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Ilustres olvidados

Bernardo de Gálvez, el aliado clave de Estados Unidos en su independencia de Gran Bretaña

Suya fue la victoria en la decisiva batalla de Pensacola, que ganó gracias a una hazaña de enorme valor

Bernardo de Gálvez, el aliado clave de Estados Unidos en su independencia de Gran Bretaña

'Por España y por el Rey', lienzo sobre el papel de Bernardo de Gálvez en la batalla de Pensacola. | Augusto Ferrer-Dalmau

Es altamente improbable que los actuales Estados Unidos pudiesen haber logrado su independencia solos. Las pequeñas Trece Colonias difícilmente habrían conseguido separar sus caminos del poderoso Imperio británico de no ser por otras potencias extranjeras interesadas en sus propios dominios americanos y —por qué no decirlo— en fomentar todo lo posible ese dolor de cabeza para los ingleses. En este sentido, dos países destacan sobre el resto: Francia, con el marqués de Lafayette como paladín; y España, con nuestro protagonista de esta semana, Bernardo de Gálvez.

En efecto, este malagueño nacido en 1746 fue un personaje fundamental en la guerra de Independencia de Estados Unidos. Y lo cierto es que la vinculación con América le venía a Gálvez de familia, ya que su padre, Matías de Gálvez, era virrey de Nueva España y su tío, José de Gálvez, ministro de Indias con Carlos III.

También igual que su padre, el joven Bernardo se decantó en seguida por la carrera militar en el Ejército de Tierra. Así, con sólo 16 años, se alistó como voluntario en la guerra de los Siete Años que España libraba contra Portugal. Tres años después, fue destinado a América, concretamente a Nueva España. En el actual México, se distinguió en el manejo de las armas en numerosas escaramuzas contra los apaches. De nuevo volvió a la península durante unos años, con una estadía en Francia incluida, lo que le sería muy útil para el futuro.

Suministros clave

Pero era en el Nuevo Mundo donde Bernardo de Gálvez estaba destinado a forjar su legado. Fue así como a la edad de sólo 30 años fue nombrado gobernador de la provincia de la Luisiana, recientemente cedida por Francia a España. Cuando Gálvez tomó posesión de su cargo, la rebelión de las Trece Colonias acababa de empezar, y el nuevo gobernador hizo lo posible para apoyar a los insurrectos.

De entrada, Gálvez ordenó enviar constantes cargamentos de armas y suministros a través del río Mississippi para avituallar al ejército independentista. La ayuda fue también financiera; a través de la intercesión de Gálvez, España prestó a los rebeldes 74.000 dólares. El dinero y las armas llegaron como regalos caídos del cielo para los generales George Washington y Charles Lee, que pudieron así sostener la lucha.

Gálvez pasa a la acción

Pero Gálvez no se quedó viendo la guerra desde la barrera. El mismo año de su toma de posesión como gobernador de la Luisiana, el entonces coronel auxilió a los independentistas en la batalla de Saratoga. Esto llevó a que, cuando Carlos III le declaró formalmente la guerra a Gran Bretaña, en 1779, Gálvez fuese nombrado responsable del esfuerzo español en la contienda. Nada más recibir el encargo, el ya brigadier malagueño decidió lanzar una rápida ofensiva para sorprender a los británicos. Así, a pesar de un huracán que casi echa por tierra sus planes, Gálvez se lanzó Mississippi arriba y fue tomando todas las posiciones inglesas a su paso.

Tras once días de penosa marcha a través de las ciénagas, mantenida por el ánimo imperturbable de Gálvez, las tropas españolas conquistaron el fuerte Bute de Manchak sin sufrir una sola baja. Tras él, cayeron el fuerte New Richmond de Baton Rouge, el fuerte Panmure de Natchez y los puestos del río Amite y de Thomson’s Creek. No contentos con ello, capturaron también ocho barcos británicos que llevaban suministros a las tropas del rey Jorge. Por estas hazañas, Gálvez fue ascendido a mariscal de campo.

La marcha de Gálvez, lienzo de Augusto Ferrer-Dalmau.

Mobile y Pensacola, siguientes objetivos

Pero el objetivo último de Gálvez era aún más ambicioso. Además de ayudar a los colonos, el militar español pretendía avanzar hacia el este con un doble objetivo: asegurar la integridad de la Luisiana frente a la amenaza británica y arrebatar parte de la Florida de manos inglesas. Si se conseguía este segundo propósito, España no sólo recuperaría un territorio perdido tras la guerra de los Siete Años, sino que neutralizaría las incursiones navales que Gran Bretaña lanzaba desde el golfo de México contra los puertos españoles en Centroamérica.

Fue así como Gálvez se dirigió a Mobile. De nuevo tuvo que enfrentarse a los elementos, con varias embarcaciones que encallaron o naufragaron. A pesar de ello, el militar español, «con nuevas fuerzas creadas por la necesidad», inició un asedio de dos semanas que terminó por rendir la plaza. Gálvez dejó en Mobile una guarnición y volvió a Nueva Orleans, capital de la Luisiana, para reavituallarse antes del asalto definitivo a la Florida occidental.

La gran plaza de esta región era Pensacola. Para cumplir con el ambicioso golpe de efecto que supondría tomarla, Gálvez consiguió reunir una considerable tropa de más de tres mil hombres y 32 barcos de diverso tonelaje. También logró el mando supremo de toda la operación frente a los oficiales de la Armada, factor que más tarde se revelaría clave. El problema vino cuando uno de los navíos españoles tocó fondo al tratar de navegar por el canal de entrada a la bahía de Pensacola. Los oficiales de Marina ordenaron detener el ataque de forma indefinida.

‘Yo sólo’

Pero Gálvez no iba a abandonar la empresa tan fácilmente. Ante la imposibilidad de convencer a los mandos de la Armada, el general les mandó una bola de cañón junto a una nota que decía lo siguiente: «Esta es una de las balas que reparte el fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante para quitarle el miedo».

Dicho y hecho. Gálvez se dirigió él sólo hacia el canal en el bergantín Galveston (llamado así por la ciudad de Galveztown, fundada por el propio Gálvez en la Luisiana). Le acompañaban sólo dos lanchas cañoneras y una balandra, los únicos buques de la flota que estaban bajo su mando exclusivo en calidad de gobernador. Gálvez ordenó que se izase la insignia de su rango y que se disparase la salva de quince cañonazos para que el enemigo no tuviese dudas de que el general iba al mando de la flotilla.

Bajo el fuego graneado del enemigo, Gálvez avanzó ileso adentrándose en la bahía. El resto del convoy, con el grueso de las tropas españolas, observaron maravillados la hazaña de su general y vitorearon su incursión. De esta forma, Gálvez logró su objetivo de inspirar con su propio coraje al resto de oficiales, que al día siguiente siguieron a su líder y penetraron en la bahía. Comenzó entonces un largo asedio de casi dos meses. En el transcurso del mismo, Gálvez fue herido de gravedad, pero siguió liderando el cerco. Finalmente, gracias a la llegada de un convoy de refuerzo llegado de Cuba, se acometió el asalto final y se rindió Pensacola.

Por su heroico comportamiento en esta batalla, el rey le concedió el título de conde de Gálvez y decretó que en su escudo figurase el lema ‘Yo sólo’, en referencia a su entrada en solitario en la bahía de Pensacola.

Detalle del escudo de armas de Bernardo de Gálvez, con el cuartel mostrando el bergantín ‘Galveston’ y el lema ‘Yo solo’. Fuente: conocegalvez.com.

Legado

La victoria en la batalla de Pensacola fue absolutamente clave para el devenir de la guerra de Independencia estadounidense. Sin ese puerto, los británicos perdieron capacidad para enviar suministros a sus tropas en los diversos frentes de América del Norte. Sólo cinco meses después, tuvo lugar la batalla de Yorktown, donde los ingleses se rindieron definitivamente.

Tras sus acciones contra los británicos, Gálvez fue nombrado gobernador de Luisiana y la Florida Occidental, a las que más tarde añadió Cuba. Más tarde, pasó a ser virrey de Nueva España, el mismo cargo que había ocupado su padre antes que él. Su gobierno fue muy celebrado por los súbditos del rey en México, especialmente por los más vulnerables.

Por desgracia, su impresionante trayectoria se truncó a la joven edad de cuarenta años, con su muerte en 1786. Por su papel en la guerra de Independencia de Estados Unidos, el presidente Obama le concedió en 2014 la ciudadanía honorífica, una distinción que sólo han recibido ocho personas en toda la historia, entre ellos el mencionado Lafayette, Winston Churchill o la madre Teresa de Calcuta.

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