THE OBJECTIVE
Laura Calonge

Los otros

Podrán gustarnos más o menos, pero han venido para quedarse. Sí, me refiero a los robots, androides o como queramos llamarles. Unos pocos ya dan los buenos días en hoteles, te hacen el servicio de habitación, y dentro de poco ocuparán las taquillas de embarque de los aeropuertos, las de los peajes, la del cine, las cajas de los supermercados y quien sabe si toda la planta de las grandes cadenas de hamburguesas americanas esparcidas por el mundo a modo de pandemia.

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Los otros

Podrán gustarnos más o menos, pero han venido para quedarse. Sí, me refiero a los robots, androides o como queramos llamarles. Unos pocos ya dan los buenos días en hoteles, te hacen el servicio de habitación, y dentro de poco ocuparán las taquillas de embarque de los aeropuertos, las de los peajes, la del cine, las cajas de los supermercados y quien sabe si toda la planta de las grandes cadenas de hamburguesas americanas esparcidas por el mundo a modo de pandemia.

Ahora nos presentan a Nadine, una robot made in Singapur hecha a semejanza de una mujer de mediana edad con melena adolescente recogida con un pasador y vestuario al más puro estilo viuda clásica que le dan un aspecto inquietante. Nadine ha sido concebida, eso sí, para una buena causa: cuidar ancianos. Una facilidad más que aligerará la vida de las personas mayores y sus familias, sustituyendo un trabajo que suelen desempeñar las cuidadoras profesionales. Es curioso: son una mayoría de ocupaciones tradicionalmente femeninas las que empiezan a ser sustituidas por robots. No quiero pensar qué pasará si los hombres sustituyen las amantes por robots y descubren que son mucho más complacientes (que lo serán) que las mujeres de carne y hueso. El “oficio” más antiguo del mundo podría entonces verse sustituido por “mujeres de pega” que podrán ser transportadas de Asia a Europa, de Europa a Asia, de Rusia a América, sin pasaporte y sin límites. Ya no hablaríamos de tráfico de mujeres, sino de exportación de robots. Algunos verán ahí un negocio.

Pero volvamos a Nadine y sus congéneres, estos androides -¿o deberíamos llamarlos “gamoides”?- que estarán entre nosotros abriendo puertas, saludando con cordialidad, limpiando habitaciones, facturando equipajes o aliviando emergencias sexuales. De repente, al ver a Nadine vestida de viuda y con ese aspecto atemporal, me acordé de Nicole Kidman haciendo el papel de abnegada mamá en aquel caserón con dos niños enfermos. Ella no lo sabía. Pero los otros no eran los otros. La otra, la que sobraba, era ella. Y me pregunto: ¿Qué pasará en un mundo compartido con androides? Serán ellos “los otros”… ¿O seremos nosotros?

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