THE OBJECTIVE
Andrea Fernández Benéitez

Notas breves sobre la pornografía

«A la luz de los datos, podemos intuir que un número importante de jóvenes siente excitación a través de la violencia contra las mujeres»

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Notas breves sobre la pornografía

Diputación de Granada

La primera generación pornonativa ha alcanzado la adolescencia. En otras palabras, los jóvenes de nuestro tiempo han tenido acceso a través de internet a todo tipo de material con contenido pornográfico desde las primeras etapas de su maduración sexual. Esto sugiere que antes de conocer las implicaciones físicas y emocionales que rodean al sexo ya podían ver vídeos de contenido explícito con relativa sencillez.

No es fácil encontrar datos que dibujen con exactitud la dimensión de esta realidad. No obstante, según el estudio ‘(Des)Información sexual: pornografía y adolescencia’, publicado por Save the Children en septiembre de 2020, casi siete de cada diez adolescentes consumen pornografía de forma regular en nuestro país. Además, resulta especialmente preocupante que los niños y niñas acceden a contenidos pornográficos a edades muy tempranas: más de la mitad, un 53,8%, afirma haber visto pornografía por primera vez entre los seis y los doce años. Si bien la mayoría de los menores (62,5%) reconoce haber visto pornografía al menos una vez, las cifras muestran una marcada diferencia por sexos y orientación sexual. Casi nueve de cada diez adolescentes varones (un 87,5%) ha visto pornografía al menos una vez en su vida, mientras que esta cifra se desploma a menos de la mitad (38,9%) en el caso de las chicas. Sin duda, se trata de cifras significativas.

Parece evidente que la pornografía ha entrado a formar parte de la cotidianidad y eso nos exige la siguiente cuestión: ¿qué experiencia plantea la pornografía? Basta un barrido fugaz por internet para ver que los videos de contenido sexual más visitados presentan al varón como protagonista del sexo, como un ser que no puede reprimir sus instintos y que, además, siente la necesidad de desfogarse violentamente sobre una mujer -o varias-. Las escenas de degradación, racismo y dominación son predominantes en las webs que ofrecen este material.

En resumen, la pornografía de consumo mayoritario es misógina. Visto el panorama, resulta inevitable preguntarse qué hay detrás de ese imaginario que busca excitación a través de escenas donde se muestran mujeres en todo tipo de situaciones vejatorias a través de un exhibicionismo violento que bien merece una reflexión, especialmente si hablamos de hombres y mujeres cuya construcción vital se encuentra en pleno desarrollo. A la luz de los datos, podemos intuir que un número importante de jóvenes siente excitación a través de la violencia contra las mujeres; quizás se trate de una muestra más de cómo el patriarcado se transforma, adapta y pervive con la dificultad añadida que supone el contexto digital. Es necesario articular una fuerte estrategia en torno a la educación sexual y afectiva de nuestros jóvenes. Obviar esta realidad en nombre de la libertad o la privacidad es esquivar una de las representaciones de desigualdad estructural más cruentas que aún perviven: el machismo.

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