THE OBJECTIVE
Teodoro León Gross

Podemos y su 'sí a la guerra'

«Podemos reaparece como lo que es, encarnando uno de los mensajes más chuscos en un Gobierno del continente»

Opinión
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Podemos y su ‘sí a la guerra’

El exvicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, interviene en un coloquio. | EP

Hoy comparece el ministro Albares para explicar la posición del Gobierno sobre la crisis de Ucrania. Fact checking: falso. Hoy comparece Albares para explicar la posición del PSOE, porque el Gobierno está fracturado una vez más. Podemos va por otro carril, y se ha lanzado a una campaña belicista bajo la eslogan entusiasta de ‘No a la guerra’. Iglesias, que no ha llegado al año de retirada al Aventino de los tertulianos, ha vuelto al ruedo aprovechando que  Yolanda Díaz una vez más ha optado por el escapismo –como en Castilla y León o Andalucía, donde ha decidido no comparecer a la espera de viento de cola, ¡toda una líder!– para tratar de reconstruirse con uno de esos asuntos que resisten todas las contradicciones. Iglesias incluso se ha permitido decir: «Ya no soy político, puedo decir la verdad». Era innecesario que confesara hasta qué punto había mentido como político.

Entre los aciertos estratégicos de la trayectoria emergente de Podemos en el bienio 2014-2016, hubo un factor clave: centrarse en la agenda nacional ignorando lo que sucedía más allá de las fronteras españolas. Podemos supo limitarse a la agenda doméstica que conectaba con una masa indignada mediante el relato populista contra las élites, mientras difuminaba sus relaciones espurias con la Venezuela de Chávez y Maduro –será interesante leer, en apenas unos días, el libro Conexión Caracas-Moncloa de Álvaro Nieto– y otros devaneos. Aunque Garzón se retratara con la sudadera de la DDR, Errejón había advertido que no podían aparecer como tardocomunistas si aspiraban a grandes mayorías. El espejismo no duró demasiado, pero constituyó parte de su éxito. Ahora Podemos reaparece como lo que es, encarnando uno de los mensajes más chuscos en un Gobierno del continente. Incluso Annalena Baerbock, ministra alemana de Exteriores procedente del ecopacifismo duro, no ofrece la menor coartada a Putin.

Como escribía aquí David Mejía, el ‘no a la guerra’ sería al menos loable si se lo dirigieran a Putin, que amenaza la frontera ucraniana con cien mil soldados. Pero no, aunque Putin es el agresor, el ‘no a la guerra’ se lo dirigen a USA por mediar y defender la soberanía ucraniana. Por supuesto, como todo conflicto territorial con una larga historia detrás, no es un tablero sencillo; pero Podemos sí logra hacerlo simple sin engañar a nadie. En todos estos años no han sacado el ‘no a la guerra’ en Siria, Birmania, Congo, Libia, la campaña talibán, Georgia, Yemen, Eritrea, la invasión de Anjouan o, por supuesto, la anexión de Crimea… entre otros conflictos del siglo XXI. Sólo ante USA sale el ‘no a la guerra’. O sea, su problema no es la guerra; sino USA. No son pacifistas, sino antiamericanos trasnochados de eslóganes  rancios.

Su nostálgico ‘no a la guerra’ –que les remonta veinte años atrás, porque hace veinte años que tienen veinte años como en la canción de Serrat– es un ‘sí’  a Putin. Y un ‘sí’ a Putin es ‘sí a la guerra’.

Resulta sonrojante pero también enternecedora la retórica que han desplegado estos días. Nada que vaya a sorprender a nadie, eso sí. Incluso hasta sostener, con la vieja teoría de la minifalda, que los provocadores están arrastrando a Rusia a violar la frontera de Ucrania. Más de uno reclama que lo moralmente noble sería abandonar la OTAN; y atacan a la ministra de Defensa por defender que esta organización actúa como valedora esencial de derechos democráticos en el mundo. Por supuesto, ellos saben que los países de la OTAN son la principal amenaza para los derechos humanos o el colectivo LGTBI (Canadá, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Noruega, Holanda, Dinamarca, Portugal, Islandia…) aunque a sus víctimas siempre les quedarán refugios como Rusia, China o Irán. En fin, el catálogo de topicazos adolescentes es inagotable. Claro que el problema no es tanto eso como que forman parte del Gobierno de España. Y Sánchez puede hacer por reconstruir la proyección del país –aunque el mismo Sánchez, siendo ya secretario general del PSOE, aún hablaba de eliminar el Ministerio de Defensa–  pero no es fácil cuando ese discurso sale de tu propio Gobierno. Hoy mismo se lo van a recordar en el Congreso. 

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