Dar la mano
En política, cualquier gesto de apariencia inocente tiene repercusiones simbólicas de trascendencia. Los líderes de dos países en pugna desde la Guerra Fría han demostrado que lo cortés no quita lo valiente
En política, cualquier gesto de apariencia inocente tiene repercusiones simbólicas de trascendencia. Los líderes de dos países en pugna desde la Guerra Fría han demostrado que lo cortés no quita lo valiente
De vez en cuando, las redes sociales y los blogs se escandalizan de algo y se inicia la procesión de comentarios. Esta vez le tocó el turno, en los Estados Unidos, al apretón de manos entre Barack Obama y el presidente de Cuba, Raúl Castro. Ocurrió durante los funerales de Nelson Mandela en Sudáfrica; tomando en cuenta la ceremonia, no es difícil pensar que quizás se trataba simplemente de un saludo de circunstancias, que los líderes de dos países en pugna desde los tiempos de la Guerra Fría estaban demostrando que lo cortés no quita lo valiente. Había que estar a la altura de Mandela. Pero los republicanos no le perdonan una a Obama. El senador John McCain llegó a comparar este saludo con el del primer ministro inglés Neville Chamberlain a Hitler. Una diputada cubano-americana dijo que tuvo naúseas y que Cuba se había apuntado un “golpe propagandístico”.
En política, cualquier gesto de apariencia inocente tiene repercusiones simbólicas de trascendencia. En su momento, también los demócratas atacaron a un presidente republicano, George Bush padre, por inclinarse ante el ataúd del Emperador japonés Hirohito. Ahora, ¿estaría mal que ese dar la mano fuera mucho más que eso y que Obama le abriera un poco la puerta a Castro? Después de más de sesenta años de embargo a la isla, el régimen cubano sigue controlando la situación, tratando de liberalizar su economía sin por ello cambiar el férreo control político en la isla. Quizás haría bien los Estados Unidos en aceptar que su tradicional política hacia Cuba ha fracasado y que es hora de buscar nuevas respuestas. Aunque eso implique escandalizar a quienes se siguen aferrando a una forma anticuada de ver las cosas.