La galleta dominante
Los chinos se han adaptado a nuestra lencería y a nuestro nuevo taoísmo del dinero. ¡Qué cerca tenemos a los Chinos! Del país de la tinta china, de las naranjas de la china y de las sedas, de tés de sagrados remedios y culinaria lenta de ánades.
Los chinos se han adaptado a nuestra lencería y a nuestro nuevo taoísmo del dinero. ¡Qué cerca tenemos a los Chinos! Del país de la tinta china, de las naranjas de la china y de las sedas, de tés de sagrados remedios y culinaria lenta de ánades.
Los chinos se han adaptado a nuestra lencería y a nuestro nuevo taoísmo del dinero
¡Qué cerca tenemos a los Chinos! Del país de la tinta china, de las naranjas de la china y de las sedas, de tés de sagrados remedios y culinaria lenta de ánades, ‘los chinos’ son ahora los proveedores de calcetines, pasta de dientes o una sartén. Los lejanos genéricos ‘chinos de la China’ son ahora nuestros ‘proveedores de proximidad’ que nos miran con sonrisa gélida de mercader, en eternos despachos abarrotados en desordenado orden, como la dentadura de un tiburón. Siempre hay alguien más versado en nuestro idioma para evitar, en lo posible, la gesticulación de nuestro pedido. En algunas mercancías de más íntimo destino, la gesticulación puede ser impactante en horario infantil. Pero en ‘los chinos’ la sonrisa gélida no se altera y siempre se acierta con precisión la lencería, el voltaje y el color, incluso si deben ser combinados.
La foto nos muestra la alegría de la canción del ‘Nuevo Año Chino’: ‘Te deseo que consigas mucho dinero’. Una frase corta, formato de ‘Galleta de la Suerte’, para los españoles ya más cotidiana que los seculares monumentos pasteleros artesanos conventuales de yemas con evocaciones de pasiones anatómicas aplicadas a sus monjas.
Si lo religioso es el ámbito del objeto de nuestra confianza y nuestro destino, Buda y Confucio alumbran un Taoismo que, de galleta en galleta, catequiza hoy el culto universal que nos hermana a todos en la misma pobreza que da el dinero; algo que no existe, que nunca es suficiente, pero por lo que vale la pena todo. En China, hasta las libertades.
Son ya 200.000 chinos viviendo en España. Los profetas sociales hace 50 años anunciaban que nos venían los rusos. Ahora los chinos. Pero nada nos cambia. Se han adaptado a nuestra lencería y a nuestro nuevo taoísmo del dinero. Nada nos cambia. A muchos kilómetros, en Siria, en África, en Asia, la gente muere y no es por dinero, sino en la confianza de lo que realmente cambia para quien vive. Si quiere vivir la vida con sentido más denso que una galleta con suerte.