Caudales oscuros
«¿Quién no ha conocido a un puñado de profesores universitarios repartidos por el orbe, que son, en realidad, agentes o comisarios de la Generalidad?»
Los que estamos actualmente vivos y contamos entre dos y cien años, seguramente nunca sabremos cuánto nos está costando financiar el sueño extático de los separatistas catalanes y vascos. Sobre todo, el de los catalanes ya que todo en aquella comunidad sale por un ojo de la cara.
Hay algunas cifras oficiales, por ejemplo, sobre el gasto en imitaciones de embajadas (que todos sospechamos están tan falseadas como los sondeos de Tezanos), o en financiaciones como la «Perpignan catalana», pero sin duda esa es tan sólo la dorada superficie de los gruesos lingotes que se ocultan bajo el fondo de reptiles catalán. Los gastos verdaderos, digo, nunca los conoceremos. Quizás algunos historiadores, cuando regrese la Historia a la universidad catalana dentro de cien años, escarben en los documentos reservados que es donde se encuentra el gasto real.
Así, por ejemplo, ¿quién no ha conocido a un puñado de profesores universitarios repartidos por el orbe, que son, en realidad, agentes o comisarios de la Generalidad? Yo los he conocido en Inglaterra, en Francia, en Suiza y en Luxemburgo. Suele ser gente educada, competente en su materia, pero que deben sus plazas, no al esfuerzo personal sino a la financiación secreta del ejecutivo catalán. Y si los hay por centenares en las universidades del mundo, imagínense en todos los otros lugares donde pueden influir, desde los medios de comunicación hasta los hospitales.
El gasto que exige mantener el sueño nacional catalán debe de alcanzar cifras escalofriantes que absolutamente ningún mecanismo del estado va a investigar mientras Sánchez se sostenga gracias a los parlamentarios que representan a Cataluña. ¿Será por dinero? Ahora mismo, sin ir más lejos, están obligándonos a financiar el doblaje al catalán de las series de Netflix y otras empresas privadas. Pero estas imposiciones ponen de relieve algo que no quieren admitir ni en público ni en privado. Y es que Cataluña y el catalán de los separatistas es un ente muerto si no se le inyecta oro todos los días, como se inyecta sangre a un enfermo exangüe.
En resumidas cuentas, hay que pagarles todos los caprichos porque ellos saben que, sin una financiación colosal a cargo de los españoles, es muy posible que sólo hablaran catalán los que se consideran sólo catalanes y entonces, ¿en qué se quedaría Cataluña? En los huesos, es decir, en las zonas agrarias. De modo que tenemos que pagar una policía política en los colegios para que vigile qué lengua hablan los menores en clase, en el patio de recreo y en los mingitorios. Porque ni siquiera pagando a precio de oro aquello que la gente rechaza consiguen mantenerse con vida después de cincuenta años de opresión política y económica nacionalista. Han de emplear todo el peso de la represión para poder sostener el ensueño nacional. Y esto será así mientras Sánchez sea quien reparta el dinero de todos los españoles.
¡Cómo recuerdan a los años finales del franquismo, cuando toda la población, menos las familias prebendadas, estaban hasta las narices del régimen!