Sánchez fracasa en su acercamiento al Ibex y dispara las alarmas al pedir más control estatal
Las grandes empresas dan por rotos los puentes con el actual Gobierno y anticipan una legislatura de confrontación
Las caras de los líderes empresariales que se reunieron el miércoles con Pedro Sánchez en Davos –y que se pudieron ver en el vídeo distribuido por Moncloa– fueron el mejor ejemplo de que los puentes entre el Ejecutivo y el Ibex siguen completamente rotos y que probablemente no se vuelvan a recomponer mientras el actual presidente de Gobierno siga al mando. Fuentes del sector consultadas por THE OBJECTIVE tras el paso de la delegación española por el Foro Económico Mundial coinciden en señalar que el líder del PSOE fracasó estrepitosamente al intentar usar este escaparate internacional para acercarse al sector.
Al contrario, advierten de que el discurso de Sánchez en Davos aleja aún más las posturas entre los empresarios y el Gobierno al pedir que el sector público tenga un mayor papel en la economía. Indican que estas palabras han hecho saltar las alarmas de muchos empresarios ya que se han interpretado como la hoja de ruta que puede marcar esta legislatura para justificar nuevas políticas intervencionistas y el protagonismo del Estado en el accionariado de grandes corporaciones, como ya ha hecho en Indra o Telefónica.
De esa manera, el acercamiento que ha intentado Sánchez en las últimas semanas reuniéndose discretamente con un puñado de empresarios del Ibex -como Isidro Fainé de Criteria o Florentino Pérez de ACS- no ha tenido el efecto esperado. Pese a los llamados a la tranquilidad del presidente y de su equipo, los grandes líderes corporativos no tienen interés en acercar posturas con el Gobierno mientras no se produzcan movimientos reales y que cesen las críticas y los cambios regulatorios que han sido cuestionados por el sector.
«Cúmulo de contradicciones»
Como ya ha explicado este periódico, las grandes empresas del Ibex siguen sin entender las contradicciones del presidente que habla de acercamiento y que les pide remar en la misma dirección, al mismo tiempo que hace llamamientos a la justicia social y les culpa de enriquecerse a costa de los vaivenes de la economía mundial. En este sentido, las fuentes consultadas indican que el Foro Económico Mundial de Davos se convirtió en un buen ejemplo de las incoherencias de Moncloa.
«Fue un cúmulo de contradicciones», dicen quienes siguieron de cerca el discurso y los movimientos de Sánchez en Davos. Por ejemplo, en sus intervenciones el presidente pidió prestar más atención al avance de la inteligencia artificial (IA) y menos «a las promesas vacías de algunos gurús del Silicon Valley», al mismo tiempo que se reunía con el presidente de asuntos globales de Google, Kent Walker y el cofundador de Microsoft, Bill Gates.
Del mismo modo, forzó una reunión con los líderes empresariales españoles el mismo día en que su vicepresidenta segunda, Yolanda Díaz, exigía abrir el debate para limitar los salarios de estos directivos en la firma del nuevo Salario Mínimo Interprofesional (SMI), al que no acudieron las patronales CEOE y Cepyme porque se les excluyó del acuerdo. Una limitación que el jueves avaló el ministro de Industria, Jordi Hereu, indicando en una entrevista que «tiene que haber un debate sobre los salarios de los dirigentes».
Políticas intervencionistas
Como colofón de estas contradicciones Sánchez pidió más Estado en el mayor foro empresarial del mundo. El presidente habló de un nuevo modelo económico en el que – a su juicio- las empresas deben colaborar con un sector público cada vez más grande. Dio la bienvenida a España a las empresas que «quieran enriquecerse creando valor real y pagando un nivel justo de impuestos». Recordó en su intervención que «las políticas neoliberales no funcionan y que la opción de recortar el sector público y dejar solos a los ciudadanos no tiene sentido».
Instó a las empresas a que no crean en los antiguos postulados neoliberales que presentan al Estado como una entidad puramente extractiva que no crea valor, «ni tampoco en eso de que la única responsabilidad de las empresas es aumentar los beneficios para sus accionistas». Advirtió además de que las compañías necesitan a los gobiernos para innovar y crecer, y que si las empresas no colaboran con la sociedad «eso va a tener a su vez un impacto sobre sus negocios».
Sánchez defendió sus políticas intervencionistas, un mayor peso del sector público y más impuestos o lo que es lo mismo situó al Estado como eje de la redistribución del capital quitando esta función al libre mercado. «Las empresas y los empresarios son el producto de la democracia, el producto de un orden internacional basado en reglas y de un Estado de Bienestar que apoya a las clases medias y trabajadoras, que garantiza la paz social y garantiza niveles adecuados de capital humano y de prosperidad», concluyó.
El Ibex en Davos
Unas declaraciones que hicieron saltar todas las alarmas en unos empresarios que creen que detrás de la actitud conciliadora que Sánchez ha intentado vender en Davos se encuentra el interés del Gobierno por seguir aumentando su control ya no solo de la macroeconomía, sino que también del sector empresarial y de sus grandes empresas. Ya sea a través de más regulación, mayores impuestos o incluso entrando en el accionariado de algunas compañías estratégicas como Telefónica.
Finalmente, las fuentes consultadas vuelven a poner el foco sobre las diferencias de trato entre las grandes corporaciones internacionales y los empresarios españoles. Sánchez se reunió con Google, Microsoft, Fujitsu, Sanofi y Siemens en amplios salones, con gran cobertura gráfica y con mucho tiempo para charlar, pero en el caso del Ibex les recibió en un lugar extremadamente pequeño, con escasa comodidad y sin tiempo para intercambiar impresiones.
Buena parte de la decena de empresarios que asistieron al encuentro no ocultaron su enfado durante la reunión y -aunque no llegaron a expresarlo verbalmente- su lenguaje corporal dio buena cuenta del mal rato que vivieron. Cercanos a estos directivos no dudan en calificar el encuentro como una puesta en escena y un acto marketing en el que lo único que importaba era que el presidente vendiese a la opinión pública una reconciliación con el Ibex, pero sin ningún interés real por acercar posturas.