El precio despreciable
Al final a todo se le acaba poniendo precio. Es un poco un asco. Pero claro, esto se debe a que casi todo, al final le pertenece a alguien, y en buena parte de los casos y desde que existe la voraz “civilización”, le pertenece simplemente al primero que llega, al primero que lo coge, aunque de hecho se lo esté robando a otros.
Al final a todo se le acaba poniendo precio. Es un poco un asco. Pero claro, esto se debe a que casi todo, al final le pertenece a alguien, y en buena parte de los casos y desde que existe la voraz “civilización”, le pertenece simplemente al primero que llega, al primero que lo coge, aunque de hecho se lo esté robando a otros.
Y la cuestión no es para nada menor, porque eso es lo que pasó por ejemplo con América, sin ir más lejos. En cuanto la voraz “civilización” es capaz de llegar la primera a alguna parte, enseguida lo primero es adueñarse de ella por la cara o por la violencia, si es que se puede.
Así todas las “colonias” que en el mundo son o han sido fueron expropiadas a sus legítimos dueños a golpe de engaños, superioridad armamentista y tecnológica, y sobre todo de voracidad, porque el concepto de “civilización” y el de “propiedad privada” van cogidos de la mano.
Es la relación de amor neurótica entre esta extraña pareja de conceptos la que ha dado a luz al “capitalismo” como ser. Es de hecho el capitalismo la zona más esquizofrénica de la civilización, en la que todo absolutamente todo vale para hacernos con la nuestra, aunque haya que hacer rodar cabezas en el intento. Y ahí es donde entra en juego otro de los rasgos más neuróticos de nuestra historia: ¡demos paso a la religión! Y así poco a poco vamos juntando las piezas del puzzle que conforma la demencia de nuestro pobre planeta.
A veces las cosas más simples, que suelen ser las más hermosas, son robadas de su inocencia, y enseguida aparece un depredador que las envasa y les pone un precio.
Y no voy a tirar piedras contra mi propio tejado como autor, pero es que hay toda una saga de raposas editoriales, que se han ocupado de ponerle puertas al campo, obteniendo así obscenos beneficios obtenidos a cambio de humo. Es el caso de Warner (y todas las demás…), que gana 5000 $ diarios sin pestañear por los derechos de “Happy Birthday”, la canción escrita por las ingenuas hermanas estadounidenses Patty Hill y Mildred J. Hill en 1893. la canción fue escrita para que los alumnos se diesen los buenos días en clase con el título original “Buenos días a todos”, pero sus derechos fueron comprados por Warner en 1935, haciendo que los “buenos días” fueran solo de unos pocos.