Los apodos más originales de los madrileños: ballenatos, chispas, manolos y majos
Con el paso de los años los motes de los nacidos en la capital han ido cambiando a la vez que los sucesos históricos
Chulapos. | David Canales Europa Press
Si preguntas a la mayoría de los nacidos en Madrid por el mote de los madrileños te dirán que es «gato». Sin embargo la larga historia cultural de Madrid ha dado lugar a una curiosa colección de apodos. Desde tiempos antiguos, los madrileños han sido conocidos por una variedad de sobrenombres que capturan diferentes momentos históricos, su carácter, el ambiente social de la ciudad y los barrios que la componen.
Cada apodo madrileño cuenta una historia única sobre los barrios, las costumbres y las personas que han dado forma a la capital española. Aunque muchos de estos términos han caído en desuso o han perdido parte de su significado original, aún son un recordatorio del espíritu castizo que ha caracterizado a Madrid a lo largo de los siglos.
Apodos originales de los madrileños
Los «ballenatos»
El apodo «ballenato» está basado en una leyenda sobre un comerciante que navegaba por el río Manzanares transportando mercancías, en concreto barriles de vino. Mientras estaba en el río, algunos de sus barriles cayeron al agua y entonces éste empezó a repetir: ¡Una va llena!, cuyo sonido es parecido a (una ballena).
Cuando esta historia llegó a oídos de los residentes en Madrid creyeron que había una ballena nadando en el Manzanares, que los madrileños fueran tan crédulos suscitó las burlas de quiénes visitaban la ciudad, que comenzaron a referirse a ellos como «ballenatos».
Los «chispas» o «chisperos»
Uno de los apodos más antiguos de Madrid es el de los «chispas» o «chisperos», que hacían referencia a los habitantes de los barrios de Lavapiés y Chamberí durante los siglos XVII y XVIII. Estos madrileños eran trabajadores de la industria del metal, especialmente herreros, que jugaban un papel fundamental en la vida económica de la ciudad.
El término «chispa» o «chispero» deriva del oficio de estos artesanos, que al trabajar con el metal y el fuego producían chispas constantemente. En aquella época, los chisperos se convirtieron en figuras populares y, con el tiempo, en un símbolo de la lucha de clases en Madrid. Además, estos personajes no solo eran reconocidos por su profesión, sino también por su carácter aguerrido, defendiendo su barrio y sus costumbres con orgullo. El chispero, con su particular modo de hablar y vestir, se consolidó como una figura emblemática de la ciudad, y el apodo ha perdurado en la memoria colectiva.
Los «manolos»
El apodo «manolos» está intrínsecamente ligado al barrio de Lavapiés, una de las zonas más castizas y tradicionales de Madrid. Durante el siglo XVI, tras la expulsión de los judíos por orden de los Reyes Católicos en el año 1496, hubo algunos judíos que decidieron quedarse a vivir en la ciudad, por lo que tuvieron que convertirse al cristianismo. Y la zona elegida para vivir fue Lavapiés.
Estos judíos conversos, para demostrar que eran creyentes y habían pasado a ser un cristiano más, solían elegir para su primer hijo el nombre castellano de Manuel. A este nombre se le conoce popularmente como Manolo. Y debido a los muchos Manueles que residían en Lavapiés, se inició la costumbre de apodar a sus habitantes «manolos».
Los «majos»
El mote de «majo» es quizás uno de los más famosos y románticos de la lista, fue adoptado para referirse a los madrileños durante el siglo XVIII. Durante las fiestas de la ciudad, las clases trabajadoras solían arreglarse con diferentes prendas como redecillas, capotes con mangas y sombreros puntiagudos. Esta forma de vestir era reproducida fielmente por Goya en sus cuadros, de ahí que a este atuendo festivo también sea conocido como «Goyesca».
Pero la procedencia de este apodo viene de la fecha en la que se celebra la fiesta pagana de Santiago el Verde, que tenía lugar cada 1 de mayo, de ahí derivó la palabra «majo». Y posteriormente, se empezó a decir la fiesta de los majos, hasta que acabó por llamarse «majos» a los madrileños.
