el enfrentamiento dialéctico, porque la Perón dijo a Carmen Polo que su marido no había ganado el poder en las urnas, sino en la guerra.
Eva Duarte, siempre populista y devota, se detuvo a rezar a la Virgen de la Macarena, en Sevilla, y terminó su periplo en Barcelona. Había pasado por Granada, Santiago de Compostela y Zaragoza. En cada parada era agasajada con regalos. Eva Duarte iba siempre vestida como una estrella de cine de la época, que contrastaba con el mal vestuario de Carmen Polo. Incluso salía en las fotos con abrigos de visón porque estaba de moda y, además, porque los reportajes se veían en Argentina, donde era invierno.
El periplo acabó en Barcelona. «La muchedumbre, a su paso -se lee en La Vanguardia del 24 de junio de 1947-, estalló en clamorosos vítores a Franco y a Perón». Eva Perón entró bajo palio en la Basílica, y volvió a dirigirse a los «descamisados» y obreros. El alcalde de Barcelona, el barón de Terrades, le dijo:
«Todo el pueblo español, enamorado de su Historia y de su unidad veterana, hace pública su fe y su gratitud por la gran Argentina»
Eva Duarte se alojó en el Palacio de Pedralbes, a donde llegó a marcha lenta dada la cantidad de gente que saludaba. Allí fue despedida por el régimen. Después de 16 días en España, viajó a Italia, Portugal, Francia y Suiza. Murió pocos años después, en 1953, de un cáncer. Aquí se la recordó durante mucho tiempo después.
El mismo día que Eva Duarte de Perón llegó a España, el BOE publicaba un decreto por el que se sometía a referéndum la Ley de Sucesión en la Jefatura del Estado, aprobado por las Cortes el 7 de junio, que dejaba en manos de Franco la designación del sucesor. La ley ratificaba al dictador como Jefe del Estado, y fue la primera convocatoria electoral del régimen. En un cuerpo electoral compuesto por más de 17 millones de personas, hicieron uso de su ‘derecho’ el 88%, con un 93% a favor. Era la España oficial dando pasos para su consolidación, mientras la popular recibía a la mandataria argentina, portadora de alimentos y rompedora del aislamiento del país.
La segunda curiosidad es que Eva Perón consiguió que la comunista Juana Doña Jiménez, condenada por atentar contra la embajada de Argentina y la Brigada Político Social, viera conmutada su pena de muerte por la de 30 años de reclusión. Juana había salido de la cárcel en 1941 por delitos políticos. Tres años después ingresó en un grupo terrorista que consiguió sacos de dinamita en Valdemanco, y ella misma los transportó a Madrid para el atentado. Tras las deflagraciones, los implicados fueron detenidos y encarcelados en mayo de 1947, y condenados a muerte. Salió de la cárcel en 1961, y murió en 2003 sin abandonar el comunismo. Hoy esta terrorista tiene una placa y una calle en Madrid.
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