THE OBJECTIVE
Francisco Pou

Chapapote de prejuicio y Hannah Montana

Ojalá quienes trabajamos en televisión no olvidemos nunca que trabajamos (¿juzgamos?) con personas, por más que queramos ver sólo políticos y tortugas bobas

Opinión
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Chapapote de prejuicio y Hannah Montana

Ojalá quienes trabajamos en televisión no olvidemos nunca que trabajamos (¿juzgamos?) con personas, por más que queramos ver sólo políticos y tortugas bobas

Nikolaos Agryropoulos tiene ya su condena. En Noviembre de 2002,  77.000 toneladas de fuel ejecutaron a gaviotas, cormoranes, delfines y tortugas bobas sin nombre propio. El mayor accidente, insisto ‘accidente’, ecológico de España. Pero las 77.000 toneladas de fuel sirvieron para otras ejecuciones. Se pidieron dimisiones políticas, se imputaron personas y, básicamente los telediarios ejecutaron de antemano. Políticos (qué más da…) pagaron una factura corrosiva de aquello de lo que ya apenas se habla y que se denominaba ‘honor’.

Los telediarios ejecutaron, pero la condena de la opinión nació antes de la acusación, con el prejuicio. El prejuicio, dar sentencia antes de que la razón juzgue con sus elementos racionales, es la muerte de la justicia y la aniquilación del honor.  Fue el prejuicio, la piedra lanzada por el político para el que todo vale, lo que lanzó el chapapote a docenas de personas, con nombre propio, que recordarán toda su vida la pedrada cruel de la acusación injusta.

También el prejuicio ha lanzado su chapapote, matando a Hannah Montana. Miley Cyrus hizo una fortuna también con la televisión donde, como en política, todo vale por la audiencia. Con el prejuicio de que Hannah Montana no era más que, como las tortugas bobas de Galicia, un personaje más en escena, sin importar la persona con nombre propio.  Ahora, cuando la edad convierte a Hannah Montana en una mujer, aún está ella buscando, desconcertada, quién es en realidad Miley Cyrus. Shows de sexo, marihuana y pena; la última rapar su precioso pelo. Como un símbolo, despojándose de todo buscándose a sí misma. Una tragedia que poco importa ya en televisión, donde todo vale, y la marioneta que alquilaron cumplió ya su mercantil destino en el que la persona y el honor nada valen. Ojalá quienes trabajamos en televisión no olvidemos nunca que trabajamos  (¿juzgamos?) con personas, por más que queramos ver sólo políticos y tortugas bobas. Con juicio.

 

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