THE OBJECTIVE
Álvaro Nieto

Microsanchismos

Desde junio de 2018 asistimos a un deterioro paulatino de las reglas del juego del sistema democrático

Opinión
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Microsanchismos

Pedro Herrero y Jorge San Miguel, creadores del ‘podcast’ Extremo Centro y autores de uno de los libros revelación de este invierno (‘Extremo centro: el manifiesto’, editorial Deusto), tienen una especial habilidad para crear neologismos. De sus mentes han salido conceptos tan maravillosos como ‘faminazi’ o ‘microsanchismo’, y es precisamente este último el que he tomado prestado para encabezar este artículo porque no encuentro otra forma mejor de resumir todas esas cosas que nos hace el Gobierno a diario y que, aunque no acaban con nuestra democracia, sí socavan poco a poco el sistema.

Como nos demostraron hace unos años Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, las democracias ya no terminan con un golpe militar o una revolución, sino con un progresivo debilitamiento de las instituciones y de las normas políticas tradicionales. Y, aunque algunos todavía no quieren darse por enterados y quitan sistemáticamente importancia a ciertos ‘microsanchismos’, lo cierto es que desde junio de 2018 asistimos a un deterioro paulatino de las reglas del juego. Nadie dice que Pedro Sánchez sea un dictador o que haya impuesto un régimen autoritario, pero es un hecho innegable que, voluntaria o involuntariamente, España está transitando por el sendero descrito en el ensayo ‘Cómo mueren las democracias’.

Veamos cinco ejemplos recientes de ello. Ninguno de los cuales ha provocado ni que los ciudadanos se vean obligados a salir a las calles a manifestarse ni que los principales periódicos les dediquen sus portadas. Pero esos cinco, sumados a otros cinco del mes anterior y a las decenas de ejemplos previos, de mayor o menor gravedad, sí deberían alarmarnos. Es la lluvia fina de Sánchez. No moja, pero cala.

1.- El vídeo. Este fin de semana hemos visto al presidente del Gobierno en un portentoso vídeo de 30 segundos: hablando con el resto de líderes del planeta para salvar Ucrania, escribiendo con ambas manos y mirando a cámara como sólo saben hacer los buenos actores: pura seducción. El vídeo da vergüenza ajena, no porque esté mal hecho, sino porque es un intento demasiado descarado de apuntalar la figura del líder. Lo hemos visto en múltiples ocasiones anteriormente. Se llama culto a la personalidad. Vimos a Sánchez a bordo del Falcon con gafas oscuras y hasta nos llegaron a enseñar sus manos en primer plano. Es verdad que estamos en la sociedad del espectáculo, pero ese tipo de vídeos nos recuerdan a otras partes del planeta, y no precisamente democráticas. Salvando las distancias, por supuesto, pero es como cuando nos mostraron a Putin con el torso desnudo o como cuando llenaron Caracas de grafitis con los ojos de Hugo Chávez. Cuidado.

2.- Ruedas de prensa y entrevistas. El presidente del Gobierno se está acostumbrando a no rendir cuentas ante los medios de comunicación. Sus comparecencias públicas con preguntas son cada vez más esporádicas y, para colmo, la última vez ya sólo pudieron intervenir los medios afines al Gobierno. Y lo mismo cabe decir de sus entrevistas, prácticamente limitadas a la Cadena Ser, la emisora más próxima al PSOE.

3.- Informar selectivamente. En una vuelta de tuerca más, el Gobierno procedió hace unos días a convocar una reunión informativa con un grupo de periodistas, todos cercanos a Sánchez, para explicar las últimas novedades sobre los fondos europeos. Sin ningún rubor, el Ejecutivo argumentó problemas de espacio para justificar la ausencia de los principales periódicos de centro-derecha y emisoras y digitales más o menos críticos. Evidentemente, el Gobierno no puede convocar a todos los periodistas de España a la vez, pero tiene que establecer unos criterios claros, lógicos y razonables para hacer su particular selección. Y, por supuesto, nunca debe ser la ideología la que determine a quién se informa, sobre todo si el que lo hace cobra un sueldo público. Es como si el Gobierno, en una reunión para hablar del coche eléctrico, sólo convocara a la mitad de los fabricantes de automóviles. Afortunadamente, el asunto ha llegado hasta Bruselas gracias a los eurodiputados de Ciudadanos y el Partido Popular, pero lo asombroso, lo siniestro, es que los medios convocados por Sánchez no se atrevan a decir ni una sola palabra.

4.- El Falcon. Como ustedes ya saben de sobra, el presidente del Gobierno usa habitualmente un avión Falcon para desplazarse. Eso, por sí mismo, no es ningún problema, faltaría más. Lo anormal viene cuando Sánchez está confundiendo con demasiada frecuencia sus actividades como presidente de sus tareas como secretario general del PSOE, de tal forma que llevamos un año con viajes sistemáticos en Falcon para asistir a actos del partido. Y, para evitar el fraude y dar apariencia de legalidad, desde La Moncloa se organizan actos de paja en la ciudad de turno, en una burda maniobra para justificar el uso del avión oficial. Antes todo esto se llevaba de una manera mucho más escrupulosa.

5.- Los expertos de Hacienda. El Gobierno creó en su momento un grupo de expertos para que elaborasen un informe sobre cómo mejorar la fiscalidad en España. Ese texto debe presentarse en febrero y, como les hemos contado puntualmente en THE OBJECTIVE, resulta que su elaboración está siendo digamos que tortuosa. El Ejecutivo, obsesionado en que los expertos digan exactamente lo que Sánchez quiere oír, están que trinan por las presiones. De hecho, dos de ellos han dimitido en las últimas semanas, y hasta la secretaria de Estado de Hacienda ha tenido que salir por piernas ante semejantes maniobras. Dentro de unos días, se nos venderá la moto de que los expertos recomiendan elevar los impuestos y, particularmente, castigar a la Comunidad de Madrid, que en el fondo es el objetivo que tiene el PSOE entre ceja y ceja. Y gracias a ello el Gobierno tendrá la excusa perfecta para hacer lo que le venga en gana.

Son solo cinco ejemplos de los últimos días. Cinco detalles. Cinco ‘microsanchismos’. Quizás usted piense que son cinco casualidades o que algunos de ellos pueden ser errores involuntarios. Yo no lo creo. Llevamos ya tantos casos a las espaldas que es imposible pensar que el Gobierno sea tan torpe.

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