Seis de cada diez españoles aseguran no ser felices en sus puestos de trabajo
Las empresas intentan paliar el desánimo por la baja calidad del empleo con iniciativas como la creación del puesto del Chief Happiness Officer
España va bien. La famosa frase de Aznar a finales de siglo pasado dio lugar a un tropel de críticas, parodias y lamentos desde la izquierda. El regimiento cultural, por supuesto, se lanzó a la primera línea del frente. Los muy punkies poetas de Ska-P, por ejemplo, le dedicaron un todo un single. Hoy no se les escucha tanto cuando otros políticos que entonan himnos parecidos. Es más, resulta que no cantar los coros del optimismo gubernamental ha mutado a terrible falta de… !Patriotismo! El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, le exigió el sábado a Alberto Núñez Feijóo, líder de la oposición que no «refunfuñe» y que tire de «patriotismo» (palabra tabú según quién la diga, por cierto) y que «desee que a nuestro país le vaya bien». ¿Que no haga oposición?
Una de las muestras de lo bien que le va a España, dicen desde el Gobierno, es el empleo, nuestra más inveterada causa de escarnio macroeconómico. El mes pasado, dicen, hubo un importante crecimiento de la afiliación y una reducción del desempleo. Gente como Rocío Regidor, sin embargo, tiene el poco patriotismo de contar la letra pequeña de los datos: más de la mitad de los contratos indefinidos realizados no conllevan una jornada completa de trabajo. ¿Qué tipo de empleo se está creando? ¿Se pasaría tan de puntillas por el asunto de la calidad si los partidos en el Gobierno no fueran de izquierda? ¿Dónde están los sindicatos?
El 20 de marzo se celebró el Día Internacional de la Felicidad. Si, por despiste o por lo que fuera, no cumplió entonces con su deber onomástico, le concedemos una prórroga: puede ser feliz hoy, justo el primer día de curro tras la Semana Santa. Ánimo. Los días mundiales de cosas sirven, entre otras cosas, para sacar encuestas. Según una del Instituto Nacional de Estadística (INE), seis de cada 10 trabajadores aseguran no ser felices en su puesto de trabajo. Y lo que queda, con ChatGPT pisándonos los talones.
La cosa, a lo mejor, no va tan bien. Ya sea la guerra de Ucrania, ya sean los tipos de interés… El caso es que cada vez nos cuesta más llegar a fin de mes que cuando decir que España iba bien daba risa. Más temporalidad, despidos baratos y sueldos parecidos (con suerte) a cuando no había inflación. A falta de liquidez para (o ganas de) subir los sueldos, algunos insisten en, por lo menos, dar un poco de cariño a los empleados. En un análisis por el día de marras, Udemy, plataforma de aprendizaje y formación online, asegura que la creciente infelicidad laboral «ha llevado a la creación de la figura del Chief Happiness Officer en los últimos años». El director de Felicidad (sí, no es que haya entendido mal el inglés) se ha convertido «en una pieza fundamental en muchas organizaciones».
Más allá de lo excesivo de ciertas ocurrencias del management (¿tendrá el CHO entre sus prioridades la lucha contra el malagement con cursos de buenrolloment?), lo cierto es que la fuerza laboral (nosotros: los curritos), tras los golpes de 2008 y el coronavirus, tiende a conformarse con lo que hay. Y, a falta del pan de un sueldo decente y una mínima estabilidad, busca alguna que otra torta alternativa. Así, según el informe Global Benefits Attitudes elaborado por Willis Towers Watson España, a uno de cada tres empleados en nuestro país le gustaría que su empresa atendiera su bienestar emocional, como parte del programa de beneficios. Pero la cosa no termina de funcionar (o no terminamos de creérnoslo): solo tres de cada 10 afirma que este tipo de iniciativas contribuyen a mejorar su salud mental.
Estamos en ello, dicen los expertos. Agustín López Guzmán, instructor de Udemy, lo es en liderazgo, y dice que «en los últimos años, se ha acelerado la investigación sobre la felicidad en el trabajo, pasando de ser una tendencia a considerarse una necesidad en las organizaciones». Para él, lo fundamental es que, «más allá de generar entornos de felicidad, mediante una mayor autonomía, flexibilidad y procesos ágiles, también las empresas ayuden, capaciten e incentiven a sus colaboradores a la toma de decisiones que les permitan ser felices».
López Guzmán comparte las «cinco claves a tener en cuenta para alcanzar la felicidad (y mantenerla) en nuestro puesto de trabajo». A saber: hacer uso de las fortalezas personales, aumentar las emociones positivas, practicar la atención efectiva, mejorar las relaciones interpersonales y fijar objetivos claros.
Lo último suena un poco más a concreción. Hagamos un esfuerzo en esa dirección. El teletrabajo, por ejemplo, parece una herramienta muy concreta. Se suponía que, gracias al empujón de la pandemia, la tendencia iba a acelerar hasta liberarnos de muchas horas de oficina (y horas de atasco o transporte público). Iba a ayudarnos, sobre todo, a lidiar con un problema más que candente: en el Estudio de Conciliación 2023 de la plataforma de servicios y pagos Edenred, un 64% de más de 1.860 progenitores en activo encuestados dice tener dificultades para conciliar su vida profesional con el cuidado y la educación de sus hijos.
Parece que los números avalan la solución del teletrabajo. La Encuesta sobre Equipamiento y Uso de Tecnologías de Información y Comunicación (TIC) en los Hogares publicada por el INE muestra que el año pasado 3,3 millones de personas pudieron teletrabajar en España, frente a los 951.800 que pudieron hacerlo en 2019, antes de la pandemia. Y la tendencia sigue al alza: entre enero y abril de 2022 la plataforma InfoJobs registró casi 300.000 vacantes con la posibilidad de trabajar en remoto en mayor o menor medida, un incremento del 92% respecto al mismo cuatrimestre de 2021.
Curiosamente, la comunidad autónoma líder al respecto es la muy «neoliberal» Madrid. El Monitor Adecco de Oportunidades y Satisfacción en el Empleo muestra, primero, que, aproximadamente la mitad de los teletrabajadores surgidos por la pandemia ha vuelto a trabajar exclusivamente de modo presencial. A partir de ahí, resulta que hoy, una vez normalizado el entorno laboral, el teletrabajo es fundamentalmente un fenómeno madrileño: a pesar de que la comunidad alberga al 15,6% del total de ocupados, tiene al 23,8% de todos los teletrabajadores del país.
Otra cuestión es cómo teletrabajamos. No cualquier teletrabajo da la felicidad. Según el último Informe sobre la Salud en las Empresas de Cobee, plataforma digital europea de gestión de planes de beneficios de empleados, «el 60% de los profesionales afirma no haber recibido ningún material para teletrabajar». La empresa se ahorra muchos costes… que corren a cargo del trabajador. Más dificultades para llegar a fin de mes, por si había pocas.
En cualquier caso, en la oficina o en el hogar, con mayor o menor miedo a ChatGPT y los datos de inflación, siempre nos quedará la opción de tomárnoslo con humor. Una de las conclusiones del Informe Cigna 360 Well-Being Survey 2022 es que «el empleo de la risa y el sentido del humor favorece la liberación de tensión en el trabajo y ayuda a relativizar los problemas. También promueve una mejor comunicación, fomenta la creatividad, reduce las bajas y el absentismo y facilita la gestión de conflictos».
Ana Sánchez de Miguel, directora de Recursos Humanos de Cigna España explica que «las iniciativas que fomentan la diversión en el trabajo son totalmente compatibles con la profesionalidad y, lo que es más importante, contribuyen a la creación de empresas más cercanas y saludables por lo que debemos esforzarnos en cuidar de los detalles que hagan sonreír a nuestros empleados».
Si no nos van a subir el sueldo, por lo menos que nos cuenten algún chiste de vez en cuando. España no estará bien, pero por lo menos nos reiremos. Siempre que a Bolaños no le parezca antipatriótico.