THE OBJECTIVE
Carlos Mayoral

Tomate y girasol

«Causas dignísimas como el ecologismo, el feminismo, el animalismo y otros ismos igualmente nobles se hiperbolizan hasta rozar la parodia»

Comentarios
Tomate y girasol

Las activistas tras lanzar sopa de tomate contra 'Los Girasoles' de Van Gogh | Europa Press

Resulta que dos muchachas han arrojado un bote de sopa de tomate contra Los girasoles de Van Gogh. Sopa de tomate sobre Van Gogh. Sí, es todo tan cutre como suena. Porque, no nos engañemos, no es la primera vez que se vandaliza una obra de arte. Lo han sufrido, entre otras, La Piedad de Miguel Ángel, en nombre de la eternidad de Dios; La ronda de noche de Rembrandt, por mandato divino; La libertad de Delacroix, por una reivindicación sobre el 11-S, o la Venus de Velázquez, por el sufragio femenino. Todas ellas acciones perpetradas por justicieros anónimos que creyeron encontrar en algún cuadro mítico el espacio perfecto para satisfacer su egocentrismo moral.

«Si bien es cierto que no es la primera vez que ocurre, la realidad es que cada vez ocurre de manera más chusca»

Pero, como digo, si bien es cierto que no es la primera vez que ocurre, la realidad es que cada vez ocurre de manera más chusca. Veo a las dos jóvenes con camisetas tres tallas más grandes, el pelo sucio, el tomate con ese color feo como de producto caducado, las manos temblorosas propias del niño que no termina de creerse la trastada que está haciendo, y pienso en lo mal que va a envejecer la estética de un siglo XXI decadente. Casi le hacen a uno echar de menos a aquel Vincenzo Peruggia que fue capaz de robar La Mona Lisa con traje, corbatín y bigote de mosquetero.

Además de feo, el acto es contraproducente. Estas jóvenes arremeten contra los girasoles para protestar por no sé qué proyectos petrolíferos del Reino Unido. Activistas a favor del ecologismo que, curiosamente, dan armas a su enemigo para posicionarse: fijaos, esta especie es idiota, pensará el negacionista de turno. Cada vez que un niñato de estos se encadena a una estatua renacentista para exigir que dejemos de comer filetes, se dispara frontalmente contra aquellos que sí luchan día a día para frenar el cambio climático con el trabajo científico como única arma.

«Causas dignísimas como el ecologismo, el feminismo, el animalismo y otros ismos igualmente nobles se hiperbolizan hasta rozar la parodia, hasta reflejarse en esa especie de espejo cóncavo que es el mundo de lo viral»

En fin, como quiera que vivimos en la era de la imagen, en la era del gesto, me temo que habrá que convivir con esta clase de postureos para siempre. Causas dignísimas como el ecologismo, el feminismo, el animalismo y otros ismos igualmente nobles se hiperbolizan hasta rozar la parodia, hasta reflejarse en esa especie de espejo cóncavo que es el mundo de lo viral. Una generación que no soluciona nada, pero que deja, eso sí, una galería en Instagram repleta de mohínes inútiles, de reflexiones baldías, de exitosos likes. Actitudes misterwonderfulescas en pos de un idealismo que pone la piel de gallina.

Y luego está el arte, canalizador de la expresión humana más pura, sublimador de la pasión del hombre a través de la historia, que asiste atónito a las travesuras de una muchachada incapaz de respetarlo. Pienso en Van Gogh, que diseñó una nueva estética al calor del impresionismo, que cambió el canon de belleza artística establecido, observando cómo una figura con el pelo rosa le coloca medio litro de sopa de tomate marca Heinz a su pintura más icónica. Se estará revolviendo en su tumba nuestro buen amigo viendo el mundo que nos ha quedado. Desde su miseria de prostíbulo y acrílico estará retozando en esta otra miseria moral. Como dice el gran Chapu Apaolaza: entre el mundo y el cuadro, decido salvar lo segundo.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D