THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Populismos frente a datos económicos

«Los buenos datos económicos, ¿ya no ganan elecciones? ¿Los discursos populistas sí? Este domingo saldremos de dudas»

Opinión
1 comentario
Populismos frente a datos económicos

Carteles electorales en Francia. | Europa Press

La guerra de Ucrania y sus consecuencias en la economía mundial, especialmente en Europa, por su dependencia energética y por ser la principal receptora de los millones de refugiados que huyen del conflicto, convierte todo intento de hacer un pronóstico económico en un deporte de alto riesgo. La economía mundial se ha visto zarandeada por las sucesivas olas de la pandemia, el golpe a la oferta asestado por la interrupción de las cadenas de suministro y la vertiginosa escalada los precios de la energía que han situado a la inflación en las cotas más altas de los últimos 40 años. La invasión rusa de Ucrania, según advertía el Fondo Monetario Internacional en su reciente informe sobre las Previsiones Económicas, supone un serio revés a una recuperación que aún no ha terminado de completarse en una gran parte de Europa

Pero si algún país destaca por haberse recuperado con más solidez que el resto de sus socios europeos y estar mejor situado para hacer frente a la crisis energética que acompañará al conflicto ese es Francia. Comparada con España, su situación económica es bastante envidiable. Su PIB ha recuperado ya el nivel anterior a la pandemia. A España le falta aún 5,6 puntos del PIB para hacerlo. La inflación del país vecino se situó en el 4,5% en marzo. Aquí en el 9,8%. Su tasa de desempleo es del 7,4%, la más baja de los últimos 13 años. La nuestra es del 13,3%. Su deuda asciende al 112,9% del PIB. La española roza el 120%. Sólo en el déficit público la situación es parecida: el francés cerró 2021 en el 7,05% de su PIB. El español en el 6,78%. Eso sí, nuestro déficit estructural, aquel que refleja los gastos fundamentales y permanentes que tiene que abordar una economía, está muy por encima del francés y sigue siendo el más elevado de la unión. 

Francia nos gana en todos los frentes. También en la inversión social. Es el estado miembro que más destina a su estado de Bienestar, el 27,3% de su PIB frente al 21% de España. ¿Y qué decir de la independencia que su decidida apuesta por la energía nuclear le da en estos momentos? El 77% de la electricidad que consume el país procede de la energía nuclear. Frente a las otras tres grandes economías europeas, Alemania, Italia o España, es el país mejor blindado a los vaivenes que está condenado a vivir el mercado del gas y del petróleo si, como todo parece, la guerra se prolonga.

Francia es el mayor país exportador neto de energía e ingresa alrededor de 3.000 millones de dólares por este concepto. España por el contrario tiene que importar el 75% de la energía que consume. Y el 20,8% de lo que importa es de origen nuclear. En un ejercicio incomprensible de cinismo y escasa visión estratégica, los gobiernos tanto del PSOE como del PP apostaron por cerrar las centrales nucleares que ahora nos hace tan dependientes de la importación energética (parte de la factura eléctrica que pagan el consumidor incluye la amortización del coste de esta decisión), pero no por ello han dejado de importar la nuclear que produce nuestro país vecino. El informe del FMI destaca que la recuperación de la UE con la guerra de Ucrania como telón de fondo dependerá mucho de lo que el continente esté dispuesto a avanzar en su seguridad energética y le anima a pisar el acelerador de la transición hacia energías renovables especialmente y a mejorar su eficiencia. 

Lo que sorprende de todo esto es que siendo Francia el país mejor situado en esta desestabilizadora coyuntura y con unos datos económicos sólidos, las elecciones presidenciales reflejen un profundo malestar social y desafección política. La gestión económica de Emmanuel Macron ha sido reconocida sólo con el 27,8% de los votos en la primera vuelta. Pero fue castigada por la elevada abstención (30%) y el voto en los extremos: el 23,1% fue para su contrincante de extrema derecha, Marine Le Pen, y un nada despreciable 22% para el candidato de la extrema izquierda, Jean-Luc Melenchon. Ambas fuerzas comparten un discurso anti-establishment y anti-Europa. Mientras, los partidos tradicionales, el socialista y el republicano, han sido borrados del mapa en un vuelco radical de las opciones preferidas por los votantes.

¿Cuánto de esa desafección política, de esa fácil canalización hacia los extremos de un descontento que vive al margen de los buenos datos de bienestar económico, responden a una cierta decadencia de nuestras sociedades? Ross Douthat, agudo columnista del New York Times, ofrece algunas claves para entender este declinar en su más reciente libro La Sociedad decadente. Cómo nos hemos convertido en víctimas de nuestro propio éxito (Editorial Ariel). En una brillante entrevista de Daniel Capó al escritor publicada en estas páginas, se identifican algunas causas que pueden explicar el fenómeno que estamos viviendo en Francia: crecimiento y riqueza alcanzan un punto tan alto que las sociedades empiezan a pudrirse por dentro y sucumben a la aparición de fuerzas más vigorosas como los populismos.  

Los buenos datos económicos, ¿ya no ganan elecciones? ¿Los discursos populistas sí? Este domingo saldremos de dudas.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D