Fin del verano en Occidente
«Volviendo a ver el vídeo de Macron, me pregunto si dar malas noticias es un lujo que solo está al alcance de aquellos líderes que tienen claros sus principios»
La invasión de Ucrania ha provocado dos grandes conflictos: uno bélico, que sufren los ucranianos, y uno económico, que con variable intensidad sufrimos todos. Al comienzo de la guerra, Europa y Estados Unidos impusieron a Rusia una serie de sanciones que los expertos insisten serán efectivas en el medio-largo plazo. Pero la crisis de liquidez rusa, que se pretendía casi inmediata, se hace esperar. Leo en The Economist que el PIB ruso descenderá un 6% este año, cuando se esperaba un descenso del 15%.
Todo indica que, tras el shock inicial, el sistema financiero ruso se ha estabilizado, y el país encuentra en China el proveedor que necesitaba tras los embargos impuestos por Europa y Estados Unidos. Por lo demás, las ventas de energía generarán este año un superávit de 265 billones de dólares en las cuentas rusas, mientras en Europa la inflación se dispara y los gobiernos difunden variopintos planes de ahorro energético. Viendo el panorama, es legítimo preguntarse si no será Rusia quien está imponiendo las sanciones.
El paulatino empobrecimiento de la población, el miedo al invierno, y la resignación ante una probable recesión ensombrecen los últimos días del verano en Occidente. Un verano que ha durado casi ocho décadas. Emmanuel Macron advertía hace unos días que no estamos viviendo una serie de crisis, digamos, convencionales, sino que estamos ante un giro que implica cambios radicales en nuestra manera de vivir y entender el mundo. Estamos, dijo, ante el fin de la abundancia, el fin de lo evidente y el fin de la despreocupación.
«El fin de la abundancia se explica solo: escasez de energía, escasez de agua, escasez de materias primas»
El fin de la abundancia se explica solo: escasez de energía, escasez de agua, escasez de materias primas. El fin de lo evidente se refiere al debilitamiento de la democracia liberal en el mundo y al desdibujamiento de Europa como actor principal. El fin de la despreocupación es el sintagma más inquietante: la guerra vuelve a suelo europeo, la crisis climática golpea con toda su evidencia y a las amenazas a nuestra seguridad se suman las amenazas a nuestra ciberseguridad.
El escenario que pinta Macron no anima al festejo, pero resulta reconfortante escuchar a un líder político dirigirse a los ciudadanos como adultos, dar malas noticias, augurar tiempos peores. Su intervención termina con una llamada al sacrificio como condición para salvaguardar nuestro régimen de libertades. Volviendo a ver el vídeo, me pregunto si dar malas noticias es un lujo que solo está al alcance de aquellos líderes que tienen claros sus principios.