Pedro Schwartz y los políticos liberales
«Me pregunto si ahora en España hay políticos liberales de verdad, que tengan claro que el Estado tiene que estar al servicio de los ciudadanos y no al revés»
A principios de los años ochenta yo era una Técnico de Información y Turismo del Estado, destinada en el Ministerio de Cultura. Que me interesaba la cosa pública lo había demostrado al hacer unas oposiciones para convertirme en funcionaria, pero no se me había pasado por la cabeza meterme en política.
Eso sí, leía con asiduidad The Economist y contemplaba con admiración cómo Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en Estados Unidos, aplicando principios y políticas liberales, estaban impulsando una auténtica revolución económica, social y cultural en esos dos países, que, cuando ellos llegaron al poder, estaban sumidos en unas profundísimas crisis.
También veía cómo los españoles votaban masivamente al PSOE y cómo Felipe González llegaba a decir que no teníamos que ahorrar porque con él tendríamos todo garantizado.
Fue entonces cuando empecé a frecuentar el Club Liberal de Madrid, donde me impresionaba la brillantez con la que se exponían allí las ideas liberales, que, sin embargo, no tenían ninguna presencia en la política española.
«Desde que llegó la democracia, la izquierda ha hecho todo lo posible por desacreditar a los liberales»
Y ahí apareció en mi vida Pedro Schwartz, que era uno de los pocos políticos españoles inequívocamente liberales. Pero no sólo eso, sino que además era un profesor con una formación académica e intelectual absolutamente apabullante y una capacidad didáctica brillantísima y muy eficaz. Allí tuve la oportunidad de conocerle y, además, de aprender de él todo lo que pude. Por todo ello, además de admirarle intelectual y humanamente, siempre le estaré infinitamente agradecida.
Como ya he dicho, Pedro Schwartz es un sabio, pero no es un sabio encerrado en la torre de marfil de sus infinitos conocimientos, sino que es un auténtico apóstol del liberalismo más auténtico y más puro. Por ello, no dejó de tener problemas: no pudo entrar en la carrera diplomática pese a haber aprobado las oposiciones y fue deportado durante unos meses a un pueblo de Albacete.
No pierde ocasión de exponer, siempre con brillantez, sus ideas. Es muy significativo que nunca, en su paso por la política activa, dejó de defender sus ideas liberales, aunque se quedara en clara minoría. Fue diputado en el Congreso del 82 al 86, en la Legislatura de la mayoría absolutísima de Felipe González, en la lista de Alianza Popular, en la que figuró como independiente, con unos carteles que decían «Liberales con Fraga».
Porque entonces se decía que los liberales cabíamos en un taxi y que, además, el taxi lo pagaba Alianza Popular. Y era verdad que liberales éramos muy pocos. Aunque siempre se dice que los españoles somos los inventores de la palabra «liberal», ya en las Cortes de Cádiz hace más de 200 años, la verdad es que políticos liberales españoles, pasado el siglo XIX, ha habido muy pocos. Casi me atrevo a afirmar que poquísimos. Hay que tener en cuenta que, desde que llegó la democracia, la izquierda ha hecho todo lo posible por desacreditar a los liberales a base de colocarnos prefijos despectivos como neoliberal o ultraliberal. Y que en el PP, donde tuvimos cabida los que nos consideramos liberales, no siempre hemos podido aplicar en profundidad nuestras ideas y principios, cuando no se nos ha invitado a marcharnos.
«Los mayores éxitos de los políticos de los últimos 80 años los han alcanzado cuando han aplicado políticas liberalizadoras»
Sin embargo, los mayores éxitos económicos y sociales de los políticos de los últimos 80 años los han alcanzado cuando, sin declararlo abiertamente, han aplicado políticas liberales y liberalizadoras. Pienso en la reconversión industrial que llevó a cabo Felipe González o en las medidas que tomó Aznar para conseguir que España entrara en el euro.
Todo esto lo he pensado al leer la larga entrevista que el sábado pasado le hicieron a mi maestro Pedro Schwartz en El Mundo, al que creo que hoy se le escucha demasiado poco.
Pero no sólo he mirado al pasado, al leer sus respuestas me preguntaba si ahora en España hay políticos liberales y si se están aplicando de verdad políticas liberales. Y cuando hablo de esas políticas me refiero a si ahora hay políticos que tienen claro que el Estado tiene que estar al servicio de los ciudadanos y no los ciudadanos al servicio del Estado. Que creen que el dinero está mejor en el bolsillo de los contribuyentes y no en las arcas insaciables del Estado. Que quieren que sean los ciudadanos los que elijan de verdad la educación y la sanidad que desean. Que están convencidos de que el Estado debe concentrarse en sus obligaciones fundamentales, como la Seguridad y la Justicia, y no dispersarse en asuntos que puede hacer mucho mejor la iniciativa privada. Que defienden que los servicios públicos pueden gestionarse directa o indirectamente y que ésta última fórmula, en la mayoría de los casos, es mucho más eficaz. Que no tienen la menor duda de que la defensa de la libertad tiene que ser el objetivo último de todas sus actuaciones políticas.
Y tengo fundadas dudas de que hoy haya muchos políticos liberales. Probablemente ahora, de boquilla, sí que se podría llenar un taxi grande con políticos liberales, incluso un autobús de dos pisos, pero políticos que se hayan empapado a fondo de las ideas liberales, las que a mí me enseñó Pedro Schwartz, no sé yo si habrá muchos. Más bien creo que hay muy pocos. Y que las pongan en práctica, aún menos.