El patriotismo imponente de Pedro Sánchez
«Resulta paradójico acusar de falta de patriotismo a quien reivindica que exista transparencia en la gestión pública de los fondos europeos»
Esta semana el Gobierno ha acusado a la oposición de falta de patriotismo. Es una evolución del argumento de la semana anterior, cuando acusaba a la oposición de negacionismo. El motivo sigue siendo el mismo: las críticas a la opacidad de Moncloa en el reparto de los fondos europeos. Y esa es la respuesta: primero negacionismo, ahora antipatriotismo. Al menos hay que reconocerle al Gobierno que no ha bajado el nivel.
Eso sí, en honor a la verdad, era difícil bajar el nivel.
La oposición ciertamente viene cuestionando la arbitrariedad en la distribución de los fondos europeos, en los que se aprecia falta de criterios objetivos y, en definitiva, falta de transparencia. Así que lo patriótico –se entiende– sería callarse ante eso.
En fin, llámenme obtuso, pero resulta paradójico acusar de falta de patriotismo a quien reivindica que exista transparencia en la gestión pública de los fondos procedentes de Europa e incluso reclame una agencia independiente para que exista un control de una distribución justa y coherente en todos los territorios. ¿De verdad eso es falta de patriotismo? ¿Una agencia independiente? ¿Una distribución equilibrada? Formidable, oye.
Ayuso sí ha anunciado acciones judiciales, pero otras comunidades, como Andalucía o Galicia, han preferido esperar a que se les proporcione información. ¿Realmente este es el escándalo? ¿Solicitar información transparente de esos fondos que llegarán a ser cuantiosísimos? ¿Eso es la falta de patriotismo?
Pues visto lo visto, sí, exactamente eso. Después de que Sánchez calificara como «negacionismo político» que se pusiera en duda el reparto de fondos (¿lo próximo será un Manual de Resistencia… a la Transparencia?) ahora Bolaños, su nuevo alter ego, insiste en el mismo mensaje de estar sufriendo un boicot para concluir que «no entiende nadie esa postura del PP y no la entienden porque es todo lo contrario a ser un patriota» (sic).
Y no hay más argumento. Al parecer esta es la dicotomía: aceptar las reglas de Moncloa o ser declarado antipatriota. No va más allá la Doctrina Sanchez: conmigo o contra la patria. El PP, en fin, parece a cinco minutos de ser calificado como Antiespaña.
Claro que eso de Antiespaña parece un mérito excesivo para un partido que acumula tantas torpezas como el PP. Pero exigir transparencia no es una de ellas. A ver, más allá de la chuchería retórica del debate, ¿no sería más sencillo consensuar una agencia independiente antes que rasgarse las vestiduras apelando al patriotismo? ¿Realmente pedir transparencia es el gran escándalo?
La idea del patriotismo de Sánchez sí que merecería alguna consideración, toda vez que la opacidad con los fondos parece inevitable, previsiblemente por clientelismo territorial a falta de otra hipótesis. Pero es un ejercicio inútil: el patriotismo, como el negacionismo, en su caso no significa nada; solo son conceptos descontextualizados, mero marketing, para descalificar a la oposición. Desde luego lo de Sánchez queda muy lejos del «patriotismo constitucional» desarrollado por Dolf Sternberger o Jürgen Habermas. Esto requeriría creer en las reglas del juego, en la transparencia y, por supuesto, en el papel de la oposición.
Entretanto Sánchez, con un Gobierno en el que se sienta algún procesista como Subirats, sigue confiando en sus socios de la mayoría, partidos como Esquerra o Bildu, por supuesto el PNV, también los puigdemones, que tanto han hecho por España, entiéndase, por descomponer España. Claro que esto no hace más que acreditar la distinción que acuñó aquel tipo fascinante llamado Romain Gray: «Patriotismo es amor a los tuyos, nacionalismo es odio a los otros».
Por demás, algo va mal en un país donde la transparencia es un escándalo. A riesgo de parecer poco patriótico.