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Jorge Dioni López

Demasiado Madrid

«Hay demasiado Madrid y la acumulación siempre es corrosiva. Necesitamos redistribución no sólo de población, inversiones o infraestructuras sino de atención»

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Demasiado Madrid

Víctor Lerena | EFE

Una de las cosas buenas de haber tenido una infancia viajera es el saludable escepticismo de saber que los recuerdos no tienen un escenario concreto. En todas las ciudades, hay lugares especiales donde pasaron cosas únicas y cualquier esquina es susceptible de acoger algo irrepetible. Otra cosa buena es tener amigos repartidos por el país. No sólo te proporcionan un posible lugar de vacaciones en los momentos complicados, sino que te aportan puntos de vista sobre lo que está pasando. En un sitio donde no existe la prensa nacional, como España, es algo importante.

Hace un año, todos habíamos vivido lo mismo. Los meses de confinamiento y la posterior desescalada nos habían unido en la misma película sin importar donde estuviéramos: reuniones de trabajo en ropa interior, videollamadas para celebrar los cumpleaños, recetas de pan casero, sudores con Patry Jordan o Fausto Murillo y aplausos a las ocho. Este año, en cambio, hemos vivido en mundos diferentes. Si 2020 demostró que el Estado existe, 2021 ha mostrado que el nuestro es descentralizado.

Al juntarnos este verano, cada uno teníamos una historia diferente. Había gente con medidas más estrictas, como toques de queda, restricciones de aforo o limitaciones de movilidad. Los madrileños escuchábamos sorprendidos las historias: volver a casa corriendo después del trabajo porque había que estar en casa a las ocho de la tarde, más de seis meses sin poder ir al cine o al teatro o la suspensión de las ligas escolares de baloncesto. Era bastante extraño escuchar las severas normas que regían en un pueblo de Valladolid de poco más de 5.000 habitantes y pensar que, mientras ellos tenían que tomarse el café a la fresca en el febrero castellano, nosotros nunca dejamos de ir a los centros comerciales. Probablemente, el deseo de normalidad fue la clave del triunfo de Ayuso en mayo y esas mismas circunstancias lo convierten en excepcional y difícilmente replicable.

Las historias madrileñas, en cambio, no sorprendían. Todos conocían la pelea de la comunidad con el gobierno central, los cierres perimetrales por zonas de salud o el florecimiento de los franceses en primavera. Todos conocían el famoso Zendal, pero nosotros no sabíamos cómo había impactado en cada lugar. Por ejemplo, la vinculación con las campañas agrarias. Era más fácil saber las medidas de Madrid que las nuestras, dijo el amigo de Valladolid. Habíamos vivido distintos 2021. Para nosotros, sus historias eran nuevas; para ellos, las nuestras eran inevitables.

Hay demasiado Madrid en los medios que teóricamente son nacionales. Hace 20 años, Pasqual Maragall alertó de que Madrid quería irse de España: convertirse en una ciudad global que encajara dentro de la red mundial de grandes urbes. Señalaba, por ejemplo, la red de infraestructuras que convertían el territorio en una distribución de puntos bien conectados con la capital. Si Madrid se va solo por ahí, escribió, puede ser que un día se encuentre con que los demás vamos todos juntos por otro lado. De momento, no ha habido el todos juntos, pero no se puede entender el proceso catalán sin la pérdida de relevancia de Barcelona, algo visible en sus teatros de ópera. Entre las diez ciudades españolas con mayor facturación y empleo de empresas multinacionales, hay cinco madrileñas.

Hay demasiado Madrid y la acumulación siempre es corrosiva. Necesitamos redistribución no sólo de población, inversiones o infraestructuras sino de atención. El reto de los próximos años es una articulación del territorio para reequilibrar un país que no se está cuarteando por la periferia, sino por el centro, como nuestras ciudades. Teruel Existe fue el primer aviso y no fue escuchado. Habrá más. España existe y es diversa. De hecho, la reticencia a la unificación es uno de los hilos históricos claros. Si no se hizo en el XIX, como en otros países europeos, pensar en que se puede hacer en el XIX es un esfuerzo inútil, que llevará más a la ira que a la melancolía. España existe, aunque Madrid no lo entienda.

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