THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

Alguien tiene que limpiar

«La invasión de Putin de Ucrania ha traído al presente viejos temores, es una constatación de la fragilidad y la vulnerabilidad a nivel individual pero también a nivel colectivo»

Opinión
Comentarios
Alguien tiene que limpiar

Vyacheslav Madiyevskyy | Reuters

Hace una semana que estalló la guerra en Ucrania. Pensé en Declaración de guerra, la película de Valérie Donzelli en la que la noche que estallaba la guerra de Irak coincidía con la víspera de un viaje de los protagonistas y su bebé para que al niño lo viera un médico, el mejor médico, porque sospechaban que había algo más. Pensé solo en la frase que se oye en una radio y que da título a la película: La guerre est déclarée.

La invasión de Putin de Ucrania ha traído al presente viejos temores, es una constatación de la fragilidad y la vulnerabilidad a nivel individual pero también a nivel colectivo, y nos recuerda que esto de la democracia y la paz, la seguridad, la estabilidad de Europa, etc., es un trabajo diario y que hay que defenderlo constantemente. La incredulidad da paso al terror, luego nos adormilamos en una especie de espiral de adicción a la última hora y a la espectacularización, también de la guerra. La comunicación se analiza –esa batalla la gana Zelenski, el presidente de Ucrania, que ha demostrado una dignidad y un aplomo fuera de toda duda. Sigue en la capital, ha rechazado ser evacuado por Estados Unidos; los vídeos con los mensajes de ánimo a la población, con la intervención en la UE solicitando el ingreso conviven con los vídeos de su anterior vida: cuando era cómico y hacía sketches. Supongo que a él le parecerá que han pasado doscientos millones de años desde entonces.

Josep Borrell dio un discurso ejemplar en el Parlamento Europeo, el Gobierno titubeó a la hora de unirse al envío de armas: primero dijo que no, luego que en realidad sí que colaborábamos porque hay un fondo europeo y, por fin, se ha anunciado el envío de armas.

Tan sorprendente como la posibilidad de una Tercera Guerra Mundial –que es la amenaza de Putin al mundo– es el papel de algunos expolíticos y miembros del gobierno. Por supuesto que las guerras no son deseables, incluso podemos cuestionar y analizar por qué estamos aquí, etc. Pero no es de eso de lo que estamos hablando: de lo que se trata ahora es de un país soberano siendo invadido por la fuerza, de ataques por tierra y aire, todo debidamente montado sobre mentiras y mentiras: la desnazificación de un país gobernado por un presidente judío rusohablante y parar un genocidio inexistente. Las razones de Putin ya han quedado desmontadas. Miembros del gobierno se oponen a ayudar a Ucrania. Como si hacer el llamamiento a la paz y al diálogo fuera a parar la guerra. Como si estuviéramos en un cuento donde la palabra es mágica y la simple invocación tuviera efectos en la realidad, un poco a la manera de Austin y los actos perlocutivos. Hay dos opciones: o son inexpertos o son malos. Pero la responsabilidad es también de sus socios mayoritarios en el gobierno. Explicó Borrell que las sanciones de la UE son una manera menos sangrienta de cercar a Putin, de conminarle a abandonar sus impulsos imperialistas. Y explicó que esto es una amenaza a Europa.

Nadie sabe qué va a pasar, si Putin comenzará la guerra nuclear o no. Se ha ido quedando solo, lo que no aleja la amenaza necesariamente. Wislawa Szymborska (Kornik, 1923 – Cracovia, 2012), premio Nobel, escribió en Fin y principio: «Después de cada guerra / alguien tiene que limpiar. / No se van a ordenar las cosas solas, / digo yo. / Alguien debe echar los escombros / a la cuneta / para que puedan pasar / los carros llenos de cadáveres». Me gustan las estrofas finales: «En la hierba, que cubra / causas y consecuencias / seguro que habrá alguien tumbado / con una espiga entre los dientes, / mirando las nubes».

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D